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Ve la vida a través de la música. Y esa querencia se ha transmitido siempre a su labor sembrada de iniciativas docentes, académicas y creativas, algunas pioneras en los terrenos de la formación y la excelencia, bajo el paraguas del mecenazgo. En los últimos años ... ha gestionado los retos de sostenibilidad y cambio que dejó inevitablemente la pandemia en el camino. Paloma O'Shea (1936), presidenta de la Fundación Albéniz, pone el visto bueno con nota alta a la edición recién clausurada del Encuentro de Música y Academia de Santander que forma parte del ADN del verano cultural. En perspectiva, la Escuela de Música Reina Sofía afrontará en los próximos años una ambiciosa ampliación en su sede madrileña. Pero la formación de los jóvenes músicos sigue siendo su tarea esencial. Crítica con el sistema educativo, Paloma O'Shea se muestra convencida de que todos los factores implicados han empeorado a la hora de integrar lo musical en las aulas.
El pasado año, tras cumplir medio siglo de historia el Concurso Internacional de Piano, uno de sus proyectos más celebrados, anunciaba su adiós. «LLegó el momento de cerrar el ciclo», aseguró en otoño. «Creo que en este tiempo hemos logrado muchas cosas. Hemos ayudado a centenares de pianistas, hemos promovido la música de piano y el Concurso se ha situado entre los primeros del mundo, como considera la propia Federación Mundial». Partidaria de no desvelar nuevos rumbos hasta consolidar los pasos, avanzaba entonces que el trabajo de la Fundación se iba a centrar en ayudar en su desarrollo a los jóvenes músicos de gran talento, no solo a los pianistas, y acercar el beneficio de la música a todos, con los programas de la Escuela Reina Sofía, el Instituto Internacional de Música de Cámara y el Encuentro de Santander. En su primera entrevista tras despedir al Concurso confirma que estudia nuevas vías, pero elude concretar.
–Tras la pandemia y las lógicas dudas e inquietudes, se ha vuelto a un proceso de normalidad, pero que ha implicado la búsqueda de nuevos caminos. ¿El Encuentro necesita una renovación del exitoso modelo de aula y escenario?
–Naturalmente, hay que estar siempre dispuestos a innovar donde las circunstancias lo aconsejen, pero ya sabe lo que dicen los ingleses: si no está roto, no lo arregles. Creo que hay que seguir avanzando en la línea actual que, por otra parte, cuenta con el favor del público, que llena la mayoría de los conciertos.
–¿Qué balance traza de esta edición del Encuentro que acaba de clausurarse?
–Estoy muy satisfecha con el resultado y muy orgullosa de todos los que han hecho posible esta edición. La programación ha sido original y novedosa y los músicos, tanto los jóvenes como los profesores, han tocado a un fantástico nivel. A los conciertos de este Encuentro uno ha podido ir sin necesidad de mirar el programa, seguro de que le esperaba algo interesante. Felicito al director artístico, el maestro Péter Csaba que, además, ha brillado a gran altura dirigiendo 'Muerte y transfiguración' de Strauss, el Bolero de Ravel y El retablo de Maese Pedro de Falla. Disfrutamos también de una pequeña joya: el estreno del Divertimento concertante en fa de Antoni Ros Marbà, que dirigió él mismo. Esta obra es el fruto del encargo hecho a Marbà dentro del programa 'Música para una Escuela', en el que han participado los mejores compositores internacionales.
–Desde dentro, ¿qué conclusiones pueden extraerse sobre la evolución del nivel de los jóvenes músicos en estos años?
–Yo, en eso, no puedo ser más optimista. El nivel de los jóvenes músicos no hace más que crecer. En España y en todas partes. Una de las razones del éxito del Encuentro es, precisamente, la labor de selección de los participantes que hace el maestro Csaba por audición en las principales escuelas de música de Europa.
–Este año se ha hecho hincapié en las figuras de Alicia de Larrocha y Dmitri Bashkírov. ¿Cómo define a ambos músicos?
–Son dos gigantes de la historia universal del piano. Alicia de Larrocha fue la gran señora del piano en todo el mundo. Sobre todo, en Estados Unidos, donde la adoraban. Es una pena que, en España, no se la reconociera lo bastante. Era, además, una persona generosa y noble. Aunque la invitaban a todos los concursos importantes, no quiso nunca ser miembro del jurado, por no tener que eliminar a ningún concursante. Finalmente, aceptó presidir el jurado del Concurso de Santander, pero sin participar en ninguna votación. ¡Y qué decir de Dmitri Bashkirov! En Santander es bien conocido, porque participó más de una vez en el Encuentro y en el Concurso. Le echamos mucho de menos, aunque nos ha dejado como legado un verdadero tesoro: Stanislav Ioudenitch, su alumno más destacado, que va camino de convertirse, como él, en el mejor profesor de piano del mundo, si no lo es ya. En este Encuentro, Ioudenitch nos dejó asombrados con su interpretación del Concierto para la mano izquierda de Ravel. Junto a Alicia y Bashkirov, hemos homenajeado a Mariano Linares, presidente durante tantos años de su periódico, entregándole la Medalla de Honor de la Fundación Albéniz. Mariano convirtió El Diario en un factor de cohesión de la sociedad cántabra. Es, además, un pilar clave de nuestro proyecto cultural.
