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«¡Te voy a dar un par de hostias!, me gritó. Y las dio». La víctima de esta agresión, que pide no descubrir su identidad «por miedo a represalias», es un médico de familia de Castro Urdiales que hace unos días tuvo que defenderse ... de la furia de un paciente que exigió que se le proporcionara una medicación que «ahora es sólo de dispensación hospitalaria (uno de los cambios adoptados a raíz de la pandemia de Covid-19). La enfermera que le atendió le comunicó que tenía que ser a través de la farmacia del Hospital de Laredo, que aquí no se lo podíamos dar, pero no quiso aceptarlo», relata el facultativo, que interpuso denuncia ante la Guardia Civil de Castro y dio cuenta del episodio sufrido tanto a la Gerencia de Atención Primaria del SCS como al Colegio de Médicos de Cantabria.
«Insistía en que teníamos que hacer lo que él decía. Como no consiguió la medicación que reclamaba, se puso violento. Primero, con agresiones verbales, pero de los insultos fue escalando hasta que se abalanzó sobre la enfermera, me tuve que meter para protegerla y me golpeó a mí».
Además de la «angustia» y «los nervios» del momento, «hasta que llegó la Policía y se lo llevó», tuvo que ser asistido de una herida en la mano. «Es que si no meto la mano, me parte la cara. Me arrancó la pantalla facial y me rompió la bata», mientras «amenazaba con que 'ya nos veremos fuera'». Ese es el «miedo» que le queda. «Porque piensas que puede volver en cualquier momento, que puede volver a pegar a otros compañeros». Y eso, añade el médico, «interfiere en la buena realización del trabajo. Yo he seguido trabajando, pero hay gente que cuando pasa por una agresión de este tipo se bloquea y tiene que coger la baja».
Aunque al principio fue reacio a hacer público este suceso, «temiendo por las posibles consecuencias», este facultativo cree que es necesario que se sepa «porque parece que vamos como normalizando que estas cosas pasan, y no puede ser así. Es cierto que las agresiones físicas no nos ocurren a menudo, pero verbales sufrimos un montón, y muchas veces nos cohibimos, nos las callamos y no llegamos a denunciar por vergüenza. Y una cosa es que te cruces con una persona mal educada y otra que te insulte, se meta con tu familia y te amenace», declara. «Este paciente, en concreto, vino de urgencia sin ser urgente -el problema de nunca acabar, lo que nos acaba colapsando las consultas-, para reclamar una medicación que no podíamos administrarle. Antes lo hacíamos, pero ahora no».
Una vez activado el protocolo de agresiones, destaca que ha recibido «un gran apoyo. La gente se ha portado muy bien conmigo, me he sentido protegido tanto desde la Gerencia como desde el Colegio de Médicos, a través del servicio de asesoría jurídica y el programa de apoyo psicológico».
En los últimos años las agresiones y amenazas, tanto psíquicas como verbales, al personal médico han aumentado de manera considerable por parte de pacientes o de los familiares que los acompañan, como recuerda la institución colegial cada mes de marzo, con motivo del Día Europeo contra las Agresiones a Médicos y Profesionales Sanitarios.
El año pasado el Servicio Cántabro de Salud registró 154 agresiones a personal sanitario, la mayoría a mujeres, el doble que las notificadas en 2017. Un dato que convierte a Cantabria en la segunda comunidad autónoma con más incidencia. Y eso que se considera que los casos que trascienden son «la punta del iceberg».
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