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Hace 35 años, en 1986, la banda terrorista ETA asesinó a 41 personas. Había entre ellas cuatro agentes del Cuerpo Nacional de Policía: José Antonio Álvarez, acribillado mientras identificaba a los pasajeros de un vehículo sospechoso; Manuel Fuentes, tiroteado en las gradas de un polideportivo cuando veía un juego de pelota; Ángel González, alcanzado por la metralla de un coche bomba detonado junto a su comisaría; y Julio César Sánchez, muerto de un disparo en la nuca cuando acompañaba a sus hijos a casa. Fue un año de inmenso sufrimiento para la policía española, que también tuvo que llorar el cobarde asesinato de diez guardias civiles en la madrileña Plaza de la República Dominicana. Por eso extraña que en esos días, en plena efervescencia etarra, una muchacha de solo 25 años tocara a las puertas del Cuerpo ansiosa por su alistamiento. Claro que, visto con perspectiva, tiene una sencilla explicación. Es cuestión de agallas.
Elevada a la cúpula policial por Fernando Grande-Marlaska, que ha puesto en sus manos la Jefatura de Policía de Cantabria, Carmen Martínez (Soria, 1961) comenzó aquel año sangriento una excepcional carrera profesional cimentada mérito a mérito y premiada ascenso a ascenso que ella misma empezó a moldear tres años más tarde, en 1989, colgándose de la guerrera la placa de inspectora.
Incorporada así a la Escala Ejecutiva, Carmen Martínez, 'jefa' en comisaría, 'Carmina' en casa, fue destinada aquel año a Cataluña, donde trabajó hasta 1993, y, después, a las Islas Baleares, donde apenas tuvo tiempo de acomodar sus pertenencias porque apenas unos meses más tarde fue llamada a servir en la Comisaría General de Policía Judicial. En 1997, tras cuatro años operativa allí, Martínez fue trasladada a la Comisaría General de Seguridad Ciudadana, donde el cambio del milenio le trajo un merecido ascenso a inspectora jefe. Otro paso a la cumbre.
LA CUMBRE
Dos años después, en 2002, y ya con la licenciatura en Química bordada en su curriculum, aquella joven que se instruyó en una promoción para valientes fue llamada a servir en la Comisaría General de Información, donde permaneció hasta 2006 contribuyendo decisivamente a la integración plena de la especialidad de Defensa Nuclear, Radiológica, Biológica y Química (la unidad NRBQ) en el servicio de Técnicos en Desactivación de Explosivos (Tedax).
Una vez cumplido ese objetivo, por el que obtuvo otro de los muchos reconocimientos que ha atesorado en su carrera profesional, su ganado ascenso a comisaria, Martínez, que siempre se significó por su capacidad investigadora, desembarcó en la Comisaría General de Policía Científica en 2008, el año fatídico en el que se produjo el desgraciado accidente del vuelo 5022 de Spanair que dejó un total de 154 muertos en la pista 36L del madrileño aeropuerto de Barajas.
Experto en grandes catástrofes, su equipo, con ella al frente, formó parte de la investigación abierta para arrojar luz sobre un trágico suceso que, sin duda, marcará la memoria profesional de la laureada policía soriana, ascendida durante el año 2018 al rango de comisaria principal, elegida hace una semana jefa superior de Policía de Cantabria y catapultada por su gran valía a la cúspide de una institución donde las mujeres se sienten cada vez un poco menos solas. Allí la esperan Pilar Allué, número 3 en la jerarquía del Cuerpo, nueva consejera de Interior en la Embajada de España en Roma y primera mujer policía en hoyarla -por la vertiente santanderina también, curiosamente- y María Benvenuty, responsable de la Jefatura Superior de Policía de la vecina Asturias.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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