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JOSU GARCÍA y SERGIO LLAMAS
Jueves, 2 de diciembre 2021, 10:12
Misael Centeno tenía su vida planificada. Su objetivo era trabajar tanto como pudiera durante cinco años en España para regresar a Nicaragua con su esposa, maestra de escuela, y su hijo de siete años, al que bautizó Neymar por su gran afición al Barça. ... Pero en la madrugada del pasado domingo, sus planes se frustaron de golpe. Su cadáver apareció el martes flotando en el río, en la localidad de Ramales, tras haber tenido un altercado en un bar de Carranza. Un incidente que ahora investiga la Ertzaintza.
Los primeros exámenes no han podido determinar si su muerte fue o no violenta, según ha podido saber este diario de fuentes cercanas al caso. Los forenses seguirán con su trabajo en los próximos días, con nuevas pruebas. El cuerpo de Misael, que tenía 31 años y era ingeniero agrónomo de formación, se encontraba en un avanzado estado de descomposición y tenía golpes por todos los lados. Los expertos no pueden precisar por ahora si estas contusiones fueron provocadas por una agresión o son fruto de que fue arrastrado por unas aguas embravecidas por las intensísimas lluvias de los últimos días.
Manifestación el sábado
Al joven nicaragüense se le perdió la pista en la madrugada del domingo. Un testigo ha declarado que varios hombres se lo llevaron a la fuerza de un bar de Ambasaguas, advirtiendo de que lo iban a tirar al río. «Esto no puede quedar impune. Le han matado, consciente o inconscientemente. No puede quedar así», repetía ayer Rosa Rugama, amiga de Misael. Ella estuvo con el joven hasta 10 minutos antes de su desaparición. «Estuvimos bailando en mi bar (situado a pocos metros del local en el que se produjo el altercado). Fue irse al otro sitio y empezar los problemas». Misael estaba «tranquilo» y «disfrutando» cuando le vio por última vez. El domingo era su único día libre. Desde marzo trabajaba y vivía en una explotación con cerca de un centenar de vacas en Villanueva de Presa.
La sensación ayer en Carranza era de abatimiento e indignación. 'Pedimos Justicia'. Ese será el lema de una manifestación que se ha convocado en Concha (17.00 horas del sábado) para protestar por la muerte de Misael, que antes había vivido un tiempo en Durango, donde también reside su hermana Sara, que está abatida. «Era muy buena persona y muy trabajador», decía casi entre sollozos. «Su única intención era estar muy pronto con su familia. Le gustaba mucho el Barça y jugar al fútbol. En Durango estuvo en una liga. También le encantaba conocer sitios nuevos». Sus allegados esperan que la Ertzaintza lleve a buen puerto sus indagaciones.
Misael había ejercido de albañil en Durango. Allí también trabajó en otra explotación ganadera, una labor para lo que estaba sobradamente cualificado. De hecho, en su país de origen se había sacado el título de ingeniero agrónomo. «Estudié con él desde niño y siempre fue un joven bastante emprendedor y muy dedicado a su familia. Trabajamos juntos en una ONG, Inprhu Somoto, y fue presidente de la Cooperativa Multisectorial Jóvenes Constructores de Madriz», detalló ayer la principal amiga de la familia en Bizkaia, Vilma Carazo.
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Colecta para repatriarlo
Ayer Vilma acompañó a la hermana de Misael a Santander, donde realizan la autopsia de su cuerpo, ya que apareció muerto en la localidad cántabra de Ramales. Esperan que les sea devuelto la semana que viene. Sus allegados se mueven ya para organizar una colecta que permita repatriarlo a su país. «Imagínate que siendo un profesional, un ingeniero, te vengas a trabajar aquí de lo que te salga, porque lo único que quieres es emprender, y que te ocurra esto. Él era un chaval muy activo y muy sociable. Ha sido un gran apoyo para mucha gente», defendió la mujer, que también confió en que «se haga justicia» tras lo ocurrido.
Le gustaba viajar pero, desgraciadamente, la irrupción de la pandemia no le permitió recorrer España como le hubiera gustado. Sus compañeros de trabajo también destacaron su faceta trabajadora y el hecho de que nunca daba problemas. Residía sólo, en una vivienda de gran tamaño junto a la explotación, en una zona elevada y de viviendas dispersas, y no hace mucho había ayudado a encontrar un trabajo cerca de él a un amigo de su país. «Tenía varios conocidos y cuando le sucedió la desgracia debía estar con amigos», explica uno de sus compañeros, que prefirió no dar su nombre. «Él estaba muy bien integrado. Se hablaba con unos y con otros. Era un tío honrado con el trabajo, muy cariñoso y que nunca daba problemas», le describió. A los compañeros que eran naturales de Bizkaia no tenía problema en contarles que había venido por la falta de oportunidades laborales donde vivía. «Contaba que allí cobraban una miseria. Por eso quería ganar lo que pudiera para volver», explicó el hombre.
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