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Suena el timbre, descuelgas el telefonillo de casa y al otro lado se escucha una voz que dice algo parecido a: «Soy el cartero». Es probable que abuelos y nietos hayan recibido antes o después una llamada similar. Porque no importan los años ... que hayan pasado, el trabajo de esta figura es el mismo que el de hace décadas. La afirmación es cierta, pero solo en parte. Es verdad que su tarea no ha dejado de ser la de distribuir cartas, paquetes, certificados o notificaciones. No obstante es innegable que el paso del tiempo ha traído consigo algunos cambios. Al menos en lo que se refiere a las herramientas de trabajo y al uso que la sociedad hace del servicio. Por eso, fuentes de Correos señalan que la empresa «se encuentra inmersa en un proceso de transformación». Por un lado están los medios que utilizan en el día a día y que varían a la par que lo hace la tecnología. Si antes el destinatario dejaba su firma plasmada en un papel, ahora el bolígrafo se ha transformado en un puntero y el garabato queda guardado en una PDA, un ordenador de bolsillo.
También cambia «el tipo de envíos que llevan». Aunque las cartas todavía ocupan un lugar destacado en los carros de reparto, la realidad es que la paquetería gana cada día más terreno. Solo en 2019 Correos gestionó 129,32 millones de paquetes en toda España, una cifra que supone un crecimiento del 22% en el volumen de los envíos.
Más números. La plantilla de Correos en Cantabria es de 660 personas. La mayoría de ellas, aproximadamente el 75%, forman parte de «operaciones». Un grupo de 500 trabajadores en el que están incluidos los carteros que recorren los municipios tanto a pie como en vehículo. Por otro lado, 140 personas se encargan del servicio de atención al público en las diferentes oficinas repartidas por la región. Y el resto pertenecen a áreas de gestión y apoyo. Es precisamente la red de carteros la que permite garantizar que las comunicaciones llegan a todos los ciudadanos. Y en plena adaptación electrónica, el futuro de la empresa pasa por continuar con la vertebración del territorio y echar a rodar iniciativas que ayuden a frenar la despoblación. Como ayudar a la distribución de pequeños productores.
Mario Obeso | Cartero de Cabezón de la Sal
«Es agradable. Sobre todo me gusta el trato con la gente y caminar». Mario Obeso, de 52 años, vecino de Udías, describe así su trabajo, una labor que desarrolla desde hace 26 años y que le ha permitido patear las calles de varias ciudades.
Él es, desde hace ocho años, cartero de reparto en Cabezón de la Sal. Pero antes lo fue en municipios como Mataró, Santander o Torrelavega. En 1994, vio en Correos una salida laboral y sacó la oposición. Si echa la vista atrás, reconoce que su trabajo «ha cambiado muchísimo» y que «no tiene nada que ver» con cómo era cuando empezó.
«Vertebra todo el país», opina Obeso. Y hace frente a la «España vaciada». Es un servicio sin competencia que hay que «potenciar» y que siga llegando a «todos».
La entrada de la tecnología ha hecho que ahora «todo esté informatizado», aunque el cambio fundamental es el uso del servicio. «Antes predominaban las cartas, ahora llevo más paquetes, sin duda». Mario reconoce que hay días en los que el furor de las compras se deja notar más. Fechas como el 'viernes negro' o Navidades son «los días duros» y toca ir más cargados. A la lista negra se suman algunos de invierno, sobre todo los de lluvia, que son «horrorosos». Pero no importa, Obeso prefiere trabajar «en la calle» y dice que no lo cambiaría por nada. El recorrido que hace dura aproximadamente cuatro horas. «Así hago el ejercicio recomendado», cuenta entre risas. A pesar de los cambios, «un cartero sigue siendo un cartero». Porque hay aspectos que sí se mantienen. ¿Uno de ellos? La cercanía con la gente a la que entrega a diario. «Si llevas mucho tiempo repartiendo en un sitio, terminas por conocer a todo el mundo». O incluso por saber a quién dejarle el encargo en caso de ausencia. ¿Consecuencia? «Un trato más cercano».
Beatriz Varga | Cartera de Santander
Beatriz Varga reside en Santander donde, además, trabaja como cartera de reparto. Un puesto en el que, de momento, es eventual. Cuando tenía 18 años, y mientras estudiaba Arquitectura Técnica, empezó a trabajar en Correos. Al principio lo hacía sólo los sábados, «en un servicio que había de refuerzo por el volumen de repartos» que se concentraban en ese día de la semana.
Después de mucho tiempo con idas y venidas y otros tantos trabajos, con 32 años, decidió presentarse –junto con otras 1.899 personas– a las oposiciones de Correos que hubo el pasado 19 de enero para tratar de optar a una de las treinta plazas que se ofertaban. Una oportunidad de «tener un puesto fijo y conseguir estabilidad». Aunque ahora se desplaza a pie, Beatriz también ha repartido envíos urgentes en furgoneta, un vehículo con el que lo «más complicado era aparcar» por el centro. Y en otras ocasiones se ha desplazado en moto.
Beatriz Varga considera que Correos es un «servicio público que llega a todo el mundo». Porque algunas zonas de otro modo no tendrían acceso a una prestación similar.
Pero éste no es el vehículo que más le gusta. «No me veo en moto», reconoce entre risas. Trabajó, además, en un servicio «poco conocido» que se ofrece a los peregrinos que pasan por Cantabria cubriendo el Camino de Santiago. Los trabajadores de Correos recogen sus mochilas en el punto desde donde salen y las llevan al siguiente de la ruta. ¿Y ahora cómo es su día a día? Cada uno tiene asignado una zona de la que «te dan planos», explica. Por la mañana, en la oficina, organiza las cartas y los paquetes que corresponden con su ruta. «Las ordenas acorde con el recorrido que vas a hacer». Y con todo preparado sale a la calle acompañada de su carro para hacer un recorrido de varias horas por Santander.
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