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La historia de la humanidad puede verse como un continuo esfuerzo por dominar la geografía, con mayor o menor fortuna. Por eso muchos temas que ... tienen que ver con la gestión de la madre tierra son recurrentes. Nosotros conocemos en Cantabria uno ya clásico: la manera de conectar sus grandes estuarios y rías con el territorio de la meseta. Desde los primitivos senderos fluviales a las civilizadas calzadas romanas, hay un hilo conductor que lleva hasta el actual proyecto del tren de altas prestaciones, caballo de hierro con wi-fi.
En su libro 'Viajes por España', expone el escritor realista granadino Pedro Antonio de Alarcón su viaje de Madrid a Santander en agosto de 1858, cuando no estaba completo aún el trayecto ferroviario. En diligencia tardó de la capital de España a Valladolid 23 horas, algo que hoy el AVE hace en 50 minutos. Y el ferrocarril empleaba dos horas de Alar del Rey a Reinosa, donde terminaba la vía. Aquí tomó Alarcón otra diligencia que lo bajó hasta Los Corrales de Buelna.
Grande fue su fascinación andaluza ante el paisaje verde del valle y de los vecinos montes henchidos de vida silvestre. Era su primera vez ante el verdor de la cornisa. Y ante la mujer norteña: no deja Alarcón de observar el contraste entre la mujer montañesa y la de Andalucía. Describe a la andaluza como «reina de su casa, petimetra y holgazana a expensas del sudor del marido»; en cambio, en la provincia santanderina la mujer lleva «la parte más dura de los trabajos». «Ella ara, ella siembra, ella coge, ella guía el carro, guarda las vacas y sufre todos los rigores de la intemperie. De aquí el verlas feas, sucias, andrajosas, con el cuévano a la espalda y el niño dentro, encorvadas contra la tierra, sin aliño alguno en su traje ni en su tocado, mientras el hombre se pasea ufano y compuesto, colorado y robusto, ocupado en pescar o en llevar sus reses a las ferias… ¡Triste condición la de un pueblo que no rinde culto a la hermosura y donde el amor no se levanta sobre el egoísmo!», lamenta el autor de Guadix. Esta impresión se la confirma la austeridad del baile de San Roque en Somahoz, al solitario son del pandero: «Ni sonrisas, ni rendimiento, ni obsequiosos mimos; nada hay en esta danza que se parezca al fandango, a la jota valenciana o a los bailes gallegos».
El texto de este viaje rescata para la posteridad el accidente que sufre el convoy ferroviario en su viaje inaugural desde Santander a Los Corrales. Un descarrilamiento en Las Caldas acaba con la vida del ingeniero inglés Alfred Jee y, al día siguiente, con la de su hermano Moreland, malherido en la tragedia. La 'Crónica de la provincia de Santander' de Manuel de Assas informa de que el infortunado Alfred había llegado a Santander en el vapor 'Heredia' en enero de 1852. Al poco se daba comienzo a las obras con una ceremonia no tan distinta de las actuales: «El lunes 3 de mayo se realizó la solemne inauguración de las obras de la ferro-vía en Santander, con insuperable entusiasmo de todos los habitantes y forasteros que se hallaban en la ciudad, y asistiendo a ella S. M. el rey, el ministro de Fomento, otros dignatarios y autoridades, corporaciones, comisionados y empresarios, e inmensa multitud compuesta de todas las condiciones sociales. Celebrose tan fausto acontecimiento con fiestas verdaderamente regias durante los días 2, 3 y 4».
El primer tren Los Corrales-Santander llega un sábado 23 de octubre de 1858 con 6.000 arrobas de harina. No es hasta el 8 de julio de 1866 cuando quedará definitivamente abierta toda la línea Santander-Alar. Pero aquella primera accesibilidad era ya interesante: la reina Isabel II, su familia y algunos ministros disfrutaron en Santander la temporada de baños veraniegos de 1861.
En una guía del viajero de 1867, ya se señala: «El viaje de Santander a Madrid se hace con mayor comodidad y rapidez por el ferro-carril que partiendo de dicha ciudad y pasando por Alar del Rey empalma en la venta de Baños con la línea general del Norte». Si alguien quería ir a Asturias, era más complicado: «Los viajeros que van a Gijón deben apearse en Torrelavega, donde encontrarán carruajes que los conduzcan a aquella ciudad».
La conexión del mar cántabro con la meseta siempre ha despertado visiones grandiosas. La 'Memoria sobre el proyecto del ferro-carril de Santander a Alar del Rey, denominado de Isabel II' cita las palabras del ministro de Hacienda en una sesión de 1849 en el Senado: «Un camino de hierro que partiendo de Santander pusiera en comunicación este punto con el canal de Castilla, ¿no podría llevar nuestros trigos a Inglaterra en competencia con los de Odessa?». También mencionaba el ministro Alejandro Mon cómo, por la dificultad de exportación, la mitad de la ribera del Tormes en Salamanca quedaba sin cultivo. Es decir, la conexión de la producción castellana con el mercado británico fue razón principalísima de la construcción del ferrocarril Santander-Alar. Las bocas inglesas pondrían en movimiento las manos castellanas. El caballo de hierro, diríamos recurriendo a la mitología, se transformaría en un alado Pegaso que haría volar la economía española hasta los cielos de la prosperidad.
Hay un fondo de verdad en tales expectativas: existe una relación entre la intensidad del comercio y la comunicación entre los mercados. Entre otras funciones, los puertos cantábricos cumplen la de anudar los mercados de la Europa atlántico-báltica y del centro ibérico. El avión hizo que este papel perdiera relevancia en cuanto a transporte de personas; pero no lo ha hecho respecto del intercambio de mercancías, pese a las autovías: ferrocarril y buque siguen ofreciendo economías de escala muy interesantes, aún más desde la óptica ambiental. La historia de Cantabria sería difícil de contar haciendo abstracción de estas sucesivas victorias sobre la geografía. Y aunque hay mucho asunto en ciernes, lo ferroviario es la tapa del siguiente tomo de la biografía cántabra. Las regiones vuelan en tren.
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Ana del Castillo
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