![«Esto es lo más parecido a la normalidad»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202105/24/media/cortadas/64623818-kXH--1248x830@Diario%20Montanes.jpg)
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«Esto es lo más parecido a la normalidad». Esta frase resume el sentir general del sector de la hostelería en Cantabria, que con el semáforo covid verde en la mayoría de municipios, lo que permite, entre otras medidas, la ampliación de aforos, celebra sobre ... todo la supresión de la limitación de los horarios decretada por el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC), con lo que pueden abrir sus puertas según la licencia que posea cada establecimiento. Un «alivio» para un sector muy castigado por la crisis sanitaria.
«Esto es la felicidad más absoluta. Así si se puede trabajar y dar un servicio de calidad al cliente. Ten en cuenta que venimos de unos meses en los que hemos tenido que echar a la gente del restaurante sin tomar el postre. Lo del cierre de la hostelería a las diez y media de la noche es una locura y aunque la gente se acostumbra y viene antes es muy difícil tanto para el cliente como para los profesionales», explica Maite Rodríguez, propietaria del restaurante La Flor de Tetuán, primera parada del recorrido realizado por la hostelería de Santander.
La hostelera, que también regenta el restaurante Marucho en la capital cántabra, califica como «muy incómodo» el trabajo de los últimos meses, en los que «todos nos hemos intentado adaptar, tanto el cliente como los profesionales, y la satisfacción que hemos sentido el fin de semana es tal que nos parece que hemos vuelto a empezar. Nos sentíamos raros el sábado por la noche con el aforo permitido lleno y pudiendo dar un servicio completo, sin necesidad de levantar a la gente de la mesa, esto ya es normal». No obstante y pese a la buena respuesta del primer fin de semana sin límites de horarios en la hostelería, Maite reconoce que «tenemos cierto temor porque hemos visto que esto puede ir cambiando». «Estamos muy contentos y felices porque la situación va mejorando, la sanitaria y, por extensión, la de la hostelería, pero no sabemos lo que va a pasar con los datos del semáforo, que cambias de un día a otro, pero creo que pase lo que pase no volverán a cerrar el interior de los establecimientos», apunta.
Maite RodríguezRestaurante La Flor de Tetuán
Estefanía Ruiz, Restaurante El Italiano
Miguel Cabañitas, Bar La Pirula
En la calle Calderón de la Barca, Estefanía Ruiz, del restaurante El Italiano, también celebra la ampliación del horario de cierre porque «hasta ahora el límite de las diez y media ha resultado un poco estresante para los clientes y para los establecimientos». «Hemos tenido todo lleno y teniendo que dejar a gente fuera, hay ganas de salir y se ve que cada vez hay menos miedo. El cliente se adapta a todo, según las restricciones, pero somos muy mediterráneos y a la gente le gusta venir a cenar a las nueve y media o las diez, con lo cual creo que vamos recuperando las costumbres a medida que la situación sanitaria mejora».
Ángel Riancho, del Mesón Los Arcos, coincide en la percepción de que el cliente «está mas relajado». «Hay más confianza, ya no sólo por el horario que te permite trabajar mejor, en general la gente está más confiada y se anima a salir, y además se va notando, sobre todo este fin de semana, la presencia de clientes de fuera, del País Vasco y Castilla y León», agrega.
Según Riancho, «hemos pasado de una forma de trabajar muy incómoda, porque el cierre a las diez y media es inviable, a un momento en el que parece que vemos lo más cercano a la normalidad. Antes íbamos con el tiempo justo y tenías que estar diciendo a la gente que fueran acabando, y así es muy difícil y muy incómodo trabajar. Soy optimista y creo que vamos a tener un buen verano».
En Peña Herbosa, en La Pirula, Miguel Cabañitas destaca que «hemos notado sobre todo que la gente acude más relajada, más tranquila y disfruta de una cena normal, a diferencia de antes que había que estar pendiente del reloj o venir a las ocho de la tarde, algo a lo que no estamos acostumbrados». Sin embargo se muestra partidario de «ir paso a paso» para no cometer errores y «tengamos que volver atrás». «El tema de la hoja de sierra es una ruina, lo de abrir para luego cerrar, prefiero estar cerrado y abrir con seguridad que abrir quince días para volver a estar cerrado otros veinte. Lo del semáforo covid está muy bien, pero abrir de un día para otro es complicado en un restaurante, hay que hacer pedidos de carne y pescado y unas previsiones en la cocina, para dar comidas y cenas no se abre y se cierra de un día para otro. En este sentido, para nosotros el semáforo es muy estresante, pero por eso, porque no se puede abrir y cerrar de un día para otro», incide.
Javier Hoya, de Bodegas Mazón, es optimista y se muestra convencido de que «esto es el principio del fin». Con el comedor lleno durante todo el fin de semana, recuerda «el mucho tiempo» que han estado cerrados y mira con optimismo el futuro: «Ahora llega el momento de trabajar en mejores condiciones tanto en lo que se refiere al aforo como a los horarios». «Ya el pasado fin de semana trabajamos muy bien, se nota gente de fuera y hemos pasado del tardeo a las cenas en la hora habitual», añade.
Más exigente es David Mora, propietario de los restaurantes La Prensa, La Radio y El Rincón Cubano, que considera que las medidas de apertura deben «ir más allá de los horarios». «Aquí estamos arriesgando y haciendo una inversión muy fuerte para mantener activa a toda la plantilla de los tres establecimientos, por lo que en algunos casos no cubrimos los gastos con el 50% del aforo interior del restaurante. Pero seguimos trabajando que es lo importante y seguimos haciendo cosas nuevas, como es reforzar el servicio de comida de a domicilio y que ha funcionado bien en los últimos meses», dice.
Según Mora, la ampliación del horario de cierre «es muy positivo para el sector porque tienes a la gente que se ha acostumbrado a venir antes y a los que vienen en un segundo turno, es decir, podemos doblar mesas que antes era imposible con el cierre a las diez y media». En este sentido, Maite Rodríguez, de La Flor de Tetuán, subraya que la «gente también se despista y te llama y te pregunta cuántos pueden estar en una mesa, sobre todo comidas familiares o de grupos, o incluso gente de fuera, como una cliente de Valladolid que vino el otro día y preguntaba si estábamos abiertos, si podía venir a cenar, porque como en cada sitio es diferente, esto es un lío».
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Ana del Castillo
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