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Basta con darse una vuelta por las calles de Santander y fijarse en los escaparates de las tiendas. Hay más carteles explicando las medidas de seguridad para evitar los contagios por coronavirus que anunciando algún tipo de descuento. Durante los dos meses de confinamiento ... -hasta la entrada en la fase uno de la 'desescalada' en la que han reabierto los establecimientos de menos de 400 metros- las mercancías han estado paradas en el interior de los comercios o amontonadas en cajas en un almacén. Quienes contaban con plataformas de venta on line han sido los únicos que han podido continuar vendiendo. Por eso las rebajas se han presentado como una oportunidad para atraer clientes e intentar dar salida a todo aquello que los comerciantes han tenido parado durante sesenta días.
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Pero no es tan fácil, optar o no por reabrir con descuentos es una cuestión de «necesidad», explica Agustín Ordejón, de la Asociación de comerciantes del Casco Viejo de Santander. Una decisión que dependerá de cada negocio. «Unos sí harán y otros no», añade. Eso sí, la estampa de la ciudad deja clara cuál es la tendencia, renunciar a las rebajas e intentar arrancar sin ellas. ¿Por qué? Estas semanas de cierre obligatorio ya ha supuesto para muchos negocios el cierre definitivo y para otros un golpe económico del que será difícil recuperarse. Reabrir y ofrecer los productos a un precio más bajo del de compra, puede elevar la cuenta de pérdidas. Es cierto que a todos les hace falta «recuperar dinero», ganar liquidez con la que hacer frente a los gastos, y para conseguir ese objetivo, en «condiciones normales», las rebajas serían una buena manera. Pero hace meses que nada es «normal» y con las circunstancias excepcionales que han supuesto esta crisis sanitaria, una campaña así puede suponer «aumentar las pérdidas más aún».
El comercio minorista reclamaba que les permitieran poder hacer rebajas en las tiendas físicas dado que por internet ya estaban permitidas y eso les perjudicaba. «Sobre todo la queja era que las plataformas pudiesen hacer rebajas y, sin embargo, al comercio minorista se le quitara esa oportunidad», explica Gonzalo Cayón, secretario general de la Federación del Comercio de Cantabria. Una vez zanjado el debate, en el panorama «hay de todo», coincide. Hay tiendas incluso que, en vez de poner carteles de descuentos, han colgado directamente pegatinas en las que puede leerse 'liquidación' o 'retiramos existencias a precio de costo' (al valor que se compraron). Es decir, negocios que «ya habían llegado tocados a esta situación y han decidido liquidar sus productos para dejar de pagar el alquiler, no aguantan».
Y lo de las rebajas va a depender de lo que tenga en casa cada comerciante que es libre. Aquí influyen varios aspectos que condicionan tanto si las harán como cuándo empezarán con ellas. Por un lado la reapertura de las «grandes cadenas comerciales». Porque todo apunta a que arrancarán con promociones y campañas debajo del brazo, y ahí, quizá, «el resto de comercios aproveche para hacer sus descuentos». O igual no. Por otro lado, ver cómo responde la clientela. Cómo avanzan los días y cambian las circunstancias.
«¡Anda! Ha abierto ya Zara», exclamaba una señora. Y como ella otras tantas personas de las que ayer paseaban por la calle Lealtad de Santander. Sí, ha reabierto y, como el resto de comercios que han subido la persiana estos días, lo hace con estrictas medidas de seguridad. Ya en la puerta un cartel anuncia el aforo permitido dentro de la tienda, en este caso de 40 personas. En el suelo, unas marcas indican por donde entrar y por donde salir. Nada de cruzarse unos con otros.
