Revilla: «Pablo, mi mujer tiene un cáncer. Está con la quimio, con mucha raza»

Quizás en esta ocasión la ranchera 'Pa' todo el año' sonase aún más intensa que aquella otra vez, aunque probablemente igual de desafinada: Revilla se la dedicaba al amor de su vida en un momento duro. «Pablo, mi mujer tiene un cáncer. Está con la quimio, con mucha raza», le explicó a Pablo Motos, el presentador del programa.

Desvelado el secreto, ambos recordaron cuando compartieron la mala noticia, el pasado 12 de octubre, cuando hasta el Rey, en el desfile de la Hispanidad, le preguntó al presidente regional que qué le pasaba, que no le veía bien. «Esa noche viniste al Hormiguero destrozado», reconoció Motos.

Desde entonces tenía pendiente Revilla este homenaje público a Aurora, que ha pasado por una operación de colon y sigue recibiendo quimioterapia. «Por eso te pedí celebrar el cumpleaños aquí y que viniera ella», confesó.

Discreta y sufrida, Aurora aguantó como pudo sin deshacerse en lágrimas, y contó cómo lo llevaba, y cómo la impresionaba cruzarse en la planta de Oncología de Valdecilla con bebés con cáncer. «Siempre hay gente peor», explicó, para quitar importancia a lo suyo.

Por lo demás, la aparición del presidente cántabro en el programa no ha sido muy distinta de tantas otras (lleva 31, «es el ser humano que más veces ha salido en 'El Hormiguero'», dijo Motos), con tarta de cumpleaños –con la forma de Cantabria, vacas frisonas y hasta el oso Furaco–, y presentación de nuevo libro incluidas.

A propósito del libro –'Toda una vida', que este lunes ha salido a la venta–, Revilla volvió a hacer un repaso de anécdotas, y solo faltó la escena del rey Harald de Noruega en el otro trono, durante la boda del entonces príncipe Felipe, para que hubiese sido un completo. Recordó ese primer plátano que se comió, su pasó traumático por los Salesianos –acomplejado por las risas de sus compañeros, por hablar con la 'u' y porque le pusieron fama y mote de gorrón–, y otras historias que ya ha venido contando en sus seis obras previas.

En este volumen, como novedad, narra cómo le dejó un cañón Pedro Sánchez en el Asador Donostiarra, donde tuvo que pagar una cuenta de 98,50 para que no volvieran a llamarle gorrón, como en el colegio.

También aprovechó la ocasión, en una aparición televisiva un tanto atropellada, para dar unos consejos a la juventud: que no hagan bullying a los niños por tener las orejas grandes o la cabeza grande o ser de otro color («te puede originar un agujero mental»); que no sean prepotentes; que no sean envidiosos; que no tengan rencor y que tampoco sean excesivamente ambiciosos. Viendo cómo en cada ocasión se ponía él mismo de ejemplo, podría haber resumido: «Haced como yo».

Quizás Revilla se vea un poco como Pepe Mujica, aunque con su manera de contarlo se acabe dando un aire más a Paco Martínez Soria en la gran ciudad. Pero con los ochenta cumplidos, y el fin inevitablemente más cerca, el mensaje es claro: está contento con su vida, con lo que ha peleado, con lo que ha conseguido y con la familia que ha tenido. «Cuando no esté aquí, quiero que a mis hijas y a mi nieto les digan que su padre hizo lo que pudo, que no robó ni hizo daño deliberadamente a nadie, y esa es la mejor herencia que se puede dejar».