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Marta Roales, de El Castellano (allí sí lo solicitaron), pide el certificado a dos clientes antes de entrar al comedor. Foto: Roberto Ruiz | Vídeo: Pablo Bermúdez

«No se me pasa por la cabeza pedírselo»

En el restaurante ·

Aunque hay negocios que sí solicitan el pasaporte al acceder al interior, la medida pasa en la práctica de puntillas a la hora del menú

Álvaro Machín

Santander

Viernes, 6 de agosto 2021, 07:00

Una encuesta rápida a la hora del menú. En un paseo por diez restaurantes se pide en tres. En seis, no (o, al menos, no con demasiado 'entusiasmo' -«yo lo digo y si lo traen, bien, pero si no lo traen...»-). En otro, directamente, han optado por no usar el comedor interior. Vaciado. «Prefiero no usarlo. Como mucho, si vienen unos señores mayores. Les pongo una mesa y comen dentro ellos solos. Además, sé que están vacunados». Es una muestra a pie de calle sobre la aplicación de la norma, en principio vigente, del pasaporte covid. Repetimos: los hay que lo piden. Aunque la contundencia de otros al responder pesa demasiado. Aquí va un ejemplo:

-¿Está pidiendo el pasaporte covid a los clientes para entrar al comedor?

-Ni me lo planteo, ni amago. Es que no se me pasa por la cabeza. Algún cliente que viene lo enseña y por mí, perfecto. Pero yo no hago de policía ni pienso mandar a nadie a su casa a por ello si no lo trae.

«La gente no entra en los comedores y la mayoría no sabe que hace falta el certificado», explican en un restaurante

Se pida o no, la norma, los temores al contagio o a las multas y, sobre todo, las dudas, tienen un efecto. Lo más normal ayer era ver terrazas llenas y comedores interiores prácticamente vacíos. «¿No tienes sitio en la terraza?». Lo típico. También resultaba una excepción encontrar a algún crío en los locales (ellos es raro que tengan el pasaporte, salvo que cuenten con una PCR reciente o hayan superado la enfermedad en los últimos meses). «Es que la gente no entra. Y de los pocos que sí, alguno lo trae directamente en el móvil, otro ha ido antes a casa a por ello porque no lo traía y muchos, la mayoría, no saben que hace falta», explica Marta Roales, en El Castellano, en la calle Burgos. Ayer le pasó de todo al solicitarlo. Unos cuantos que le preguntaron: «¿Pero no lo habían quitado?». Muchas dudas entre los clientes. Eso es lo que dicen casi todos. Y hasta unos turistas que hablaban de «las cosas raras que hacéis aquí». Los más perdidos en cuanto a las normas que están vigentes o no.

Más respuestas

«Lo estamos pidiendo desde que hemos abierto esta mañana. Porque no queremos correr riesgos que nos puedan traer algún perjuicio. Es complicado. Es el pasaporte, es el registro, una hoja por cada mesa, con su bolígrafo, su desinfectante... Como nos dijo Sanidad que tenía que ser. No sé qué consecuencias tendrá todo esto, pero, para nosotros, de entrada, negativas. Ya ha habido dos clientes por la mañana que se han negado a enseñar el pasaporte porque les conocemos de siempre. Y se han ido. Tal cual», explica Roales, que a eso de la una no tenía todavía reservas para el comedor de la primera planta de su local (el día anterior sí que tuvo mesas). Todo, hasta ese momento, en la terraza. «Estoy un poco desconcertada con esto», dice sobre todo lo sucedido en las últimas jornadas. Cambios, recursos, decisiones... Y todavía pocas certezas en el horizonte.

«Sí que los estamos pidiendo. Pero a los que ves ahora dentro son todos habituales y ya sabemos que lo tienen, que están vacunados. No se lo pedimos cada vez que entran al bar», explica Luis Eduardo Ladino, del café bar Dublín, en Vargas, mientras señala a clientes del barrio. Todos conocidos.

«Nos parece bien que nos pidan el teléfono, los datos para el registro y el pasaporte. No tenemos ningún problema», comentan dos clientes sentados a la mesa de un restaurante del Barrio Pesquero. Son los únicos en el interior porque el resto elige la terraza.

Más calles en el recorrido -entre algo antes de la una y las tres por Santander-. Que si aún no ha entrado nadie al comedor pero sí pienso pedirlo, que si «estamos en parmanente contacto con Hostelería», que si «de momento no, hasta ver en qué queda al final la cosa», o que, aunque sí que lo están recordando para las reservas, «no vamos a dejar fuera al niño pequeño si está comiendo la familia dentro».

Se pida o no, la imagen general ayer era la de terrazas llenas y comedores interiores prácticamente vacíos

Pero otros hosteleros -«te digo la verdad, yo no lo estoy pidiendo»- lo tienen claro. «Me acaba de decir un cliente al que acabo de visitar en otra zona que si le ponen la multa se gastará el dinero en el abogado para recurrirla», cuenta un proveedor (otro de los sectores más afectados por todas las medidas) en la puerta de otro local. Sabe de lo que habla porque se pasa el día recorriendo establecimientos. Y considera que «no lo está pidiendo casi nadie». Es más, en un grupo de amigos en una terraza uno comentaba con cierto asombro que le habían preguntado para una reserva por teléfono de cara al fin de semana si estaba vacunado.

«¿En serio? ¿Dónde?». Esa fue la respuesta.

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