![Un político de olfato felino](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201905/27/media/cortadas/revilla-kA3H-U803052857120YG-624x385@Diario%20Montanes.jpg)
![Un político de olfato felino](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201905/27/media/cortadas/revilla-kA3H-U803052857120YG-624x385@Diario%20Montanes.jpg)
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Consuelo de la peña
Lunes, 27 de mayo 2019, 12:27
El hombre que se dispone a franquear las puertas de la sede del Gobierno de Cantabria en Puertochico, con su primera victoria electoral al hombro, es, ante todo, un corredor de fondo, un hombre con un olfato político natural extraordinario que en cuatro décadas ... ha colocado al PRC, una fuerza residual en su origen, en el primer partido de la región.
La victoria de Miguel Ángel Revilla (Polaciones, 1943) es el premio a una tenacidad asombrosa. Ha dedicado 40 años de su vida a inocular el regionalismo a la población cántabra. Durante este tiempo aguantó contra viento y marea los momentos más complicados del partido, el transfuguismo de los primeros años. Después llegarían los primeros pactos con el PP, que le llevaron dos veces a la vicepresidencia y supusieron un punto de inflexión en la historia del partido y en su trayectoria política, y tres legislaturas posteriores como presidente con el apoyo socialista, a pesar de que nunca había ganado unas elecciones.
Hecho más de derrotas que de victorias –una sinfonía de acontecimientos se han alineado para darle este triunfo–, este purriego ha creído siempre en su causa y, sobre todo, en sí mismo. Ha sido el político más «incorrecto», como sostiene la periodista Victoria Drake, autora de una biografía sobre Revilla con ese título, y el más popular. Y a pesar de sus 76 años, está más vivo que nunca.
Atrás quedan aquellos años en que, tras terminar su jornada laboral como director de la oficina del Banco Atlántico de Torrelavega, cogía su Peugeot 505 para recorrer Cantabria de pueblo en pueblo para despertar la conciencia regional, recuperar el nombre de Cantabria y reivindicar la constitución de una comunidad autónoma uniprovincial. «A veces no tenía ni oyentes, pero cuando los tenía los convencía», recuerda en esa especie de memorias que es su libro 'Nadie es más que nadie'.
1981: Cuando en diciembre de ese año el rey refrendo la autonomía vio culminada su gesta y quiso disolver el PRC. Se lo impidieron
2019: La elección de José María Mazón como diputado nacional culminó un sueño.
2003: En 2003 fue la tercera fuerza y Zapatero le regaló la presidencia para quitársela al PP
Con apenas cien personas fundó en 1976 la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), que ayudó al histórico divorcio entre la provincia de Santander y Castilla, y fruto de este trabajo nació dos años después el Partido Regionalista de Cantabria (PRC). Cuando en 1981 en el rey refrendó la autonomía de Cantabria, Revilla reunió a los militantes del PRC, que no llegaban al centenar, y propuso la disolución del partido una vez conseguida la gesta. Le llamaron Capitán Araña, «el que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra», según reza un dicho que se remonta hasta el siglo XVIII. Dice que esa noche no pegó ojo. Al día siguiente fue al banco y negoció su salida.
A partir de entonces comenzó su proeza de situar al PRC como partido más votado de Cantabria. En 2003 fue la tercera fuerza política, pero la segunda, el PSOE heredado por José Luis Rodríguez Zapatero, le regaló la presidencia para quitársela al PP. En ese momento nació un fenómeno mediático.
Pasó de ser un presidente de provincias a un personaje televisivo cuando de forma natural e ingenua desveló en la televisión local de El Diario Montañés que en la boda de don Felipe de Borbón y doña Letizia había pocos urinarios y la comida era rica pero «escasa». Crónicas Marcianas emitió el video y el presidente abochornó a mucha gente. Su tendencia a hablar demasiado le traicionó. «Llegué a la conclusión de que no se puede hablar de la boda de unos príncipes como si fuera la de una persona cualquiera. Ése fue mi gran error», reconoció después. Lo pagó caro y le llovieron palos por todas partes. Incluso llegó a pensar en la dimisión como presidente. Pero acababa de nacer una estrella.
Reto
A partir de ese momento, sus apariciones televisivas, sus intervenciones radiofónicas y sus entrevistas en periódicos se multiplicaron. Su discurso cercano ayudó a que sus programas disparasen su audiencia y los platós se lo rifaban. Sus monólogos en La Sexta Noche, sus paseos junto a Bertín Osborne o sus ocurrencias junto a Andreu Buenafuente y Pablo Motos le han convertido en el presidente autonómico más famoso.
Sus adversarios políticos más enconados lo califican de tarambana y bufón, y se quejan de que transmite una imagen paleta de su tierra. Otros aseguran que ha puesto a Cantabria en el mapa y que detrás de las anchoas y los taxis con los que se traslada a La Moncloa hay un político sincero y honrado.
Lo que nadie le puede negar es que tiene el olfato político de un felino. Revilla huele a kilómetros las estrategias del adversario. El olfato político es imprescindible en todos los tiempos, pero hoy, quien carezca de él, puede despedirse. Y Revilla lo tuvo, aunque le falló con el ministro de Fomento José Blanco, que en mayo de 2010 le dejó plantado en Monzón de Campos (Palencia) con un buey de mil kilos listo para asar y quince autobuses llenos de cántabros para celebrar la colocación de la primera piedra del AVE. La víspera le llamó y le dijo que eso «no se hacía». Nada hay que enfade más a Revilla que aquel episodio, y el de los amigos y compañeros del PRC que muchos años antes le abandonaron para sumarse a la filas de Juan Hormaechea. «Entonces supe que los dos o tres que me quedaron eran para siempre», cuenta Revilla.
El fracaso del AVE y el 'tsunami' del PP devolvieron a Revilla a la oposición tras las elecciones del 22 de mayo de 2011. Esa madrugada recibió una llamada de Zapatero: «Te pido perdón, porque en parte soy el responsable de que no sigas siendo presidente». Pero, como buen corredor de fondo, Revilla aguantó el tirón y en 2015 volvió al poder también con el apoyo directo del PSOE. Como colofón a su tenacidad, Revilla ha recibido sus dos mejores regalos: la representación del PRC en el Congreso de los Diputados con José María Mazón, y la victoria electoral de ayer.
Hombre de instinto, perceptivo, astuto como un zorro, elocuente y al mismo tiempo auténtico, indómito y desbocado... Ahí puede arraigar la intensidad de la devoción que provoca. Revilla es un populista de manual, hecho a sí mismo. «No hay padrinos en su biografía, aunque sí compañeros», remacha una persona cercana. No es hijo del centro sino de la periferia, o más bien, hijo de la periferia de la periferia. Su humilde infancia en el pueblo de Salceda, donde cuidó ovejas hasta que con once años se trasladó a Santander, ha condicionado toda una existencia. «Allí pasé los once primeros años de mi vida, los mejores», confiesa.
Ya en Santander, fuera de ese entorno natural, Revilla fue un niño «tímido y acomplejado», que no probó un platano hasta los diez años y al que sus compañeros del colegio Salesianos le apodaron «el gorrón». En la adolescencia se tuvo que buscar la vida para poder estudiar Económicas en Bilbao, donde tuvo como compañero y amigo a Javier Echevarreta, del que luego supo que fue un sanguinario miembro de ETA. Padre de tres hijas, y casado en segundas nupcias con Aurora, su mujer es su gran baluarte, tanto en la vida como en la política. Fanático del remo, del bolo palma y de la pesca, presume de cocinar, aunque el único plato que se le conoce son los perrechicos, con los que, eso sí, también triunfa.
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