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JOSÉ CARLOS ROJO
Santander
Lunes, 10 de mayo 2021, 07:09
Hay agentes de la Unidad Especial de Guías Caninos de la Policía Nacional de Cantabria que hablan de sus camaradas caninos como de los ... mejores compañeros que tendrán jamás. No menoscaban con ello la valía, el coraje o la calidad de sus homólogos humanos, por supuesto, pero sólo quien ha gozado de la compañía de uno de estos pequeños peludos sabe bien de qué se trata.
Cada uno de los 14 perros policía que trabajan en la comisaría de Santander son compañeros y también miembros de las familias de los seis agentes que integran el equipo. Trabajan y viven juntos, comparten uniforme y también ocio. Son, por así decirlo, inseparables. Entre ellos no precisan palabras, pues con un sólo gesto, o una mirada, saben lo que el uno espera del otro.
«El vínculo que llegas a hacer es muy fuerte y es precisamente eso lo que los convierte en buenos perros policía», explica el responsable de la unidad, el subinspector Cotera. Él es nuevo aquí, pero el equipo comenzó a trabajar en Santander en 2003. Un tiempo en que la banda terrorista ETA todavía sembraba el terror en todo el país.
Subinspector Cotera | Unidad Canina de la Policía Nacional
Agente Pérez | Unidad Canina de la Policía Nacional
Los primeros animales llegaron para reforzar la detección de explosivos. Ya saben, no hay rastro de pólvora que se escape a un hocico perruno bien entrenado. Pero, con el tiempo, su trabajo se demostró tan útil que adquirió otras competencias. «Ahora seguimos teniendo perros especializados en explosivos, pero también en detección de drogas; en identificación de armas y de billetes de curso legal». Y todo, gracias a esa pituitaria con la que identifican dimensiones olorosas que a cualquier ser humano le son inimaginables.
Para ellos todo es diversión. «Los educamos siempre en positivo. Lo bueno es que disfruten, que lo pasen bien. No identifican el trabajo con trabajo, sino con lo que supone el juego. Ellos hacen lo que les pedimos sabiendo que luego siempre tienen recompensa», cuenta Cotera. El premio no siempre es alimento, pues para estos leales compañeros puede ser más gratificante una caricia o la mera atención de su dueño que una simple chuchería. «Y cuando cumplen ocho años se jubilan y pasan a ser adoptados por alguna familia; aunque en algunas ocasiones nos los quedamos porque los queremos tanto que no podemos separarnos de ellos».
A Nai y Uriel, dos hembras de pastor belga, les quedan muchos años para la jubilación. Acaban de llegar al cuerpo y están trabajando su vínculo con el adiestrador. Son muy vivas, de físico poderoso y cariñosas. «Características propias del perro policía», explica la agente Cifrián, veterana de esta unidad. «Tienen que tener ese instinto de cazador, es lo que nos ayuda a adiestrarlas». Por eso utilizan razas que encajan en esta descripción: pastores belgas, alemanes; border collie y turco andaluz.
En el currículo de este equipo figuran logros memorables. Han descubierto armas escondidas en alcantarillas, fajos de billetes ocultos en vehículos y hasta explosivos. Han estado en todas las efemérides importantes de las últimas tres décadas en la región y en este estado de alarma han desempeñado un papel crucial. «Hemos estado en los controles perimetrales y en otros muchos lugares donde nos han requerido como apoyo», afirman los adiestradores, que con mimo colocan los nombres de estas dos recién llegadas en el mural que rinde homenaje a los 44 perros que han formado parte del equipo en todos estos años.
«A mucha gente le gustaría estar aquí», cuenta el agente Pérez, que se jubila ahora. «He pasado los mejores años de trabajo con ellos», confiesa. Y en sus ojos se intuye la nostalgia de quien sabe que va a echar de menos un trabajo que amaba en un puesto al que no es fácil acceder. «Las oposiciones son duras. Hay que hacer el examen interno y luego un curso especial de 16 semanas», explica. Y, entre tanto, ajenos a todas estas cavilaciones humanas, los pequeños peludos aguardan con impaciencia a que alguien los saque a trabajar, de paseo en torno a un edificio que vigilar, o a un control donde servir de apoyo. Pensándolo bien, en el mundo perruno, ¿existe acaso mayor diversión que este trabajo?
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