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La Hermandad de Caballeros de Santo Toribio de Liébana, fundada hace 25 años para la defensa del Lignum Crucis y del Camino de Santiago, incorporó a su causa al sacerdote cántabro Carlos Osoro, cardenal, arzobispo emérito y, desde hace tan solo unas horas, 'Caballero de ... Honor y protector perpetuo' del trozo más grande que se conserva de la Vera Cruz, el madero que usaron los romanos para crucificar a Jesucristo y una de las reliquias más veneradas por todo el catolicismo. Para quien fuera –y probablemente todavía lo siga siendo– el hombre fuerte del papa Francisco en España, velar por ella será «un privilegio» y «una gracia inmensa».
Al menos eso dijo el cardenal durante el acto de su proclamación, una solemne ceremonia celebrada en el interior de la parroquia del Santísimo Cristo de Santander, en el conjunto catedralicio, y a la que asistieron no todos pero sí un considerable número de caballeros y damas de la hermandad, así como algunas autoridades civiles y militares encabezadas por la alcaldesa de la ciudad, Gema Igual.
Algo largo, a decir verdad, porque empezó a la una del mediodía y no concluyó hasta muy pasadas las dos y media de la tarde, el acto dio comienzo con la entrada en procesión en la iglesia de los miembros de la Hermandad –su consejo supremo, que preside José María Mazarrasa en calidad de Hermano Mayor, sus caballeros y sus damas–, cortejo que avanzó hacia el altar al compás del himno de la asociación y que cerró Carlos Osoro, protagonista casi único de toda la celebración.
Arzobispo de Oviedo, de Valencia y de Madrid, el cardenal bendijo los signos de la Hermandad –entre ellos el más representativo, una astilla de la sagrada cruz que se custodia en la Catedral (algo que muchos vecinos de la ciudad desconocen) y que tiene el mismo rango eclesiástico que el Lignum Crucis de Liébana– y a continuación participó en el oficio de una ceremonia religiosa concelebrada que eclipsaron la voz angelical del coro y la homilía de Osoro.
«Cuidar, acercar, venerar y contemplar la cruz de Cristo no es una misión cualquiera, es un privilegio, una gracia inmensa, porque es recordar que hemos sido salvados por un Dios que nunca se desentendió del hombre», dijo el prelado, para quien «el ser humano necesita vivir sensatamente» en estos tiempos revueltos, difíciles.
Agradecido «a Dios y a vosotros», dijo dirigiéndose a los miembros de la Hermandad de la que ya es caballero de honor, Osoro, que el año pasado se retiró a un piso vacío detrás de la Catedral de Madrid «a rezar, a confesar, a descansar y a escribir», se reconoció muy orgulloso de un nombramiento que, sin duda, le acerca a la tierra en que nació y a la que tiene siempre presente en su mente y en su corazón. «Dice el refrán que cada uno donde es nacido, y bien se está el pájaro en su nido. Yo soy ese pájaro y Santander es ese nido», afirmó el cardenal.
Luego de finalizar su homilía y de concluir el oficio religioso, se procedió a la lectura de la orden de la asociación por la que se nombra al purpurado cántabro 'Caballero de Honor y Protector perpetuo de la Hermandad', una designación que le incorpora a la legión de hombres y mujeres que se han dado a la misión de «fomentar y desarrollar el conocimiento de lo Santos Lugares: Santo Toribio de Liébana y Santiago de Compostela, la defensa y veneración de la Santa Cruz y las figuras del Apóstol Santiago y Santo Toribio».
Sintiéndose ya como uno más de ellos, el cardenal pilotó la ceremonia hacia su etapa última, que se cerró con una ofrenda floral en recuerdo de los integrantes del colectivo ya fallecidos y la bendición de todos los presentes con el Lignum Crucis que Osoro deberá ahora proteger.
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