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Antes de que la rampa levadiza del ferri 'Galicia', procedente de Portsmouth (Reino Unido), se posara sobre el suelo del Puerto de Santander todos los camiones que esperaban en su interior llevaban un rato con el motor encendido. El barco llegó puntual a las 14. ... 30 horas, pero se notaba que había ganas de salir, volver a casa y «olvidar la odisea». Luego se produjo la estampida:los 108 transportistas en sus camiones, primero, y los 87 pasajeros en sus turismos, después, abandonaron el barco entre bocinazos de alegría y muestras de júbilo desde la ventanilla –entre tanto, un equipo de limpieza subía a bordo para encargarse de la desinfección–.
El alborozo en medio de la lluvia rozó la épica en los primeros comentarios de los transportistas. «Pensé que nunca llegaríamos. Mi familia, mis amigos... Pensé que no los vería esta Navidad. Al fin estamos aquí. Lo conseguimos», expresaba un triunfante Luis Carlos Ferreira, uno de los muchos camioneros que encarnó la euforia de este miércoles.
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Iñigo Gurruchaga
Esa sensación a caballo entre el agotamiento, la satisfacción y la confusión la comparte Ainhoa Gómez García, santanderina residente en Mánchester desde hace nueve años. «El barco estaba vacío», resumió la estilista a quien, en las 28 horas de viaje, le costó encontrar a más de media docena de pasajeros en una misma zona de la embarcación. Gómez esperaba que con ella estuviera a bordo su marido, Damian James, de nacionalidad inglesa, pero éste se tuvo que quedar en Portsmouth por no poseer ni el pasaporte ni la residencia española. «Y con él unos cuantos ingleses más», apostilló la santanderina, resignada por el cambio de planes de última hora: «Pasaré la Navidad con mi familia, pero sin mi marido. Este año ha sido una locura. Pensé que me quedaba en Mánchester».
La «montaña de sensaciones» era muy notable entre los recién llegados. Lo primero que dijo Jesús García, transportista de Alicante, era que se sentía un privilegiado. «Todavía me queda carretera, pero ya hemos hecho lo más difícil. Hemos tenido suerte. Hay otros que no han podido volver», se acordaba el valenciano aún al volante, antes de atravesar el control que las autoridades había dispuesto en las dependencias portuarias.
En un asunto parecían coincidir todos. «¿Que si me han pedido la PCR? Qué va». Desde los camioneros hasta las personas que venían a pasar las fiestas negaron que se les solicitara la prueba para subir a bordo en el puerto de Portsmouth. Ainhoa Gómez no podía evitar mostrar su indignación en ese sentido. «Me he gastado 130 libras en una PCR negativa para nada. Nadie me la ha pedido para subir al barco. Tanta palabrería para al final nada de nada», manifestó la cántabra. Antes que ella, diferentes conductores corroboraron esa misma versión. «Me han tomado la temperatura aquí, pero ahí nada de nada», coincidieron uno tras otro los camioneros que enfilaban la recta final de las instalaciones del Puerto de Santander.
Donde fue «un día agotador», como definía uno de los operarios que coordinaba la llegada de los automóviles. «Desde marzo», cuando el Gobierno de España decretó el estado de alarma, «no había visto semejante locura».
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