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Ellos no entienden de distancias. Más bien al contrario. Son la visita más esperada y recorren la sala sin parar, fijándose en todo mientras ... reciben abrazos y caricias. «Es un rato agradable», cuenta Fermín Díez, residente del Centro de Atención a la Dependencia (CAD) de Cueto, en Santander. De los tres, el perro que más le gusta es Manchita (un teckel) porque era el favorito de su mujer y «tenerlo en brazos me recuerda a ella». Por eso desde hace una semana espera otra vez «con muchas ganas» las mañanas de los martes y los jueves. Esos son los días marcados en el calendario para las sesiones de terapia con animales. Una actividad que retoman tras los doce meses de parón obligado por la crisis sanitaria del covid. El rato con los perros -pertenecientes al Centro Canino Besaya, de Cartes- ha devuelto una parte de la «alegría» al centro y a sus residentes, que ayer no pudieron disimular su felicidad al arrancar la sesión, de 50 minutos. Hubo juegos, pero sobre todo risas.
Los perros devuelven la alegría a Cueto
Emy, una labradora de color negro, correteaba por la mesa del centro mientras los seis mayores, por turnos, despegaban unas tarjetas con interrogaciones que el animal llevaba pegadas en un chaleco que lucía a modo de jersey. La idea era coger una, leer la acción escrita e imitarla. Y el primero en participar fue Fermín. ¿Qué le tocó? Imitar a un gorila. «Venga, aquí no hay vergüenza, somos todos familia», animaba Rubén Sánchez, encargado de la actividad junto con Sonia Natividad. Así que eso hizo, reproducir el sonido del animal. Y detrás de él, los demás.
El objetivo de la actividad es «captar la atención con los perros» y a partir de ahí trabajar aspectos como la comunicación, la psicomotricidad o las emociones. «Los perros ayudan en la estimulación», explica Sánchez. Los objetivos se marcan junto con los profesionales del centro y en función de eso diseñan los juegos. Si un día quieren trabajar la psicomotricidad fina, el ejercicio sería «hacer un collar para el perro. Con eso les pones en funcionamiento, el animal sirve como herramienta estimuladora y la unión es brutal», explica el coordinador. Además también ayudan a «hacer la vida más divertida».
Y tras un año aislados en los que los días se parecían mucho unos a otros, recuperar la actividad les permite organizar las jornadas y «poner un día y una hora en el calendario. Eso es lo principal», subraya. «Volvemos a tener la rutina que nos hace falta a todos», coincide Noelia Gómez, terapeuta ocupacional del centro. Los trabajadores se habían dado cuenta de que «habían perdido mucha orientación espacio temporal», añade. Ahora ubican los días según la actividad. «Han vuelto a tener ilusión», destaca Gómez.
De momento la residencia -que fue la primera en recibir las dos dosis de los viales de Pfizer contra el covid- ha recuperado seis de las veinte actividades habituales que incluyen en su planificación. Los usuarios están «ansiosos de propuestas», dice. Tanto es así que antes de empezar las sesiones con los perros, hubo una reunión y los coordinadores del centro canino acudieron a Cueto acompañados. Aquel día «fue emotivo». Los mayores hicieron cola para salir al jardín a jugar con los perros. Ahora esperan ir, poco a poco, retomando otras actividades, aunque sea con aforo limitado.
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