–El Encuentro es una de las señas de identidad del verano cultural en Cantabria. ¿Considera que, en cierto modo, puede adquirir mayor peso y notoriedad a la hora de sustituir la huella del Concurso de Piano?
–Son cosas distintas. El Encuentro, que, desde el principio, hace 23 años, promovemos conjuntamente con el Gobierno de Cantabria, tiene personalidad y dimensiones propias, además de su propio tiempo, el mes de julio, justo antes del Festival Internacional del que somos complementarios. En todo caso, siempre estamos atentos a la oportunidad de crecer en algún sentido.
–Sigue creyendo en el poder transformador de la música. ¿Ve signos y señales de que el sistema educativo en España refleja la conciencia de ese valor?
–Estoy absolutamente convencida de que la música tiene la capacidad de emocionar a las personas a un nivel muy profundo y predisponerlas a la empatía y la convivencia. De ahí el trabajo que venimos haciendo desde hace medio siglo para promover la música. En cuanto a la educación general en España, no veo que se mueva en esa dirección, sino en la contraria, porque cada vez hay menos presencia de la música en los colegios e institutos. Es una pena, porque, si se la presenta a los jóvenes adecuadamente, con la máxima calidad, la música tiene un enorme valor formativo.
–La Escuela Reina Sofía ha incorporado la cesión gratuita por parte del Inaem del edificio de la calle Requena. ¿Puede ser un salto cualitativo definitivo para liderar en Europa los centros de alta formación musical?
–Nuestro objetivo no es ser líderes, sino contribuir cada vez más intensamente junto con las demás escuelas al progreso de la educación y la cultura musical. De hecho, nos alegramos mucho de los éxitos de los colegas, porque se trata de que la música tenga cada vez más calidad y más presencia en las personas y en la sociedad. La cesión nos abre muchas posibilidades en ese sentido, por lo que agradecidísimos al Inaem. No hay mejor sitio para crecer que en la casa de al lado. También es verdad que la reforma y adecuación del nuevo edificio representan un reto enorme de planificación y financiación.
–El próximo curso se abordarán las audiciones para la Cátedra de Dirección de Orquesta 'Zubin Mehta'. ¿Cree que se convertirá en referencia internacional?
–Todo apunta en esa dirección. Tenemos al gran profesor del momento, el maestro Nicolás Pasquet, que hizo de Weimar la mejor escuela de dirección de orquesta, de la que salió, por ejemplo, David Afkham, el actual titular de la Orquesta Nacional de España. Contamos, además, como profesores adjuntos, con dos directores españoles jóvenes de enorme talento: Jordi Francés para la ópera y Miguel Ángel García Cañamero para el coro. Es clave el apoyo que tiene la Cátedra de la gran mecenas internacional de la música, Aline Foriel-Destezet. Es una garantía de futuro y una fuente inicial de prestigio, porque ella solo patrocina proyectos musicales muy selectos.
–En perspectiva, ligadas o no al Encuentro, ¿plantea ya iniciativas que potencien novedades en el mundo musical?
–Como sabe, la Fundación Albéniz tiene un vínculo muy fuerte con Cantabria, tanto con la sociedad civil como con su Gobierno. A fin de cuentas, aquí empezó todo, hace ya más de medio siglo. Una vez completado el ciclo del Concurso Internacional de Piano de Santander, estamos valorando varias opciones de nuevas actividades. Algo haremos, trabajando codo con codo, como siempre, con la Administración pública y la sociedad civil, porque soy partidaria de la colaboración público-privada, pero es pronto para poder decirle cuándo ni en qué dirección.
–Todos sus proyectos, muchos pioneros, están marcados por el objetivo común de la calidad. ¿Qué otros valores reivindica?
–La calidad es clave. Sin ella no vamos a ninguna parte, pero no es suficiente. Hace falta, además, un propósito, un enfoque hacia lo que Falla llamaba «la bella utilidad social de la música». Buscamos constantemente avanzar en valores como la justicia, la inclusividad y la diversidad y hacemos lo posible porque nuestros alumnos se conviertan en embajadores de la música y se conciencien de la responsabilidad social que han asumido al elegir esta maravillosa profesión.
–¿Se ha visto menguado de algún modo el mecenazgo tras la pandemia?
–Al contrario. Encontramos a los mecenas aún más convencidos de la necesidad de su labor. Creo que la pandemia puso de manifiesto la importancia de la música y, en general, la cultura en la vida de las personas.
–¿Cree que la sociedad ha asumido un mayor entendimiento de la cultura como factor esencial de la vida?
–Creo que sí. Creo también que, aunque todo suma y es, en principio, valioso, no debemos bajar la guardia en cuanto a la exigencia estética de lo que hacemos. Mi experiencia me dice que el impacto de la música en las personas y en la sociedad es mayor cuanto más auténtica y más creativa es su composición e interpretación.
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