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Ha llegado al júbilo oficial, o sea jubilación, una gran profesional del periodismo institucional cántabro, Ana Argos. En toda una vida laboral, ha acompañado un ... periodo histórico irrepetible: el nacimiento, crecimiento y consolidación de la autonomía de Cantabria. En los años 1995-2003, desempeñó la jefatura del servicio de Gabinete de Prensa del Gobierno regional en un momento de intensa ampliación, reorganización y renovación de las tareas de comunicación. Tuve el privilegio de trabajar con ella y doy fe de su absoluto compromiso con la función pública (incluso en circunstancias personales a veces muy adversas) y de su profundo sentido institucional, pues siempre se trataba de lo más oportuno para Cantabria, con una total objetividad acompañando a la pasión por la propia tierra.
Con esa integridad profesional y entrega a la misión de informar, Ana Argos ha ejercitado sus muchas cualidades durante las sucesivas legislaturas de la aún breve historia del autogobierno de Cantabria: personas de todos los partidos han encontrado en ella el verdadero espíritu de una administración generosa y equilibrada. Cuando empezó, no eran muchos los periodistas encargados de gabinetes de comunicación (lo que en la jerga se ha llamado con frecuencia ‘el lado oscuro’, expresión tomada en préstamo de la imaginería de ‘La guerra de las galaxias’), y no estaba claro que dedicarse a tales menesteres fuera algo apropiado vocacionalmente para un informador. El curso del tiempo ha mostrado la indudable contribución que un profesional de la comunicación puede efectuar para mejorar el tráfico de mensajes entre la opinión pública y las instituciones o las empresas. Mucho se ha ganado en estabilidad y transparencia, en calidad democrática. Hasta tal punto de que, cuando no va todo sobre ruedas, el retorno a viejas prácticas se hace ya insoportable y es inmediatamente castigado por la sociedad.
Ana Argos pertenece a toda una generación de empleados públicos que ha protagonizado la parte profesional de la construcción de la Cantabria autónoma. La antigua Diputación Provincial era un juguete comparada con la actual autonomía y sus competencias en Sanidad y Educación. Sin funcionarios bien formados y extraordinariamente comprometidos con el desarrollo y modernización de los diferentes servicios, la Cantabria autogobernada hubiera resultado imposible, un fracaso de dimensiones venezolanas. Lo cerca que en algún momento hemos estado de parecernos a una obra de Valle Inclán ha sido un claro aviso de que la senda de la objetividad no debe perderse de ningún modo. Hemos de estar agradecidos a Ana y al colectivo al que pertenece: servidores públicos cuya vida laboral ha consistido en procurar que el autogobierno trajera consigo mejoras concretas de calidad.
Ahora su familia, y especialmente ese sobresaliente profesor, doctor, pedagogo y autor que es su esposo, José Ignacio Flor, alma ‘páter’ de las ferias educativas juveniles en Cantabria, tendrá la fortuna de disfrutar durante más tiempo de una persona vitalista que hasta el último minuto ha mantenido la ilusión por su trabajo, con creatividad, sensibilidad y actitud abierta. Con más como ella, Cantabria sería más positiva. Ahí queda el paradigma; seguro que no faltarán emuladores.
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Ana del Castillo
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