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En el fangoso terreno que entre los mitos contemporáneos separa las leyendas urbanas del fenómeno ovni y otros sucesos a los que se busca una explicación parapsicológica habita el avistamiento de Torrelavega. Lo que en principio, y según el relato inicial parece un capítulo ovni de manual –más allá de que lo que se viere fuera la luna, una pareidolia, un avión o efectivamente un objeto volante que no se pudiera identificar– se transformó de pronto en la nada. De la comidilla de un par de días a la absoluta nada.
No solo la prensa de la época no lo reflejó tras el impacto inicial. Se habló de ello en su momento, sí, pero después la nada. Nadie le dedicó un reportaje de resaca. No aparecieron testigos. Así que lo de Barreda es una doble leyenda urbana o misterio. Por aquello de si se trataba de un objeto extraterrestre y por si de verdad se avistó o no algo que no fuera más que un sencillo avión –o ni siquiera eso–.
Pero vamos al asunto. El 5 de octubre de 1978 hacía fresco en Torrelavega, pero el día era benigno para las fechas. Un día completamente en la capital del Besaya y para más señas en uno de sus barrios: en Barreda. Todavía había mucha gente por la calle; suficiente para que la historia no pasara inadvertida, sobre todo teniendo en cuenta que aquel objeto debió sobrevolar media ciudad, a tenor de lo que se llegó a decir.
De pronto, algo en el cielo se iluminó. Una especie de llamarada o tal vez una aeronave. Algo que volaba a media altura, tal vez a unos mil metros. O algo más. O algo menos; en realidad quién sabe. Un objeto que surcaba el cielo a cierta velocidad y sin hacer ningún tipo de ruido, como si se deslizara sobre el aire, para ganar altura y dirigirse a uno de los montes cercanos, donde al parecer aterrizó sin dejar rastro ni huellas.
Así lo vieron un puñado de niños, de no más de doce años, sus padres y su madres en Barreda. Un objeto que volaba bastante alto para ser un helicóptero y demasiado bajo para ser un avión; algo extraño en el cielo; como un surco o una estela alargada silenciosa, o al menos eso decían los testigos, si se puede utilizar con precisión la palabra dada la difusa identificación.
Al parecer, no solo se vio en Barreda, también en el Barrio Covadonga y en las Torres de Carabaza se observó lo mismo. Con otra perspectiva, pero el mismo fenómeno. Otro testigo hablaba incluso de «un objeto alargado, en forma de cohete o misil, que no hacía ruido alguno, y que llevaba una trayectoria ascendente.Sobre unos 800 metros de altitud, se perdió en las montañas. Su color era amarillo ocre, no hizo ninguna maniobra aunque sí llevaba una trayectoria de ascenso». Declaraciones un testigo sin identificar, ojo. Ni nombre, ni apellidos ni nada. Declaraciones apresuradas y sin atribución en una revista especializada.
Incluso se llegó a hablar de un presunto aterrizaje en un monte y un vecino alertó a la Policía Nacional, que se deslazó a la zona, pero no encontró nada. Nada de nada. Cosas del boca-oído y de los avisos y denuncias que resultan no ser nada. O eso o los visitante se habían ido; quién sabe. O tal vez el capítulo policial sea otro adorno imaginado.
Porque lo que no se puede confirmar a vuelapluma, ni tampoco desmentir, es que aquel aviso existiera y que los agentes, como corresponde a su labor, se desplazaran a la zona. Tantas décadas transcurridas hacen muy complicada, por no decir casi imposible, la pesquisa. Pero de lo que no hay duda es de que no encontraron nada. Ni siquiera según los apócrifos testimonios de la época. Como si el objeto se hubiera volatilizado ya en la noche torrelaveguense.
Después, el silencio. Naturalmente, ha quedado poso en la capital del Besaya, donde aún hay quien ha oído hablar de aquel episodio, pero solo como mito contemporáneo. Porque apenas nada ni nadie se hizo eco a medio plazo de aquellos testimonios que parecen, al menos en parte, nacidos de la leyenda urbana fruto de una broma, una confusión o un efecto boca-oído que de pronto multiplicara exponencialmente el número de testigos de aquella cosa rara que pudo verse o no en el cielo torrelaveguense. Aun así, no solo han dejado huella, sino que el relato incluye esa incursión de la policía para darle verosimilitud.
Así que permítanme la duda llevada al retruécano y que no tenga nada claro si estamos ante un debate sobre si aquello era o no un objeto extraterrestre o si sencillamente nadie vio nunca nada aquel día en el cielo más allá de pájaros, aviones helicópteros, estrellas y otros los objetos que habitualmente lo pueblan. Una pena, porque con tanto testigo o supuesto testigo se trataba de una historia efectiva e impactante.Si es que sucedió, claro.
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