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«Durante décadas no se han hecho políticas para que las medusas no lleguen a las playas del Cantábrico, así que seguirán llegando. Y ese, en realidad, no es el problema: la cuestión es que si maltratamos nuestro entorno y hacemos 'greenwashing' (marketing verde, para ... dar la impresión de que se respeta la naturaleza sin que sea real) continuarán todos los fenómenos extremos relacionados con el mar».
Lo dice Izaskun Preciado, directora de Instituto Español de Oceanografía (IEO) de Santander desde el pasado mes de julio, que señala que los cambios en el mar están siendo tan evidentes en los últimos 30 años que, ahora mismo, se da la paradoja científica de que los investigadores ni siquiera tienen armas para predecir cómo será el futuro. Porque, históricamente, para las proyecciones «utilizábamos los datos del pasado». «Y lo que está ocurriendo ahora no lo habíamos visto antes y, además, todos los cambios están siendo muy rápidos, así que nos enfrentamos a un escenario muy variable e impredecible», añade Antonio Punzón, investigador del IEO.
Preciado lamenta que, al pensar en los cambios relacionados con el cambio climático la gente se quede en los síntomas «y no vaya a la raíz». «Nos molestan las playas llenas de medusas porque nos pican y pueden perjudicar la llegada de turistas, pero no nos planteamos que los científicos llevan años avisando de que no estamos haciendo bien las cosas» ante el proceso. Es decir, la cuestión, para ella, no estaría en las medusas, que se supone que han arribado este verano en cantidad a estas costas «porque las traen corriente más cálidas. El problema es que «hay que preguntarse cómo proteger, globalmente el medio ambiente» y que los episodios de medusas retrocedan.
En el caso del mar, ambos llaman la atención sobre el hecho de que los océanos «son un continuo» y, el Cantábrico, que este verano registró dos grados más de temperatura de lo habitual, no está sufriendo nada que no sufran los demás. Por el momento, se desconoce en qué repercutirá esta modificación en todo el ecosistema, porque al Norte de España también le afecta cualquier gran deshielo en el Ártico que, supone, en general, que el mar «asume aguas menos salinas y más frías: esas masas llegan hasta aquí».
Tanto Preciado como Punzón están de acuerdo en que la subida de temperatura media del planeta abrirá numerosas incógnitas. «Sabemos que tendrá efectos sobre la pesca porque en estudios de los años 90 se vieron cambios que no se habían constatado en los 30 años anteriores. Conocemos, por ejemplo, que la caballa adelanta su llegada al Cantábrico y que en esta zona se detectan ya más especies de aguas cálidas que de entornos fríos.
«No quiere decir que haya más abundancia de esos peces, pero sí que aumenta su frecuencia» cuando se les busca. «La locha y la cigala se están yendo a aguas más frescas mientras que el gallo, el jurel, el San Pedro, la pintarroja y el aligote» se encuentran en el Cantábrico con mayor facilidad. Este fenómeno es mundial. En las costas de Irlanda y el Reino Unido, donde antes se extraían solo tres o cuatro especies, «ven pesquerías más diversas en la actualidad». También está cambiando la talla de los peces, aunque en este caso los científicos han de discernir «si la culpa es del proceso climático, de la presión humana (sobrepesca), o si los dos factores» influyen y si lo hacen por igual.
«La temperatura per se no implica nada malo o bueno. Hay rangos de temperatura ideales aunque fuera de ellos las especies se hacen más vulnerables (crecen menos, se alimentan peor o tienen dificultades para reproducirse)... Pero tampoco debe ser visto como una debacle».
¿Se puede consumir pescado con tranquilidad?
Preciado participó en un trabajo en torno a la santanderina isla de Mouro durante cuatro años sobre las algas luminarias, que formaban allí «un bosque alucinante». Cuando acabó el estudio en 1999, las algas prácticamente habían desaparecido. «Nunca supimos qué pasó exactamente, no se sabe si fue un hongo al que pudo ayudar la calidez de las aguas». Años después, un estudios reveló que esas algas anidaron en las costas gallegas, donde el mar es más frío.
Izaskun Preciado
Directora del IEO-Santander
Antonio Punzón
Investigador IEO-Santander
Lo que recalcan los dos científicos es que el mar y sus especies forman un todo con su entorno. «Si el cinturón verde alrededor de Santander desaparece, la temperatura de la ciudad aumenta y esto tiene multitud de repercusiones, también en las aguas» que bañan la ciudad, alerta Punzón.
Los dos insisten en que Ciencia lleva desde los años 80 advirtiendo de que «son necesarias decisiones políticas sobre nuestro sistema de vida, pero los mensajes que lanzamos no llegan a quienes toman las decisiones. Hay que parar el consumismo: cuando se mide el crecimiento del Producto Interior Bruto no se calcula el bienestar de las personas. Los indicadores que al PIB le parecen buenos van en contra nuestra», defienden.
¿Existiría alguna fórmula para ralentizar los cambios negativos? «Tenemos instrumentos de protección del Medio Ambiente, pero no se aplican. Los políticos crean las figuras legales para conservar, pero luego no obligan a su ejecución casi siempre por motivos económicos». Punzón se refiere a las aguas marinas protegidas, a la de las riberas, a la Ley de Costas y al Plan de Ordenación del Litoral (POL). «Gestionar bien esto sería un seguro de vida para el futuro», a su juicio.
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