Verde y libertaria, ecologista y social, perfumista y periodista. 48 años, santanderina, se define «verde o medio verde». Hija y nieta de comerciantes ... por los cuatro costados, de los del centro guapo de Santander. Comprometida, luchadora, desprovista de privilegios, menicense de vocación, amor y actuación, gente sana en consecuencia. Madre de Lorena, Paula y Alejandra, tres niñas colombianas que tuvieron la suerte de caer en casa de Sara y Javi, donde unidas a la gata 'Lía' tienen formada una asamblea feminista que el padre, seguramente, lleva con ciencia y paciencia.
Sara Gómez nació en 1971 en una de esas familias que se identifican por la firma comercial, Perfumería Villafranca, en el mismo cogollo del San Fernando más castizo de la capital de Cantabria. Estudió en Torreblanca, Tagore y Villajunco, y se fue a Lejona a tratar de ser periodista. «Siempre he sido inquieta» y quizás por eso eligió una profesión poliédrica que no ha llegado a ejercer. Años 80, crisis total, plomo del duro en el País Vasco, una salida profesional complicada, le lleva a la elección del comercio familiar que se presentaba como un camino llano y seguro. Perfumería Villafranca y Bolsos Ruiz, sus ancestros de más de cien años tras el mostrador; su presente, una vida plena de idealismo pata negra; su futuro, hacer de Miengo un lugar «habitable y transparente».
Cuando a Juan y Loli, sus padres, les dijo que quería ser periodista, no se espantaron -la nuestra era entonces una profesión que comenzaba a oler a dignidad- aunque, al final, se quedó en el baúl de los acerbos personales. Optar por el comercio era una salida provisional que se ha convertido en una forma de vida «amenazada por factores exteriores que acaban con una tradición familiar en una ciudad que es la que le confiere señas de identidad».
La transparencia, la equidad y la amabilidad en las formas son su más precisa definición a la que EQUO puso siglas políticas
Todos los ingredientes para trotar por caminos más ¿ortodoxos? Quizás, pero como a San Pablo, de repente, la luz iluminadora abrió los ojos de esta santanderina para la que la participación, la transparencia, la equidad, el respeto y la amabilidad en las formas son su más precisa definición. Había que poner nombre a estos sentimientos. Fue cuando descubrió a EQUO: «En septiembre de 2012 me llegó un mensaje de una reunión donde se iba a explicar qué era y allá nos fuimos. Una trastienda destartalada, un loco con una bici con la bandera de EQUO y un pequeño grupo de gente con la mirada iluminada. Desde el minuto uno lo tuve claro, me cautivó».
El flechazo fue mutuo y terminó siendo coportavoz del grupo en Cantabria y concejala en Miengo desde 2015, un tortuoso -para ella y sus compañeros- camino al que tratarán el domingo de hacer más llano. Las niñas se habían convertido ya en jovencitas y dejaban a sus padres más tiempo libre para luchar por sus ideales. Antes, el 15-M había sido determinante: «Tuve un auténtico flechazo con una ecología que contenía una gran carga social».
«Hace cuatro años fue todo apresurado, fruto del impulso, consecuencia de veinte años de mayoría absoluta del PP que consiguió ponernos en el número uno en deuda, en impuesto de contribución, en IBI, en tasas de agua... y sin apenas servicios». Para Sara, las relaciones personales, la intercomunicación fueron fundamentales a la hora de comenzar a transitar una vereda que creen que, al final, triunfará. El resultado fue conseguir que el PP perdiera la mayoría absoluta, «quedaron los terceros de cuatro» y se convirtieron en oposición «en un ayuntamiento caótico, donde el PP, atemorizado con haber perdido al reino, optó por votar en la investidura al partido menos votado, PSOE, que expulsó a sus dos concejales, y ponerles en la Alcaldía». Se sienten encerrados en un cordón sanitario impuesto por populares y socialistas «que ha levantado un muro informativo que no nos permite ahondar, por ejemplo, en el urbanismo alocado que nos amenaza».
Para ella, Javi, Lorena, Paula y Alejandra, vivir en Miengo «es muchísimo más que un privilegio» por las cualidades de esta población «que reúne lo bueno de un pueblo y de una ciudad, en un medio paisajístico perfecto, aunque muy amenazado por la contaminación urbana e industrial». Y también cultural, aunque Sara reconoce que con lagunas, por ejemplo, que Robayera, una sala de arte referente en el norte de España, «es un poco ajena a los que allí vivimos».
Siempre es difícil describirse uno mismo, pero para esta mujer serena, equilibrada y que destella ingenio e inteligencia, el mejor piropo que escucha en su pueblo es: «Sara es muy trabajadora». Convencida de que el tiempo, a EQUO, le dará la razón, se siente bien entre la gente, de la que obtiene «satisfacciones por el acercamiento» pero no réditos económicos. 75 euros al mes, 2,5 euros al día, es el 'sueldo' de esta mujer que dice no saber si es «verde o medio verde, tengo mis contradicciones, como todo el mundo, pero si me tuviese que definir en esa gama de colores, supongo que sería verde social».
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