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-Saciar la sed espiritual de los fieles no fue una tarea menor durante la pandemia del covid. ¿Qué recuerdo le queda de aquel 'vía crucis'?
–Lo que más me satisfizo fue descubrir que el enorme esfuerzo que tuvimos que realizar en la Diócesis ... de Santander para hacer llegar la palabra de Dios a todos los fieles que la requerían, y que, como recordará, no podían salir de casa, había merecido tanto la pena. No sabe la cantidad de personas que, superados los peores momentos, me lo agradecieron.
–Sí, ¿eh?
–Algunos incluso me llegaron a decir que habían rezado más estando en casa que viniendo a la iglesia, sí.
–En los días más restrictivos del periodo de confinamiento puso su móvil y su ordenador a disposición de todo aquel devoto que quisiera hablar con usted a viva voz, por Whatsapp y hasta por videoconferencia. ¿Qué llamada le marcó más profundamente?
–Sobre todo aquellas que hice a los sacerdotes de la región para saber cómo se encontraban porque también para ellos la situación estaba siendo dura. A diferencia de mí, que en cierto modo fui un privilegiado, ellos no tenían un claustro por donde poder pasear y ver un poco el sol.
–El virus fue inmisericorde. Le negó a muchos cristianos una despedida digna.
–Las consecuencias fueron terribles... terribles.
–Y, controlada la pandemia, retornamos a la normalidad. ¿A la nueva normalidad o a la normalidad de siempre?
–Yo no quería volver a la normalidad del gasto desenfrenado, pero...
–No hemos aprendido nada.
–Hemos aprendido menos de lo que yo esperaba.
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