El 25% de los pequeños comercios de Santander no sobrevivirá a marzo

Agustín Ordejón, representante de los comerciantes del Casco Viejo, lamenta la suerte de los pequeños empresarios, muchos de ellos gestores de comercios familiares de barrio, que se sienten impotentes al ver que nada pueden hacer por mantenerse a flote. «Lo que no puede hacer la gente es hipotecar toda su vida. Ahora toca cerrar porque no da más de sí, no se pueden pagar los sueldos ni las facturas si no vendes».

La Navidad no ha funcionado bien y buena parte de la culpa la ha tenido el mal tiempo. «Si llueve todos los días, naturalmente la gente no tiene ganas de bajar al centro a dar una vuelta y ver si encuentra algún regalo. Eso ha jugado muy en nuestra contra, ha sido muy mala suerte», lamenta Gonzalo Cayón, secretario general de la Federación del Comercio de Cantabria.

Las ayudas impulsaron tímidamente el consumo con la aparición de la iniciativa 'Santander vale +', que por otro lado ha sido tan elogiada por unos como criticada por otros, que se han referido a las dificultades para la activación de los cupones. «Pero en todo caso no sirven para que los negocios levanten el vuelo. Necesitamos más y mejores ayudas. Y con esto me refiero a que se discrimine de verdad a quien lo está pasando mejor y quién está pasándolo peor», matiza Cayón.

El volumen de negocio de sectores como las agencias de viajes o los establecimientos que venden trajes de boda y demás ceremonias, por poner dos ejemplos, ha caído muy por encima de la media. «Hasta un 100% en el peor de los casos. Sin posibilidad de salir de la región o del país, y con las restricciones limitando los eventos públicos, ya me dirás. Pues a ellos deberían ir enfocadas con mayor intensidad las ayudas», aclara el representante de Coercán.

Algunos comerciantes criticaron también la iniciativa del Ayuntamiento de Santander para invertir mucho más dinero en la iluminación navideña: «Quizá ese dinero, hasta 180.000 euros, podrían haberlo dedicado a otro tipo de apoyos, porque no creo que la gente compre más porque haya más luces en la calle», defiende Ordejón. En todo caso, hay quien le da la vuelta a la tortilla y piensa que las mejores ayudas son las exenciones fiscales.

«Si no trabajo, qué mejor ayuda que librarme de ciertos impuestos, o rebajármelos», aporta Eduardo González del Campo, propietario de la tienda de ropa Mundi, en la calle Calvo Sotelo. «¿Si nos redujeran el pago de la Seguridad Social, por ejemplo, nos ayudaría a mantener a la gente trabajando, pero con un balón de oxígeno que te permite sobrevivir a la que está cayendo. Porque de otra manera, no sé qué solución le vamos a dar, porque incluso con la Navidad y todo, hemos facturado entre un 30% y un 40% menos».

Es la horquilla en la que se maneja la mayoría de los comerciantes consultados por este periódico. Muchos de ellos respiraron con alivio el pasado miércoles, cuando el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo 'no' a la petición de las comunidades autónomas para adelantar el toque de queda a las ocho de la tarde.

«¿Qué sentido tiene hacerlo si es por la tarde cuando menos gente hay en los comercios?», apunta Ordejón. «Por las mañanas hay algo de movimiento pero por las tardes Santander está muerto. Ahí no hay peligro de contagios por covid», sentencia.

Buena parte de la 'culpa' del poco ánimo que hay en las calles lo tiene el cierre de la hostelería. «Nuestro público mayoritario ha llegado ya a la madurez. Pongámonos en la piel de una señora de más de 60 años que ahora, con el frío que hace en la calle, no puede entrar a una cafetería a tomarse algo. Es la misma señora que baja a dar una vuelta, pasa por la tienda y quizá compra un perfume. Pues ahora, tal y como están las cosas, se queda en casa», cuenta Enri Tobalina, propietaria de la Perfumería París, en la calle San Fernando.

Como otros muchos comerciantes del centro de la ciudad, se han visto obligados a una reinvención que pasa, irremediablemente, por la digitalización y la venta online. «No es que tengamos una infraestructura adecuada para hacerlo pero con cariño y esfuerzo vamos sacándolo adelante porque, claro, si el público no viene, tienes que llegar tú al público», argumenta. Aunque también tiene sus contrapartidas. A María Amor Arenas, de 'Amor complementos', en la calle Castelar, no le seduce la idea de plegarse a las tendencias que vienen marcadas por las redes sociales. «Lo primero es que no me gusta estar conectada del teléfono todo el día. No va con mi forma de ver el mundo; pero es que me niego a aceptar que la moda la fije una u otra persona influyente de internet», sentencia. «No admito que me digan lo que tengo que tener o no en mi tienda, y lo siento porque es lo que algunas clientas, sobre todo las más jóvenes, vienen a pedirme, pero es que yo seguiré trayendo las cosas que considere que son exclusivas, idóneas para mi clientela, que les puedan hacer sentir especiales y bien, pero será con mi criterio», defiende.

Si acaso todos encontrarán un resquicio de negocio con el que no contaban tras la obligatoriedad de cierre de los centros comerciales los fines de semana; pero ninguno de ellos cree realmente que vaya a marcar una gran diferencia en la caja. Y es que el problema es más de fondo, tiene que ver no sólo con la crisis económica o con el miedo al virus. Es un problema de ánimo. «Pensamos que si no salimos a la calle, si no vamos a tener actos sociales, ¿para qué nos vamos a comprar un perfume? ¿Para qué nos vamos a cuidar la piel? Pues estamos equivocados, debemos cuidarnos ahora más que nunca para mantener el ánimo hasta que todo esto pase», enfatiza Enri Tobalina.

«Nos ha cambiado la vida demasiado y el problema es que esto está durando mucho. Necesitamos volver a la normalidad cuanto antes», zanja Eduardo González.