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Un grupo de peregrinos disfruta de una comida en el albergue de Comillas, una de las paradas del Camino del Norte rumbo a Santiago de Compostela.

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Un grupo de peregrinos disfruta de una comida en el albergue de Comillas, una de las paradas del Camino del Norte rumbo a Santiago de Compostela. Javier Rosendo

Los peregrinos vuelven al Camino

Turismo. Los albergues del paso del Norte y el Lebaniego, aún adecuados a un aforo del 50%, confían en que el número de viajeros aumente y se atenúen las medidas contra la pandemia

Javier Gangoiti

Santander

Viernes, 11 de junio 2021, 07:07

Uno de cada diez peregrinos pregunta por nuestras medidas de seguridad. El año pasado eran diez de diez. Vamos mejorando». Desde que empezó la pandemia, atender al teléfono de albergues como el de Cades (Herrerías) -rumbo a Santo Toribio de Liébana- conlleva saberse al dedillo todas las obligaciones marcadas por Sanidad. Aforos al 50%, horarios de comidas, grupos, personas que viene solas... Erika Chamero, gerente de esta parada municipal -y próximamente de una más que se inaugurará en San Vicente de la Barquera-, lamenta que una parte fundamental de la experiencia se pierda por culpa de las restricciones actuales. «La filosofía de grupo, la vida en el albergue...», valora la responsable, una de las muchas a quien el estado de alarma en marzo de 2020 le cogió en pleno pico de forma: «Fue un 'shock' total». Lo siguiente ya lo recuerdan: reservas canceladas y peregrinos a sus casas. Llegaba el confinamiento, la antítesis del Camino.

«Fue como cruzar un desierto», recuerda el sacerdote Ernesto Bustio desde la portilla de entrada de La Cabaña del Abuelo Peuto, en Güemes (Bareyo), parada cántabra por antonomasia en el Camino del Norte. Ellos pasaron «de recibir 13.000 peregrinos en 2019 a 2.000 en el primer año de pandemia», las cifras más bajas desde 2007. Hoy, aunque sea a paso lento, el Camino echa a andar, como revela la actividad de la cabaña. Con capacidad para 50 visitas aún con la mitad de aforo, la morada más familiar de Güemes se ha volcado en transmitir más que nunca la filosofía de la ruta, «el descubrimiento de uno mismo», a través de carteles y charlas en comunidad. Es en este tipo de paradas donde se constata que la ruta no entiende de extranjeros, cuyo cupo ha caído cerca de un 10%; o de españoles, que han ganado terreno en el paso del Norte -el paso Lebaniego acoge un público básicamente nacional-.

CAMINO DEL NORTE

  • I Etapa El Haya-Castro Urdiales (21 km)

  • II Etapa Castro Urdiales-El Pontarrón (12,9 km)

  • III Etapa El Pontarrón-Laredo (22,5 km).

  • IV Etapa Laredo-Güemes (35,10 km).

  • V Etapa Güemes-Santander (40,5 km).

  • VI Etapa Santander-Santillana del Mar (40 km).

  • VII Etapa Santillana del Mar-Comillas (24,6 km)

  • VIII Etapa Comillas-San Vicente de la Barquera (12 km)

  • uIX Etapa San Vicente de la Barquera-Unquera (16,3 km)

Porque ya sea rumbo al monasterio de Santo Toribio de Liébana o a la tumba de Santiago el Mayor, el peregrinaje se está curando aún las heridas de la pandemia. Para muestra no sólo los carteles de cerrado en algunos establecimientos, sino los números «aún discretos» en aquellos que sí abren sus puertas. Jorge Oleña es uno de los encargados del Albergue Gándara, en Santillana del Mar, parada históricamente popular que hoy, dadas las circunstancias, recibe «tres o cuatro visitantes diarios». Si el otoño y la primavera, su temporada fuerte, no fue la mejor, el verano se muestra igual de incierto. «Desde que cayó el estado de alarma, empezaron a llegar pero a cuentagotas. Ojalá se suavicen las medidas», confía el responsable.

