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Quienes cobran algún tipo de pensión contributiva verán en el pago de este mes de enero un incremento del 8,5%, la mayor subida en los últimos quince años. Y también más del doble de lo que incrementarán los salarios negociados en Cantabria para el ... mismo periodo, que lo harán un 3,7%, según las cifras emanadas de las negociaciones salariales realizadas durante el año pasado. La diferencia con las subidas de las pensiones no contributivas es aún mayor. Quienes reciben alguna de las no contributivas, verá un aumento del 15% respecto a los ingresos del pasado año, cerca del triple de lo que lo harán los salarios.
Estas subidas salariales pactadas llegan con una inflación del 5,8% al cierre del año, por lo que, de forma general, el conjunto de los trabajadores en Cantabria pierde poder adquisitivo en cerca de dos puntos porcentuales frente a quienes cobran alguna pensión, que ven compensada, de alguna manera, la subida generalizada de los precios de productos básicos, suministros y energía.
Esta diferencia de cinco puntos porcentuales entre trabajadores y pensionistas deja en desventaja a una gran parte de los primeros. Durante 2022, se pactaron subidas salariales que afectan a más de 100.700 empleados cántabros, el 40% del total de trabajadores de la comunidad, que según la EPA del tercer trimestre del pasado año suponían 254.600 personas.
El pasado año, marcado por la conflictividad laboral en sectores punteros de la comunidad, como el metal, llevó a que los convenios sectoriales fueran los líderes en las negociaciones colectivas. Y este aspecto se nota también en las subidas salariales: en el caso de los sueldos marcados por convenios sectoriales, donde se concentra el grueso de las personas trabajadoras, el incremento fue del 3,71%, frente a las subidas logradas en los pactos empresariales, donde se quedaron en el 3,22%.
Los trabajadores cántabros, sin embargo, no se encontrarán en la peor posición de España. La subida salarial cántabra es la quinta mejor por comunidades autónomas y casi un punto porcentual por encima de la media, que se situó en el 2,95% con datos anuales acumulados, aunque aún provisionales, referidos a finales de noviembre.
Las negociaciones llevadas a cabo durante 2022 han posibilitado que se estabilice el poder adquisitivo de pensionistas y de buena parte de las personas trabajadoras, aunque la evolución temporal histórica deja unos incrementos también desiguales entre ambos grupos: mientras los salarios han crecido un 27,8% desde 2006, las pensiones de jubilación lo han hecho un 68,1% en el mismo periodo, aunque desde CCOO, su secretaria general, Rosa Mantecón, apunta que «no hay lugar a comparativas entre asalariados y pensionistas» ya que este año los segundos «recuperan la pérdida del poder adquisitivo relativo a 2022, pero no todo lo anterior», cuando las subidas de las pensiones eran de un 0,25% cada año y dejaba los avances de este colectivo «casi congelados».
La pensión de jubilación media se sitúa en 1.266,13 euros en Cantabria, frente a los 2.059,75 de los salarios medios en la región, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística.
Dentro de las estrategias para controlar el precio del dinero están la de subir los salarios y, por otra parte, controlarlos para evitar que la inflación siga en aumento. Los sindicatos cántabros son claros en este punto y desde UGT Cantabria denuncian, con el análisis del IPC en la mano, que casi el 84% de la subida de la inflación se debe «a los márgenes de beneficio de las empresas», que son de más del 10% según los cálculos de la organización. Y que resume Valentín Fernández, secretario de Acción Sindical de UGT en Cantabria, y apunta que «la subida descontrolada de los precios nada tiene que ver con un incremento de los salarios que sigue siendo moderado y con pérdida de poder de compra cada mes». Denuncia asimismo que una señal más de este ritmo desacompasado entre los precios y los salarios es que «los salarios reales en España aún no han recuperado los niveles existentes antes de la crisis de 2008 y, por lo tanto, seguimos padeciendo salarios bajos que aumentan muy por debajo de los precios».
Y la tendencia inflacionista no solo afecta a los salarios para este sindicato, sino que también lo hace con las pensiones. UGT señala a raíz de este estudio que desde la crisis económica de 2008 las rentas salariales declaradas a Hacienda, incluidas las que comparten sueldos con prestaciones por desempleo o alguna pensión, «se han incrementado algo más de un 7% y las exclusivamente salariales en poco más de un 9%, menos de la mitad del 19,1% del crecimiento de la inflación en los últimos 13 años».
Para Rosa Mantecón ha sido «importante el número de convenios que han salido adelante en 2022», aunque con «una pérdida de poder adquisitivo muy grande», menor en aquellos convenios sectoriales con «mucha fuerza sindical».
Y esta evolución tiene «un efecto en las personas trabajadoras y en su capacidad de compra», afirma David Cantarero, profesor de Economía en la Universidad de Cantabria. Estas consecuencias están «empíricamente contrastadas» y dejan en peor lugar a España dentro de Europa y en situaciones de desventaja a regiones como la cántabra dentro del país. «El relevo generacional pasa a ser un problema común en muchos sectores y áreas dada la escasa natalidad», con una mortalidad mayor que la natalidad y once años sin crecimiento poblacional. Cantabria, de hecho, «está cerca de la ratio de un receptor por cada trabajador cerca de cómo están regiones como Castilla y León o Extremadura» y en la actualidad hay más de 90.000 pensiones de jubilación activas en la región y que subirán un 8,5% para este año.
Todo ello dentro de un cóctel con salarios y un incremento generalizado de los precios que llevará a «un tsunami imparable que limita la capacidad adquisitiva de los españoles y cántabros», el valor de sus ahorros y las posibilidades de recuperarnos tras la crisis del covid. Cantarero pronostica además que «tras el espejismo de muchas promesas electorales en 2023 de unos y otros llegará la realidad económica de apretarse cinturones».
Pero dentro de la búsqueda de culpables y posibles soluciones, Cantarero no solo recurre a la pirámide poblacional completamente desequilibrada e introduce la variable de la baja productividad. Ésta es el resultado «de la intensa desaceleración del crecimiento de los salarios reales por ocupado, que han estado prácticamente congelados, la que mina más el sistema de pensiones que el propio efecto del envejecimiento por el cual suben las pensiones». Así, es dicha ralentización de los salarios desde hace ya «no sólo 2006 sino desde 1990 el factor que más contribuye al deterioro de las prestaciones públicas como son las pensiones». Cantarero añade como parte de la fórmula del éxito que «cuanto más rápido crezca la productividad, y a su vez los salarios reales, menor será la fracción de rentas salariales actuales que se precisaría para pagar las pensiones».
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