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Ángels Barceló (Barcelona, 1963) no grita, pero algo le pasa en la voz cuando habla de la cobertura mediática del asesinato de las niñas de Tenerife y diferencia entre «entretenimiento e información»; o de la gresca política como la que vivió en su estudio de ... la Cadena Ser durante el debate electoral de la Comunidad de Madrid. No grita, pero usa un tono que pone en negrita sus palabras cuando el oficio de informar está en el disparadero: «Los periodistas, por hacer nuestro trabajo, nos vemos señalados, algo que no había pasado nunca», dice. Su trabajo es «preguntar, contrastar y saber», verbos que repetirá hasta la saciedad durante la entrevista que concede con motivo de su visita a Cantabria, donde este viernes dirige su programa 'Hoy por Hoy' desde Camargo.
-Lleva todo el año de pandemia recorriendo España para reencontrarse con los oyentes, ¿qué los trae a Cantabria?
-Hoy cerramos la temporada en Cantabria, y contaremos cómo una localidad pequeña como Camargo ha vivido e intenta salir de la pandemia. Estamos poniendo el foco en cómo es el día después, y para ello hablaremos de alicientes turísticos, de las cuevas o del verano para ver cómo se está activando un poco todo.
-Otra campaña de este año ha sido 'La voz en medio del ruido', una bella metáfora si no fuera porque a ese ruido contribuimos todos... ¿Se escucha esa voz, se escucha a los periodistas?
-A algunos sí y a algunos no. Sobre todo se escucha a los que hacen mucho ruido. Nuestro reto es que se nos escuche mientras intentamos explicar y entender, y buscamos voces autorizadas para sobreponernos a este ruido. A veces, termino el programa y me pregunto si lo hemos conseguido. Tengo por las mañanas todas las teles puestas en el estudio y a veces pienso que las prioridades para determinados medios o programas son otros. Nuestra obligación es intentar que se nos escuche cuando hacemos nuestro trabajo que es el de contrastar, analizar datos autorizados.
-En las pantallas de su estudio está esa otra forma de periodismo que narra Berna González Harbour en su libro 'El Pozo', y que hemos vuelto a ver con la cobertura del suceso de las niñas de Tenerife. ¿Qué está pasando en el oficio, es reflejo de algo más?
-Creo que es reflejo de una búsqueda desesperada por la audiencia y la espectacularidad. Cuando pasó lo de las niñas de Alcàsser pensamos que habíamos llegado al límite y que no se repetiría, pero cada vez que hay un suceso, se repite. No sé si hay algo más detrás, si se ha confundido información y periodismo con el entretenimiento, pero a mí eso no me entretiene. Estos días se veían barcos con periodistas de televisión retransmitiendo en directo, acercándose al lugar donde buscaban a las niñas. ¿Qué esperan? ¿Tener imágenes cuando salga el cadáver? A quien lo haga, se le está yendo la mano.
-Habla de búsqueda de espectacularidad, ¿no es la realidad demasiado espectacular?
-Es suficientemente terrible. Es evidente que hay que contar lo que ha pasado porque ha puesto en primera página la violencia vicaria, pero hablemos de esto, de cómo terminar con ella. No aporta nada el detalle del sufrimiento, del ancla, la bolsa de deporte. No quise llevar este debate a la tertulia porque no hay discusión posible en esos detalles: es violencia vicaria y lo que tienen que hacer los políticos es poner solución a la violencia machista y a la violencia vicaria.
-¿Y la violencia en la política? En el debate electoral a la presidencia de la Comunidad de Madrid le tocó en su propio estudio de la Cadena Ser. ¿Cree que ese día se rompió algo?
-Ya estaba roto. Aquello fue un exponente de lo que pasa cada miércoles en la sesión de control al Gobierno o en Colón; fue una arista más. Si se rompió algo que ya llevaba tiempo agrietándose es que los periodistas, por hacer nuestro trabajo, nos vemos señalados, algo que no había pasado nunca: o te señalan unos, o te señalan otros, o te señalan las redes sociales. Ese día se rompió algo porque no me gustó la posición en la que me quedé: yo no quiero pelearme con un invitado, no es mi trabajo, sino preguntar, contrastar y saber. Cuando me vi y escuché discutir con la candidata de Vox ahí se rompió algo, no me gustó la situación a la que me habían llevado.
-¿Qué le da miedo del periodismo a alguien que lo lleva ejerciendo desde 1983?
-Del periodismo no me da miedo nada, pero sí me da miedo que convirtamos este oficio en algo que no es; me da miedo una sociedad acrítica, de pensamiento único, que sólo quiere escuchar las voces que dicen lo que tú piensas y opinas; me da miedo que los periodistas pierdan la capacidad crítica, algunos parece que se ponen la camisetas de partidos. Llevo muchos años y he vivido tiempos muy buenos, pero me preocupa la gente que está empezando ahora.
-Ahora hay una reivindicación del audio, con un empuje de los podcast tremendo. ¿Esta ola es casual o nos pide el cuerpo estar sentados y escuchar?
-Esta ola llega más tarde de lo que debería. Lo visual ha ido adaptándose con las plataformas en 'streaming', la gente ya no ve la tele como la veía antes, salvo un partido o algo determinado, la gente ve la tele cómo y cuándo quiere, y hacia ahí debíamos estar caminando la parte del audio. Ahora nos hemos puesto las pilas, pero siempre, eso sí, sin desatender a la radio.
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