Y, una vez en el interior pueden escucharse frases como: «Perdone, pase por allí y échese gel» o «espere, lávese primero las manos». Las indicaciones las da, nada más entrar, uno de los trabajadores, muy pendiente de que todo el mundo se limpie las manos en la entrada donde han colocado dispensadores de gel hidroalcohólico para los clientes. Ahora las colas ya no son sólo para pagar. También se forman para desinfectarse las manos, algo que ayer ya ocurrió. Un gesto que se repetirá también a la hora de entrar al probador. Y sí, en esta cola seguirán controlándose las distancias. En el suelo hay pegatinas que delimitan los espacios. Además, antes de que el siguiente cliente pase, se desinfectará el sitio al completo.
El taburete, el espejo, los percheros e incluso la cortina que hace las veces de puerta. Y la ropa deberá pasar otro proceso de limpieza. Las prendas que la gente se pruebe, pero finalmente no se lleve, se colocarán (igual que siempre) en una burra para desinfectarla antes de que vuelvan a estar expuestas en la tienda. Cabe recordar que en la fase uno de la 'desescalada' pueden reabrir los comercios de menos de 400 metros. No obstante, también pueden hacerlo los que sean más grandes siempre que acoten su zona comercial, por eso Zara ya está abierto, porque al menos una de sus plantas permanece cerrada.
El lunes y el martes de la semana pasada, las dos primeras jornadas con la posibilidad de ir de compras, «la gente salió a la calle con ganas», hubo movimiento en las ventas, pero «ahora ya no se ve nada», compara Ordejon. Las salidas se reducen a dar paseos. Nuria Llata, trabajadora de la tienda Intimissimi, coincide. «Los primeros días pareció un 'boom'», cuenta. Pasada la euforia, «sólo compran lo necesario». La conclusión es siempre la misma, «está complicado».
Y ese comportamiento o afluencia de gente, puede volver a cambiar. Lo cierto es que con un paseo puede verse como el goteo de gente que entra a las tiendas es más bien escaso. Y lo corroboran los propios dependientes. Marian Peña, trabajadora de la tienda Bohemia de Santander, reconoce que por allí no pasa mucha gente. En su escaparate cuelga un cartel que anuncia rebajas y ni aún así. Ella dice que les hacen falta, precisamente, «para dar salida a la mercancía» que tienen parada desde hace meses y prohibirlas era «quitarnos una oportunidad», señala. El pequeño comercio se pelea por mantenerse en pie y hacer descuentos es cuestión de «supervivencia», insiste la trabajadora. Lo cierto es que ya «partíamos de una situación complicada», reconoce Beatriz Arigita de la tienda Shimai, y si no mejora igual alguno de los negocios que hoy han reabierto, «cierran» de manera definitiva en septiembre. Sí, en este local también tienen rebajas, uno de los pocos, de nuevo para ver «si animamos a la gente» aunque Beatriz cree que «sí hay ganas de comprar». Al menos una parte de la clientela. Porque algunos simplemente le dicen, «¿para qué voy a comprar si no me voy a ir a ningún sitio?», cuenta. Y quizá ese sea uno de los motivos que desmotiva a la gente.
Otro es el miedo. «Hemos percibido que la gente no entra en los comercios por miedo», comenta Agustín Ordejón. Una opinión que comparten los dependientes. Preguntan desde fuera, pero no se animan a entrar. Todo a pesar de las estrictas medidas de seguridad que siguen todos los comercios. Pero no todos los clientes comparten esa sensación. «Ir de compras no es peligroso porque lo están haciendo con mucha seguridad», animaba ayer Raquel Bored, mientras paseaba por Juan Herrera con un par de bolsas en los brazos.
La movilidad geográfica sigue restringida. Para el comercio y la hostelería, flexibilizar esta medida «ayudaría». Beatriz Arigita, de la tienda Shimai en Santander, dice que «sin el turismo, tal y como estamos, la situación será difícil». Tanto que igual en unos meses donde hoy hay un escaparate solo se verá una persiana. Por eso están a expensas de lo que ocurra en los próximos meses. «Algún comerciante nos ha comentado que si el verano no funciona bien cerrará», cuenta Gonzalo Cayón, de la Federación del Comercio de Cantabria. Y esa tendencia dependerá en parte de los desplazaminetos entre comunidades.
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