Una opinión muy similar procede de Emilio Díaz, propietario de una de las cuatro pirotecnias de Cantabria autorizadas para desarrollar este trabajo todo el año. «Estamos un 10% por debajo de las ventas de la campaña pasada, pero si me pregunta mañana (por hoy) es posible que estemos un 15% por encima. La última mañana es la más fuerte. Es un producto que se suele dejar para última hora», explica este especialista.
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Seis locales han sido expedientados y casi 28.000 unidades pirotécnicas decomisadas por venta ilegal de estos productos.
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En Cantabria hay una quincena de establecimientos autorizados para expender petardos y cohetes. Todos ellos deben cumplir medidas muy rigurosas de seguridad no pueden almacenar más de 10 kilos de explosivo y han de guardarse en un armario blindado atornillado al suelo.
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Consuelo Fernández, de la clínica veterinaria Pedreña, afirma que este mes se «venden bastantes tranquilizantes naturales» para «relajar» a los perros en el último día del año.
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Las mascotas no deben quedarse esta noche en los jardines.
«Aunque el negocio va a menos y no es lo que era hace quince años», los profesionales reconocen que esta Nochevieja aguantarán el tirón. En ello tiene mucho que ver la diversificación de la oferta, pero también el equilibrio entre las ciudades -Santander y Torrelavega son más 'petardas', por expresarlo de alguna manera- y el medio rural, donde existe otro arraigo por «la traca o el cohete al haber menos limitaciones de espacio por las casas». En definitiva, «hay que llegar a todos los ambientes y a toda la gente, dentro de la seguridad y la seriedad», señala Emilio Díaz, consciente, sin embargo, de que se trata de «una tradición que últimamente está más tirante». En realidad, esta costumbre ha vivido los últimos veinticinco años en el filo de la tirantez.
«Los artículos más demandados son el típico petardo y las baterías de fuegos»
Emilio Díaz | Pirotécnico
Si a finales de los 90 cada Nochevieja se repetía el debate sobre su seguridad -ahora mismo, el control es bastante extremo, hasta el punto de que Cantabria dispone de una de las normativas más restrictivas sobre qué categoría de productos y a quién y cómo se pueden expender-, en la actualidad el foco de tensión reside en el ruido. Las asociaciones de personas afectadas por hipersensibilidad auditiva -entre ellas, un porcentaje de niños con trastorno del espectro autista que viene a ser de cuatro por cada diez pequeños- vienen mostrando desde hace tiempo sus reticencias a la quema de petardos en el último día del año, especialmente si es indiscriminada. La primera en llamar la atención sobre este problema fue una agrupación de Córdoba en 2017. Luego, se sumaron otras. En Cantabria, la Asociación de Padres del Síndrome de Trastorno Espectro Autista (TEA) y otros Trastornos Generalizados del Desarrollo (Aptacán) apuesta por establecer un término medio «basado en las medidas de convivencia», sugiere el director gerente de la agrupación, Alberto Baliños. «El camino para adecuarnos es el de aprender a respetarnos sin que haya que dejar de hacer cosas», apostilla. O sea, regulación.
«Perros con patologías como una cardiopatía pueden morir»
Tomás Bustamante | Veterinario
No todos los niños que padecen TEA sufren la misma sensibilidad. A muchos de ellos «les encantan los cohetes». Y en el caso de los afectados, Baliños recuerda que se les enseña a manejar recursos y que pueden disponer de instrumentos destinados a amortiguar el sonido, como auriculares. Pero sí apuesta porque los periodos en que se queme pirotecnia «puedan preverse», por ejemplo con una «regulación de los horarios». Respecto al caso de Torrelavega, cuyo Ayuntamiento volverá a restringir esta noche el uso de petardos o voladores a una hora, entre las doce campanadas y la una de la madrugada, el gerente de Aptacan cree que «ayuda a visibilizar a las personas que sufren este problema».
La decisión de la Corporación ha permitido abrir un debate que desde algunos sectores se califica ya de «problema social». Porque, en realidad, el lanzamiento de petardos en la calle «sin autorización» municipal ya está sancionado en las ordenanzas sobre convivencia, no solo en las localidades cántabras sino en el resto de las regiones españolas. Igual que «cantar por encima de los límites del respeto mutuo» o con el volumen de la música en el coche tan elevado «que se escuche fuera», dos «conductas antisociales» que el propio Ayuntamiento de Santander ya sancionaba hace diez años con multas de 750 euros. La cuestión es que Torrelavega ha profundizado en el desarrollo de su reglamento dentro de una campaña de sensibilización pública contra la quema indiscriminada de artículos pirotécnicos «en beneficio de las personas que se ven afectadas negativamente y de los animales».
Seis kilómetros en fuga
Atención a esa apostilla: las clínicas veterinarias aplauden en general una vía como la aplicada por Torrelavega, como testigos de primera fila de los perjuicios que esta tradición provoca en los perros. «Para muchos que no tienen mascotas resulta un problema difícil de explicar y que la población lo entienda, pero sucede en muchos hogares», dice Alfonso Toyos, del hospital Animals Cantabria de Santander, que en la última Nochevieja recibió «en diez horas» a 25 perros que habían sido encontrados en la calle, perdidos «después de que salieran corriendo de pánico» del hogar de sus dueños o en medio de un paseo a cuenta de las detonaciones.
La misma escena se repitió en otros centros veterinarios de la capital: no menos de 50 canes fueron devueltos a sus dueños tras comprobar los datos de sus identificaciones electrónicas. «Son animales que poseen entre 7 y 10 veces más de capacidad auditiva. Un ruido como el de un petardo cerca de su casa les causa un terror patológico e instintivo y su tendencia es esconderse o escapar. Sabemos de casos en que han huido hasta seis kilómetros», señala Toyos.
Los profesionales reivindican que se limiten los tiempos de quema y alejar esta práctica de casas y jardines con mascotas. «La iniciativa de nuestro municipio es una normalización de un problema y, también, cuestión de una concienciación social», dice Tomás Bustamante, responsable de un hospital veterinario en Torrelavega. El pirotécnico Emilio Díaz coincide: «Somos los primeros en defender iniciativas así, porque todo lo que afecta negativamente a la pirotecnia va en contra de la profesión. Yo no permitiría al típico gracioso tirar petardos a las tres de la madrugada».
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