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El pantano ha recibido en cuatro meses casi la misma agua que todo el año anterior
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Aunque las reservas cántabras están aún 27 puntos por debajo de la media de la última década, el volumen de nieve hace prever un verano «tranquilo»Secciones
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Aunque las reservas cántabras están aún 27 puntos por debajo de la media de la última década, el volumen de nieve hace prever un verano «tranquilo»Por su tamaño y ubicación, el pantano del Ebro es la mejor referencia para analizar la situación hidrológica de Cantabria. En estos momentos, en su interior se almacenan 246 hectómetros cúbicos de agua y se encuentra al 45,6% de su capacidad. El dato es 27 puntos inferior al de la media de los últimos diez años para esta misma semana. La desviación de la estadística es evidente, pero no alarmante.
Es más, existe una serie de indicadores que permiten ser optimista y pensar que, si en los próximos meses la meteorología se comporta como acostumbra, este verano en la región no habrá que repetir tanto como el anterior la palabra sequía. Desde el 1 de octubre, el día en que arrancó el año hidrológico, la cantidad de agua que ha entrado en el embalse es prácticamente la misma que durante todo el año anterior.
En estos cuatro meses se han sumado 136 hectómetros cúbicos, mientras que en los doce anteriores la cifra fue de alrededor de 145. Y lo mejor es que la mayor parte de la nieve caída en el último temporal aún no ha comenzado a derretirse. Así que lo que explica los bajos niveles actuales del pantano campurriano -y por extensión el de las reservas de Cantabria- no es la ausencia de precipitaciones en los últimos tiempos, sino el punto de partida tras un final de 2016 y un 2017 extraordinariamente seco.
«Son muy positivas, pero a pesar de estas nevadas aún hay déficit pluviométrico en el sur. Justo lo contrario que en el centro y el litoral», señala José Luis Arteche, delegado autonómico de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Eso sí, detalla que son precipitaciones muy valiosas: «Mucho de lo que cae en forma de lluvia se va directamente a los ríos. No se aprovecha. Las precipitaciones sólidas son más útiles para el campo, manantiales y pantanos». En estos momentos se acumulan en los picos cercanos a la cuenca cántabra del Ebro 45 hectómetros cúbicos de nieve, más del doble que en febrero de 2017. Cuando se funda, unido a las lluvias de primavera -tradicionalmente la estación más húmeda en la región-, el nivel del pantano crecerá significativamente. Quizás lo suficiente para recuperar la normalidad después de más de un año de problemas por falta de agua.
En 2017, el panorama se puso tan negro que la Administración se vio obligada a decretar la prealerta por una sequía que puso en jaque a un puñado de poblaciones de Cantabria, aquellas que por su altitud no están conectadas a la red general y dependen de unos manantiales que ya no daban más de sí. «No es que no lloviera en verano, que eso puede ser normal, es que no llovió en invierno y primavera». Porcentualmente, la población afectada fue muy poca, pero los damnificados tenían sobre su cabeza la espada de Damocles de abrir el grifo y que no saliera nada.
«Si el verano pasado con la sequía que sufrimos los problemas fueron mínimos, todo hace pensar que este 2018 el abastecimiento estará más que garantizado. Todavía es pronto para decir que no se repetirá la situación, pero podemos ser optimistas al respecto», opina el director general de Medio Ambiente, Miguel Ángel Palacio. Su departamento fue el que se encargó de poner en marcha las medidas de urgencia contra la sequía en coordinación con los alcaldes.
Para no cortar el abastecimiento, los ayuntamientos recurrieron a camiones cisterna y el Ejecutivo regional puso en marcha un plan de obras de emergencia. En estos momentos, una parte importante de estas intervenciones ya han entrado en funcionamiento, otras se están ejecutando y las restantes se están repensando. Desde la consejería explican que en ocasiones, debido a la orografía, las soluciones técnicas son complicadas o excesivamente costosas. Palacio destaca que aunque esta temporada la sequía no sea un problema, las obras no son una inversión baldía: «Puede que este año sea bueno y los pueblos tengan agua sin recurrir a estas nuevas infraestructuras, pero todo apunta a que los episodios de sequía van a ser cada vez más comunes en el futuro». Si eso ocurre, Cantabria estará algo más preparada.
Incluso es posible que este mismo 2018 sean ya imprescindibles en algunos pueblos elevados. «Estamos viendo que los manantiales que se secaron, aunque han vuelto a tener agua, tienen mucha menos fuerza. No es seguro que puedan aguantar con caudal suficiente», apunta. Pero las obras del plan de emergencias no han llegado a la totalidad de los núcleos afectados por esta situación. Por eso, como medida preventiva y a pesar de que las previsiones son halagüeñas, el Ejecutivo cántabro, como no tiene medios propios, ha decidido prorrogar el contrato para el transporte de agua potable en camiones cisterna «por si fuera necesario para estos casos puntuales».
Otro indicador significativo es el del caudal de los ríos. Aunque las cuencas sufren muchas fluctuaciones -especialmente en esta época del año- y una tromba de agua o tres días sin precipitaciones pueden provocar grandes diferencias, sus niveles están ahora por encima de los de hace un año. En algunos casos, como el Pas, de manera significativa. Durante esta misma semana de 2017, el nivel a la altura de Carandía era de 0,54 metros, mientras que el pasado jueves llegaba a los 0,93. En otro punto, en Puente Viesgo, el salto ha sido de 1,45 a 1,96 metros. El crecimiento se repite en proporciones similares en el Saja, Besaya o Miera, entre otros. Sólo el Nansa presenta peor aspecto -casi idéntico- que doce meses atrás.
La recuperación del embalse del Ebro también se da en otros reservorios más pequeños. Por ejemplo, en el Alsa (San Miguel de Aguayo), que está prácticamente al 100% de su capacidad. La Cohilla (Polaciones) se encuentra al 58%, pero su funcionamiento es distinto. No sirve para el abastecimiento, sino para la generación de energía, así que las compuertas se abren ede forma regular en función de la demanda de producción.
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