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Antonio Pampliega, durante uno de sus reportajes periodísticos en el extranjero. DM
«Soy más que el periodista secuestrado por Al Qaeda»

«Soy más que el periodista secuestrado por Al Qaeda»

El reportero de guerra Antonio Pampliega acaba de publicar su segundo libro, 'Las trincheras de la esperanza'. Ayer estuvo en Santander hablando de su trabajo

Ángela Casado

Santander

Domingo, 21 de octubre 2018, 08:42

Lleva más de diez años recorriendo zonas de conflicto. Aunque alguna vez se ha planteado cómo sería su vida si su profesión no fuera el periodismo, no necesita más de un minuto para reafirmarse en que ha nacido para ello. No concibe su vida si no está comunicando. Antonio Pampliega (Madrid, 1983) ha sentido fascinación por Oriente Medio desde que se graduó y reconoce que, más de una vez, se «ha confiado». «Era una cabra loca». Y se dio cuenta por las malas. En 2015 fue secuestrado en Siria por Al Qaeda. Pasaron 299 días hasta que terminó su cautiverio. Ayer lo contó en Santander.

El periodista protagonizó una charla en el Centro Cívico Juan Carlos Calderón bajo el título 'El legado de los conflictos bélicos: la mirada de un reportero de guerra'. Fue en el marco del Aula de Formación en Cooperación al Desarrollo. Con ella quiso romper la imagen «creada por Hollywood» de su profesión. «La gente se queda con la parte intrépida y heroica». Él prefirió enfocarse en la importancia que tiene que la sociedad exija información honesta porque «si no la ofrecemos nosotros, otros la manipularán en su propio beneficio».

Arriesgar su vida en Oriente Medio le costó un largo cautiverio. Aunque cinco meses después de ser liberado regresó a Irak. «Quería tantearme», se justifica. «Saber si tenía el valor de regresar». Toda su carrera ha transcurrido entre guerras y el secuestro fue un punto de inflexión. Cuando volvió supo que no valía para otra cosa. «Es la mejor profesión del mundo», se sincera. Podría trabajar en la empresa de sus padres y tener una vida más estable, pero «lo que me aporta el periodismo no lo encuentro en ningún lado».

Se volvió, eso sí, más cuidadoso. A raíz del encierro dejó de confiar. «Si no me pasó nada antes fue porque Dios no quiso. Podían haberme matado en miles de ocasiones, ahora soy mucho más precavido». El reportero en zonas de conflicto no nace, se hace sobre el terreno. O así lo cree Pampliega. Pero hay que estar «hecho de otra pasta» para aguantar algunas situaciones. «Vemos cosas que el 99% de la gente no verá jamás. Personas destrozadas y masacradas por las bombas». Hay que valer. Para ejercer bien la profesión, también «hay que ser honesto y tener un compromiso con la sociedad».

Volverá a Oriente Medio, aunque no será pronto. «Ahora no me apetece». Es «muy importante que un destino te motive». El foco lo tiene puesto en Latinoamérica. «Era un sitio que no conocía y hay muchas historias que contar». Estuvo recientemente en Perú porque «pensaba que la minería ilegal estaba destruyendo el Amazonas, pero había mucho más». Prostitución, desaparecidos, comercio ilegal con oro y el envenenamiento de las aguas son sólo una parte de lo que se encontró allí.

'En la oscuridad' fue el primer libro que publicó y en él relata su secuestro en Siria. Esta semana ha visto la luz el segundo, 'Las trincheras de la esperanza', que narra las vivencias de un voluntario de Cruz Roja en Afganistán. También está sumido en la grabación de los nuevos episodios de su programa de televisión, 'Pasaporte Pampliega'. «Sigo cubriendo zonas de conflicto, pero en un nuevo formato que desconocía. Estoy aprendiendo mucho». La mayor diferencia es el impacto, mucho mayor a través de imágenes. «La gente que no me conocía va a descubrir lo que llevo haciendo desde hace una década, soy más que el periodista secuestrado por Al Qaeda. Que me hayan dado un programa es un 'chute', espero que la audiencia me respalde y le interese».

Aún no sabe si el futuro le alejará de las guerras. «Me gustaría dar clase en alguna universidad, disfruto enseñando». Cree que su cautiverio le ha dado «algo bueno»: visibilidad. «He dado charlas en varios colegios. Me encanta hablar con los chavales y ver cómo se involucran». Y tampoco le importaría dedicarse a la escritura, «aunque es muy difícil vivir de ello».

Son muchos los periodistas que mueren cada año en zonas de conflicto y es difícil determinar si los gobiernos pueden desarrollar alguna medida para minimizarlo. «Es inevitable, en las guerras mueren reporteros como también mueren civiles». Lo que sí «es necesario» es un frente común por el que aquellos que asesinen a periodistas «sean juzgados como criminales de guerra». «No encontrarás a nadie que haya sido condenado por hacerlo». Es contundente: «Matar a un reportero es gratis. Lo veremos con el caso de Jamal Khashoggi en Arabia Saudí, nadie va a pedir cuentas». Defiende que la solución está en el Tribunal de La Haya y en que cada muerte se juzgue allí. «Pero si los que mandan no apuestan por ello, no hay nada que hacer».

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