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Un accidente acabó con la vida de la novia de Adolfo Castillo (Torrelavega, 1969) y a él le postró para siempre en un silla de ... ruedas. Sus daños físicos y psíquicos son más llevaderos gracias al programa de Cocemfe (patrocinado por 'la Caixa') 'Hacia adelante!'. Cree que los políticos deberían ponerse en el lugar de una persona con discapacidad, sea la que sea, para diseñar las ciudades también pensando en ellos.
-Lleva 23 años en una silla de ruedas. ¿Qué le sucedió?
-Cuando estaba en lo mejor de la vida, con 28 años, en un abrir y cerrar de ojos todo cambió por completo a causa de un accidente de tráfico. Mi pareja, Elena, falleció y yo me quedé en silla de ruedas para toda la vida. Estuve un año entero en el Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo, y también en el Instituto Guttmann, en Badalona.
-Carece prácticamente de autonomía. ¿Cómo se organiza?
-Por fortuna, tengo movilidad en mi mano derecha y eso me permite conducir la silla eléctrica. Aún así, dependo de otra persona para acciones básicas del día: asearme, vestirme, levantarme o acostarme. Además, paso mucho tiempo en cama, pues la lesión medular me produce intenso dolor neuropático, que es crónico, muy invalidante y limita enormemente mis actividades. En la cama requiero de cambios posturales cada tres horas, que tampoco puedo realizar solo. Voy sorteando todos estos impedimentos e intento organizarme y trabajar, siempre que la salud me lo permite. En este sentido, tengo que mencionar especialmente a mi madre, mi cuidadora no profesional, a jornada completa, como la denomina la Ley de Dependencia. Ella me atiende de forma abnegada, como lo hacen tantas madres de dependientes, pero no es una cuidadora profesional ni asalariada. Soporta una gran carga, únicamente movida por el amor.
-Usted elabora una importante labor de concienciación en educación vial.
-Imparto charlas de educación vial en autoescuelas para gente que ha perdido los puntos del carné. Ver mis circunstancias y testimonio les hace recapacitar. También en los centros educativos, para concienciar desde la infancia a los futuros conductores y peatones, siempre acompañado de mi perro, Lobo, mi fiel lazarillo. Esta labor es sumamente gratificante. Siento que ayudo a los demás y a mí también me ayuda a ser útil y sobrellevar unas circunstancias vitales adversas.
-También participa en el programa 'Hacia adelante!', de Cocemfe. ¿En qué consiste este programa?
-En dotar a las personas con discapacidad de herramientas necesarias para potenciar su autonomía y ejercer sus derechos en igualdad de oportunidades. A través de diferentes servicios como la atención psicosocial, la fisioterapia, el observatorio de accesibilidad, campañas de sensibilización...
-Además de asistir al servicio de fisioterapia, también participa en el observatorio de accesibilidad. ¿Qué le aporta?
-Tengo la suerte de contar con Cocemfe y eso me permite acceder, entre otras muchas cosas, al servicio de fisioterapia. También colaboro en el observatorio de accesibilidad, donde nos reunimos una vez al mes personas con diferentes tipos de discapacidad y profesionales y analizamos las barreras que nos podemos encontrar.
-Durante esta crisis provocada por el covid, ¿cómo se están organizando para recibir las ayudas de Cocemfe?
-Adaptándose día a día. Estos meses hemos descubierto que hay muchas cosas que se pueden hacer por videoconferencia. Además, los profesionales se desplazan a domicilios, algo que antes no se hacía, y el resto de servicios prestados en el centro se hace con un protocolo de seguridad muy riguroso.
-¿Cómo se ven nuestras ciudades desde su silla de ruedas?
-Me consta que en estos años se han arreglado aceras, calzadas, rebajes... Y también se ha procurado la accesibilidad a edificios públicos, paradas de autobús, ocio, cultura, deporte, etc. La accesibilidad total es imposible por el alto porcentaje de edificios que cuentan con barreras arquitectónicas, aunque las obras nuevas ya se van adaptando. Deberían hacerse todas las mejoras directamente, sin esperar a que comuniquemos nuestras peticiones.
-En estos 20 años la concienciación y sensibilización de los ciudadanos ha evolucionado. ¿Lo suficiente? ¿Cuál es su mayor reivindicación?
-Se ha aumentado la concienciación ciudadana y nos hemos visibilizado más. Somos distintos, pero no inferiores y hacemos valer nuestros derechos. Pero, además, es fundamental la sensibilización de los cargos públicos, la de las personas que elaboran planes, leyes y, por supuesto, su cumplimiento. Se trata de ponerse en la piel del otro, en la silla del otro, en la ceguera del otro... Con la pandemia todos nos hemos visto afectados y las personas con discapacidad más, tanto física como psíquicamente. A nivel personal, reclamo el acceso a la figura del asistente personal, que en otras comunidades está muy instaurada. Requiero ayuda para cambios posturales en la cama, aseo, vestido, transferencia a la silla, etc. Algo que habitualmente hace mi madre, una persona mayor con sus propios achaques. Ahora me ayuda al aseo un amigo, pero cuando no tengo a alguien disponible, por ejemplo, para acostarme, debo esperar sentado en la silla, con el riesgo de sufrir escaras y, por supuesto, el cansancio y dolor. Un asistente personal es necesario para muchas personas en mis circunstancias.
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