
María Esclapez
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María Esclapez
El libro 'Tú eres tu lugar seguro', escrito por la psicóloga María Esclapez (Elche, 1990) y editado por Bruguera, es un manual sobre el amor ... propio, el apego y cómo detectar a las personas que sirven como refugio. Este texto práctico y teórico para alcanzar la felicidad ha conectado con la audiencia desde que se publicó en febrero y tras el éxito de ventas que obtuvo su anterior libro, 'Me quiero, te quiero'. «Su lectura ayuda a reconciliarnos con nuestro pasado para ser felices en el momento presente», explica su autora, que presentará esta tarde su obra, a partir de las 19.30 horas, en el Ateneo de Santander.
-¿Cada vez hay más gente que necesita terapia?
-En general, tengo la sensación de que cada vez hay más interés en la sociedad por darle importancia a la salud mental y creo que ha coincidido con la pandemia. Al menos a mi alrededor, la gente se ha concienciado de que hay que cuidar no sólo la parte física de la salud, sino también la mental.
-El libro habla de la importancia de conocer qué tipo de apego tenemos. ¿A que se refiere exactamente esa palabra?
-El apego es la manera en la que cada uno nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Es la forma en la que establecemos las relaciones íntimas y se adquiere en la infancia para la supervivencia. Si hemos aprendido a relacionarnos con ansiedad o desconfianza, esto condicionará mucho la vida adulta y nuestras relaciones. Al ser algo aprendido, no se trata de una patología o un trastorno y se puede aprender otra forma de relacionarse más sana. Son patrones adquiridos y, según la Teoría del Apego del psiquiatra y psicoanalista John Bowlby, existen cuatro tipos: apego ansioso, evasivo, desorganizado y seguro.
-¿Cuánto tiempo se tarda en desaprender aquello que llevamos más de 30 ó 40 años repitiendo?
-La media para cambiar el tipo de apego con el que te relacionas está en cuatro años y requiere de terapia individual para trabajarse a uno mismo mediante la introspección y una parte experiencial para demostrarle al cerebro que existen otras fórmulas para relacionarse sin castigo.
-¿A qué se refiere 'sin castigo'?
-Los apegos son modelos que se adquieren en la infancia. Muchos de nosotros asociamos determinados comportamientos a una posible consecuencia o castigo, que no se va a producir, pero es una creencia arraigada en nosotros desde la niñez. Si una persona presenció muchas discusiones de sus padres, puede que asocie el diálogo a la discusión y esto le lleva -en su etapa adulta- a creer que hablar es malo y por ello evita conversar y dar su opinión como un recurso, mal aprendido, para no tener conflictos. O si cada vez que hablabas de niño te cuestionaban o te controlaban, tampoco vas a ser un adulto comunicativo.
-¿Por eso surge la necesidad de volver al pasado a revisar estos patrones?
-El libro incluye ejercicios prácticos para reconciliarnos con las heridas de la infancia. Pero se hace desde la perspectiva de que el pasado sólo sirve para comprobar lo que has aprendido de aquella experiencia, atar cabos y mejorar tu presente y afrontar el presente de otra manera, pero no sirve para nada más. Es muy importante aprender a soltarlo y pasar página. A menudo el pasado nos tiende trampas y quiere volver, pero revivirlo no sirve para nada.
-¿Cuáles son los comportamientos tóxicos más introducidos?
-Existen muchos comportamientos tóxicos que dañan las emociones y minan la autoestima de parejas, hijos, familias, y que están totalmente normalizados, e incluso, romantizados. Destacaría la 'ley del hielo' o el 'ghosting', manipulaciones mediante el castigo, en este caso, ignorándote o mostrando total indiferencia para conseguir manipularte y que te sientas no válido. Este comportamiento se hace desde la ira del sujeto que lo inflige y es muy tóxico para el que lo sufre.
-El libro incluye pasajes contados en primera persona de situaciones personales.
-Me gusta incluir mis propios aprendizajes, tanto casos que tengo en consulta como hablar de mí misma. Creo que es una manera de empatizar y de la que todos podemos aprender. Hace tiempo yo creía que los psicólogos no podíamos tener problemas. Sin embargo, una cosa es conocer las herramientas y otra la práctica. No somos dioses de otro mundo que lo tengamos todo bajo control y me alegro de que en esta profesión mostremos cada vez más nuestra vulnerabilidad. Tenemos que aprender a ser más compasivos con nosotros mismos y preguntarnos: ¿hablarías como te hablas a ti mismo a alguien a quien quieres?
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