«2020 fue como cruzar un desierto. Pasamos de 13.000 peregrinos en 2019 a 2.000 en el primer año de la pandemia»

Ernesto Bustio, Cabaña del Abuelo Peuto (Bareyo)

Después de un año bajo mínimos, el sector echa a andar con la apertura de los locales y la llegada de cada vez más viajeros

«La gente se va animando poco a poco. Ahora mismo no paramos de recibir llamadas para reservar en julio, agosto y septiembre»

Marta Muñoz, Albergue de Cabañes (Cillorigo de Liébana)

Para los alberguistas es inevitable comparar. De no ser por el covid-19 muchos de sus locales estarían «a reventar», como estima Rafael González, propietario de La Huella del Camino, en Comillas. Pocos días antes del confinamiento los peregrinos no paraban de entrar. Hoy quieren recuperar sensaciones poco a poco, pero cuesta: «Pensé que íbamos a arrancar mas rápido. Al estar muchos cerrados, además, muchos viajeros tienen que ir a pensiones y gastar más».

Uno de los albergues que mejor encarna las expectativas de un futuro más prometedor es el de Cabañes (Cillorigo de Liébana), abierto en plena pandemia por Marta Muñoz y Diego Molero, una pareja de jóvenes ilusionada con la idea de que 2021 será un buen año: «Ayer se fueron dos, el otro día doce... La gente se va animando poco a poco. Ahora mismo no paramos de tener llamadas para reservar en julio, agosto y septiembre», explican.

Mina de «embajadores»

La consejería de Turismo del Gobierno de Cantabria trata de volcarse en esa recuperación, no sólo ayudando en la adecuación de los locales sino también inaugurándolos. El precedente más reciente ocurrió la semana pasada en Castro Urdiales, donde el Ejecutivo ha invertido 230.000 euros para convertir la Casa del Cura de Santullán en una nueva parada. El departamento dirigido por Javier López Marcano está empeñado en recuperar la buena forma del sector cántabro, que cuenta con una «amplia oferta» de 87 albergues -38 de ellos orientados exclusivamente al peregrinaje-, que no sólo convive con otras formas de alojamiento sino que está estrechamente asociada a «la naturaleza, el turismo activo y, sobre todo, la necesidad de compartir esas experiencias y conocer gente».

De ahí el «efecto llamada» al que alude Marcano, antes de subrayar el ejemplo «cada vez más exitoso» de los albergues ligados a actividades de surf en la costa y el «auge» del sector alberguista en general. «Este tipo de alojamientos atrae a muchos viajeros, especialmente internacionales». Más jóvenes, más mayores, vengan de aquí o de allá, muchos repiten, multiplicando el poder de convocatoria y produciendo cada vez más «embajadores».

«Aquí nunca estás solo»

Movido por ese espíritu indeleble del viajero, Jon Beñaran, de Zarauz (Guipúzcoa) encarna la «liberación» peregrina tras un 2020 complicado. «¿Solo? Aquí nunca estás solo», reflexiona con su mochila a cuestas antes de bajarse de la pedreñera y poner un pie en Santander. Ya sea a su paso por Güemes, la capital cántabra o el cruce que significa San Vicente de la Barquera para elegir entre Santiago o Santo Toribio, es en esos momentos a solas y con tiempo para reflexionar cuando la marcha cobra su verdadero sentido: «Las palabras no son suficientes. Cada uno lo vive de una manera, pero es muy especial».

El tiempo no acompaña algunos días, pero ese no es un problema ni para Beñaran, que trata de escoger las palabras para transmitir sus vivencias; ni tampoco para José Santos, de Logroño, pedaleando rumbo a Santiago de Compostela desde que empezó la semana pasada. Ya debe andar cerca de la meta. «Pasas mucho tiempo contigo mismo y puedes ordenar la cabeza. Esa cafetería de pueblo, ese albergue... Son cosas que ves, paisajes, pensamientos. Pones todo en su justa escala de prioridad», destaca.

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