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La crisis ha excitado una desconcertante contradicción porque en la última década los millonarios han crecido un sesenta por ciento. Probablemente con la misma intensidad ... estadística que los pobres. Realidad que asumimos con indiferencia. Todo se hace costumbre. Nos damos por satisfechos con la embustera certeza de que ya es muy difícil empeorar. Cuando ni siquiera tienen límite geometrías más profanas, como las rotondas. Vamos a por la décima en la avenida de los Castros. Los ricos, en cambio, nunca pueden ser demasiados –enunció Chirbes– porque si muchos tienen mucho, el dinero pierde valor y ya no es útil.
Según Sampedro hay dos tipos de economistas. Los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que quieren hacer menos pobres a los pobres. Nos gobierna la primera especie. Proclaman amnistías fiscales para blanquear dinero, declaradas ilegales por el Tribunal Constitucional. Aunque en estas cuestiones el Gobierno se salta la ley sin consecuencias con pasmosa naturalidad. La transgresión se autojustifica –desde una traslación judeocristiana– como pecado de ignorancia, no de malicia.
Las leyes están para cumplirlas, pero cuando incomodan al que manda se cambian con extraordinaria celeridad. Véase el decreto exprés para deslocalizar empresas frente a la desidia en aprobar la dación en pago. Para que si el banco se queda con nuestra casa no tengamos que seguir pagando.
Éstos mismos en vez de rescatar personas rescatan bancos, cuyos ejecutivos, antes de pedir auxilio, se adjudican generosos emolumentos en pago a su fracasada gestión. Al contrario que en el Titanic –hundimiento que estos días exalta una exposición en Santander– aquí el capitán del banco es el primero que cobra el cheque salvavidas cuando se desata el naufragio.
También en Ecomasa desaparecieron algunos millones de euros mientras presuntamente los estábamos vigilando. Curiosa facilidad de nuestros gestores para extraviar determinado dinero público, cuando al resto nos controlan al milímetro. En Santander nos cobran hasta por utilizar aparcamientos que no existen. El Ayuntamiento vende 9.325 tarjetas de estacionamientos para residentes cuando solo hay 6.523 plazas. Pagamos por un servicio que no nos dan. El smart-tocomocho. Como comprar papeletas para una rifa.
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