«No podemos sentirnos ajenos a lo que pasa»

«Mis hábitos laborales apenas han cambiado», explica Alfredo Pérez, que el año pasado, para no malgastar horas en desplazamientos innecesarios, se instaló en casa una oficina desde la que dirige sus negocios entre nueve de la mañana y nueve y media de la noche. Lo que ha cambiado, explica, es el modo en que su agenda está interpretando la realidad. «Antes la dominaba yo a ella. Ahora me domina ella a mí», se lamenta el presidente racinguista, que no acaba de acostumbrarse a sus imposiciones. «De algunas semanas para acá celebramos reuniones los domingos a las cinco de la tarde», antaño coto privado de fútbol. «Y eso, antes de esta crisis, era algo impensable».

Él intuye que esa deformación de su agenda guarda relación con la nueva manera en que se está manifestando la actividad laboral, el teletrabajo, que también tiene sus inconvenientes.

«Hay que saber manejarlo, porque, de lo contrario, al final no distingues un lunes de un sábado», avisa el empresario, que debe saber esto por experiencia propia.

Aún aceptando que sus responsabilidades le suponen «una carga de trabajo brutal», Pérez admite que él no desconecta. «Puedo ver la televisión o dar un paseo con el perro, sí». Pero no desconecta. Para nada. «Y menos en este momento», en el que la situación del país exige prisa, mucha prisa, a quienes desean prestar ayuda. Como es su caso, el de Pitma y el del propio Racing.

«Tanto a nivel personal como empresarial e institucional, estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos», dice. «Este momento lo requiere así y nosotros ni podemos ni queremos sentirnos ajenos a lo que está ocurriendo».

Si bien apenas ha causado trastornos en su vida profesional, la crisis derivada del Covid-19 sí ha trastocado la vida familiar del presidente del Racing, que, viendo la que se avecinaba, tomó algunas decisiones antes de que el Gobierno lo hiciera por él.

«La primera medida que adoptamos los hermanos fue confinar a mi madre en su casa con la persona que la atiende». Aquello fue antes de que se decretara el estado de alarma. «Y ahí sigue todavía la mujer». Protegida por sus siete hijos, a los que su proximidad geográfica permite echarla un ojo de vez en cuando.

Trabajador de una empresa de servicios considerados esenciales, él también va a visitarla, aunque aún no como quisiera. «Voy, aparco, bajo la ventanilla, hablo un momento con ella y, con la misma, me vuelvo», dice el presidente del Racing, al que, a cambio de alejarle de su madre, esta crisis sanitaria le ha acercado a sus tres hijos. «Tuvimos que traerlos de vuelta de Canadá, Madrid y Bilbao». Hincando los codos andan. «'Full time'».

Esa fue la segunda medida. Y la tercera, cancelar la fiesta que por su 50 cumpleaños le estaba preparando a su mujer (no se revela ningún secreto porque ella estaba informada) para endulzarle el 23 de mayo. «Bueno, más que cancelarla, diría que la hemos aplazado, porque una fecha tan especial se merece una celebración», matiza el mandatario racinguista, que se marca como horizonte más lejano las próximas Navidades.