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No es una leyenda urbana, como tal, pero si hay un relato mítico y legendario en España es el de la batalla de Covandoga y la figura de don Pelayo. Tanto que se ha identificado en diversas épocas con el mito fundacional de la España actual, aunque hay tantos Pelayos como épocas ha conocido la historia de los diferentes reinos ibéricos a los que se ha asociado la imagen, hasta llegar a la España actual.
Si lo que hubo en Covadonga fue una batalla como tal, una escaramuza, una revuelta para no pagar impuestos o cualquier otro suceso parece difícil de conocerse nunca. Apenas han quedado testimonios escritos de aquella época y tanto la batalla en sí como la figura del caudillo asturiano están envueltas en una densa niebla y en las diferentes capas que les aplicaron distintos regímenes e interpretaciones, según su interés.
Poco se sabe del personaje de Pelayo. Poco más que fue un caudillo del siglo VIII, que participó en la batalla de Covandonga (referida por fuentes cristianas y musulmanas, aunque con diferentes perspectivas) y que reinó en un territorio que alumbró el Reino de Asturias desde 717 hasta su muerte en 738 en Cangas de Onís.
Ni siquiera su origen está claro. Se ha apuntado a una procedencia visigótica, astur e incluso hispanorromana, y según la época, zona e incluso ideología se ha puesto especial énfasis en alguna de las vertientes o posibilidades.
Sí que resulta evidente que el conocido actualmente como Real Sitio de Covadonga está en el Principado de Asturias, y una de las pocas certezas que se tiene sobre su biografía es que murió en la citada Cangas de Onís, donde había fijado su corte. A partir de ahí se construyó el relato de la Reconquista, término ahora en revisión, y se le vinculó a la nación española y al catolicismo (según el contexto con más énfasis en la una o en el otro) para establecer un nexo de unión entre el antiguo reino visigótico y el nuevo proyecto que se estaba construyendo desde el Cantábrico en respuesta a la invasión musulmana. En última instancia, su figura emparentaba así a la España moderna con los reyes godos.
Pero más allá de todas esas interpretaciones y perspectivas de un debate historiográfico todavía abierto, la figura de Pelayo se ha identificado siempre con Asturias, por mucho que el concepto altomedieval de territorios y reinos no tenga absolutamente nada que ver con el actual. De hecho, en ese esfuerzo por vincularle con la herencia gótica se le relaciona con los últimos reyes, Witiza y Rodrigo, pero siempre se le ha considerado un héroe nacional con carta de naturaleza asturiana.
Son embargo, también existe un versión que le reclama para Cantabria. Porque existe una leyenda, o quién sabe si una historia real que ha sobrevivido al tiempo, porque los siglos transcurridos y la escasez de fuentes impiden cotejarlo, de que Pelayo, a quien se identifica con diferentes variaciones de su nombre según el documento, era en realidad de Cosgaya, un pequeño pueblo de Camaleño de menos de un centenar de habitantes donde tiene una estatua desde 2011. Y, por lo tanto, cántabro. Aunque aquí se choca de nuevo con la evidencia de que la Cantabria que hoy conocemos no se puede identificar, como cualquier otro territorio, con aquella realidad medieval.
El origen cántabro de Pelayo enlaza a la perfección con la figura de su contemporáneo Pedro, duque de Cantabria, De hecho, su hijo, –y yerno de Pelayo– llegó a reinar en Asturias con el nombre de Alfonso I tras la muerte de su cuñado, Favila. También casa con la escaramuza, segunda batalla o argayo que ya en territorio de la actual Cantabria afectó a las tropas musulmanas poco después del episodio de Covadonga.
El debate sirvió incluso para que en 2021 los presidentes asturiano, Adrián Barbón, y cántabro, Miguel Ángel Revilla, reivindicaran para sí la figura en un encuentro de líderes autonómicos del norte celebrado precisamente en Liébana. De una u otra manera ambos trataban de acercarse a un personaje histórico y de gran relevancia en el relato de la construcción nacional española.
Fuera de Cosgaya, un noble visigodo exiliado que huía de la presión musulmana, un astur o un hispanorromano, lo que está claro es que la figura de Pelayo ha servido para construir una crónica –o muchas– de la que resulta complicado encontrar sus verdaderas raíces, con lo que cualquiera de las hipótesis tienen visos de verosimilitud. Otro asunto es que se puedan demostrar sin ningún tipo de duda, pero eso ya es una tarea distinta y, probablemente, sin ninguna solución indiscutible.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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