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De los cincuenta agentes que se forman estos días en el pabellón de la Universidad de Cantabria surgen tres voluntarios. Están armados con pistolas eléctricas – ... conocidas popularmente como táser porque es la marca más popular–. Se va a simular la detención de un sospechoso violento, armado con un bate de béisbol. Al agente que sirve de conejillo de indias se le ha protegido con un chaleco rojo a prueba de descargas, porque va a recibir una que dejaría seco a cualquiera. Entonces empieza la simulación.
El resto del grupo observa con atención. El supuesto delincuente increpa a los uniformados y entonces comienza la acción. Los policías le rodean: uno, delante, sirve de distracción mientras trata de convencerle para que aparque la violencia; y entre tanto el de atrás aguarda el momento idóneo para disparar.
«Estas situaciones son reales, se dan en la calle y tenemos que estar preparados. Por eso estas armas son importantes, porque ayudan a reducir a la persona sin causarle daño y preservando la seguridad de los agentes y de terceras personas que puedan estar expuestas», razona José María Martínez, uno de los instructores que durante esta semana participan en el curso de formación organizado por la Dirección General de Seguridad del Gobierno cántabro.
La situación empeora y cuando el atacante se violenta aún más, cuando hace el gesto de agredir al policía, el que tiene la pistola le dispara. Son dos electrodos conectados al arma por un cable que salen disparados y se clavan en el chaleco. Saltan chispas. «Ahora el hombre quedaría inmovilizado y caería al suelo. Este es el último recurso antes de usar el arma de fuego», apunta Martínez.
El uso de estos dispositivos está permitido desde la publicación de la Ley de Coordinación de Policías Locales el 27 de diciembre de 2022 y son ya varios ayuntamientos los que las han adquirido para el uso de sus cuerpos municipales. Las tienen en Santander, en Los Corrales de Buelna, Solares, El Astillero o Sarón, entre otros. Entre todos ellos hay ahora más de 270 agentes formados para utilizar este armamento que resulta inofensivo pero que puede ser crucial para reducir a una persona.
La clave es el amperaje
«La pistola descarga 300 voltios; pero es que el amperaje, que es lo que podría causarnos daño, es muy bajo, de 2 miliamperios», razona el instructor. Por esto es «muy complicado» que nadie sufra un daño por este disparo. «Lo que ha ocurrido alguna vez es que alguien con una patología cardiaca puede sufrir un problema, pero a la postre resultaría igual si tuviésemos que proceder a una detención violenta», expone Martínez.
En una de las pistas deportivas del pabellón los policías se distribuyen en varios grupos. En lugares estratégicos hay agentes que vuelven a ejercer de objetivos a detener. «La clave es mantener la distancia para el disparo», cuenta otro de los instructores. «Uno de los problemas que nos encontramos en algunos casos reales es que la descarga no surte efecto. Esto es debido a que si los dos arpones terminan demasiado juntos debido a que el disparo se hace demasiado cerca. De esta manera afecta a un grupo muy pequeño de músculos y no llega a incapacitar al sujeto».
Por eso se recomienda mantener de 30 a 40 centímetros de distancia, porque uno de ellos sale en línea recta y el segundo con un ángulo de unos 20 grados. Lo que permite es paralizar al objetivo porque la descarga, que imita las señales del sistema nervioso, incapacita temporalmente los músculos (hasta cinco segundos), sobre todo los brazos y las piernas.
Cada pistola cuesta un mínimo de 2.300 euros. Al menos los ejemplares que están utilizándose en este curso, de la marca USA. Las de la marca táser, que popularizaron a este tipo de arma, superan los 4.000 euros. El caso es que en la mano, casi parece una pistola de juguete. Está fabricada en plástico y apenas tiene peso. Normalmente se vende con dos cargas, una con la que se arma la pistola y otra que se guarda de repuesto.
Ahora el imperativo es unificar criterios. «Lo idóneo es que todos los consistorios terminasen usando un mismo protocolo para evitar que cada cual vaya por su lado», argumenta Jesús Ruiz, coordinador del curso. Lo tiene la Guardia Civil, la Policía Nacional y otros cuerpos autonómicos. «Es esencial y por eso se va a debatir en la próxima Comisión de Coordinación», explica el responsable del curso que se enmarca dentro del Plan de formación continua que el Gobierno de Cantabria ofrece en diferentes programas.
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