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Benjamín Sierra, en la puerta de la cafetería Lobriza, en la calle Vargas.
El parche del café para llevar

El parche del café para llevar

Previsión ·

La hostelería que queda abierta se aferra a soluciones para seguir trabajando. Aumenta la demanda de vasos de cartón para cuando el mal tiempo vacíe las terrazas

Álvaro Machín

Santander

Miércoles, 11 de noviembre 2020, 07:12

En La Cerrada, la pequeña cafetería pegada a la gasolinera junto a Ferroatlántica, cerraron la puerta y volvieron a abrir la ventana. Su mostrador otra vez (como tras el confinamiento). Lo primero que hicieron fue llamar para que les pusieran una carpa delante. Pequeña terraza cubierta. Allí están ahora los taburetes de la barra y las sillas de las mesas del interior -dentro no pintan nada-. «De momento no hemos notado mucho el tema del café o el pincho para llevar más de lo normal. Pero le dije al distribuidor que me trajera vasos y tapas». Lo cuenta Coti Ibáñez, que cree que esa fórmula irá a más cuando el frío y la lluvia peguen duro. Que sí usará más vasos de cartón. «La demanda -de vasos y bandejas- ha crecido como un 20% en esta última semana. Se están preparando». Eso lo cuenta José Luis Rodríguez, director comercial de Dromedario. Él sabe que el café para llevar es un porcentaje bajo de lo que se vende («como un 10%», aquí no hay mucha costumbre, más allá de una caída de ventas general del 50%), pero ahora hay que aferrarse a lo que sea. A un parche. «Normalmente me lo ponen, lo tomo aquí rápido y me marcho. Pero ahora, para llevar», dice Benjamín Sierra. Sale de Lobriza (calle Vargas) con un mediano entre las manos.

«En la última semana, la demanda de vasos o bandejas para llevar ha crecido un 20%»

Sierra trabaja en las oficinas del SCS que hay allí mismo. Por la zona hay cafeterías que siguen abiertas. Otras han cerrado (tener terraza, clave). «Ahora es lo que hay. El desayuno completo para llevar con el pincho es más complicado, pero el café sí. Solemos tirar bastante. Es verdad que estos días aún no hemos notado mucho la diferencia, pero he pedido más vasos y tapas por si acaso. Nos preparamos para cuando haga malo y sea más difícil en la terraza, pero esperemos que siga haciendo bueno», resume Alejandro Perojo (Lobriza).

Tienen una terraza grande y eso ayuda (para hacerse una idea, una camarera de un local de Santander cuenta que ahora hace entre quince y veinte kilómetros diarios del interior del local a las mesas). Amaya Núñez, en el Akí Tespero, de la calle Alta, sólo tiene un par de mesas (y pequeñas). «O te lo tomas para llevar o no te lo tomas». Vive de eso. Cafés y desayunos a los habituales. Vecinos, comercios de la zona... Lo que ha hecho es reducir horarios (de 08.00 a 12.00 horas en vez de 07.30 a 22.00 horas) y ofrecer «sota, caballo y rey». De la variedad de tortillas a una sola natural. «Lo básico y hasta que se agotan las existencias. No me renta. Y mirar al cielo por la mañana para ver si hace bueno». En las dos mesucas, para llevar o hasta ocupándose ella de acercárselo a la frutería, al de la farmacia... «Son mis clientes y se lo llevo. No pueden entrar y sí que llevan el café y el pincho».

«Yo vivo de los cafés. Con el local cerrado y dos mesas de terraza, o te lo tomas para llevar o no lo tomas»

Se ve salir a clientes con café en las manos en panaderías como La Gallofa, de Hernán Cortés, o La Crujiente, en Rualasal. O en el establecimiento del grupo Quebec en Amós de Escalante. Allí dicen que sí lo notan. «Sí. Será como el doble de lo normal. Pero tampoco creas que son un millón. Si normalmente sirves cien cafés para llevar ahora serán unos doscientos», explica José Ramón Martínez. Acaba de servir uno a María Mijangos. «Vengo a Santander un día a la semana porque soy directora de zona de una empresa de complementos. Salgo diez minutos y suelo quedarme a tomarlo en un bar. Pero ahora, con esto, prefiero llevármelo a la tienda y tomarlo allí».

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