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Cuando entra en la carpa que está instalada en la Plaza Porticada de Santander, Daniel Amavisca lleva en las manos dos manos. La forma en que las sujeta, sin apretarlas, obliga a revisar el verbo, porque Daniel, de 19 años y hermano de la Cofradía ... de los Dolores desde 2020, más que llevar las manos de la figura que venera, porta las manos, las sostiene consigo como lo haría un cirujano con un corazón que va a trasplantar para salvar una vida. La carpa de plástico blanco huele a pintura recién dada, a esmalte y barniz, olores que van cambiando a medida que avanzas hasta el fondo, donde el paso de palio más grande de todos preside la formación.
Ahí se dirige Daniel con sus manos en las manos, los dedos finos pintados de porcelana hasta las muñecas, de las que sale un enganche para completar las extremidades de la Virgen, los nudillos que Daniel cubre para evitar que le hagan una foto con ellas. «Eso no se puede ver así», se disculpa el joven, que el próximo año comenzará sus estudios en el seminario para ser sacerdote, como tampoco se puede ver el enorme bulto de unos tres metros de alto que justo en ese instante entra por la puerta de la carpa; el enorme paso del Cristo del Amor con la figura cubierta por una enorme tela negra. La han traído desde la Iglesia de San Francisco, donde las imágenes están durante el año, pero ahora, por Semana Santa, salen a la luz. Participan diez cofradías, entre ellas, la más antigua de todas, la de los Dolores, fundada en 1939 y con 230 cofrades, en un total de trece procesiones hasta el 9 de abril. ¿Cómo se prepara semejante desembarco?
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María de las Cuevas
El mantenimiento del patrimonio e incluso de los hábitos se hace durante todo el año, pero para salir «en perfecto estado», los cofrades se han reunido esta semana cada tarde, cuando terminan sus trabajos, y cenan entre palios y botes de pintura sintética para cubrir las faltas, para montar a la Virgen en el paso que recorrerá la ciudad en media docena de procesiones que iniciaron ayer, sábado, y que se sucederán toda la semana hasta el Domingo de Resurrección.
Además de las manos, Daniel Amavisca también lleva una corona de espinas. ¿Pinchan? «Sí, así que tócalo con cuidado. Son pinchos trenzados reales que han traído directamente de Tierra Santa y cumple ahora 75 años», dice sin rozar las púas, y como sabiendo el efecto que provoca mirar algo tan puntiagudo, añade: «Esto mismo es lo que tuvo Cristo en su cabeza». A su lado, Iván Martín posa una enorme corona dorada. Iván no es cofrade, es el vestidor de la virgen. Acaba de llegar desde Madrid exclusivamente para hacer esa tarea, cubrir la figura con mantos y telas exquisitas. Lleva 20 años haciendo ese trabajo, «vestir vírgenes», y lo hace por toda España. De hecho, tras Santander se va a Palencia, y de ahí a Madrid.
Carlos Nodar | Mayordomo de la Cofradía «Más de la mitad de los cofrades tienen menos de 30 años, hay relevo generacional y esto se debe a que nos han dado voz y voto para participar»
Iván Martín | Vestidor de la Virgen «Visto vírgenes por toda España, es mi trabajo desde hace 20 años, pero la Semana Santa de Santander es única, tiene una identidad propia»
Y de sus viajes y experiencias concluye sin pestañear que la Semana Santander de Santander es distinta a las del resto del país. ¿En qué sentido? «Es muy personal, tiene una idiosincrasia y costumbres propias, de hecho es la única de toda España que hace esto para que la gente pueda entrar y ver esto», dice, y señala la carpa en la que una docena de pasos están expuestos, algunos a medio montar, otros cubiertos con adornos de flores que semejan la cera, otros con el pan de oro recién imprimado, arte sacro sobre estructuras con ruedas: «Tener los pasos expuestos para que la gente los pueda ver no se hace en ningún otro sitio», explica (la carpa se puede visitar gratis todos los días hasta el sábado día 8 de abril, de 10.00 a 22.00 horas, salvo en Jueves Santo y Viernes Santo, que cerrará a las 14.00 horas).
La enorme corona de la Virgen tiene algo de joya. ¿De qué está hecha? «De oro», responde. ¿De oro? «Bañada en oro», matiza, como los candelabros lo están de plata. Mientras bajan la figura entre veinte brazos, un grupo que jóvenes está de rodillas ante un trapo grueso sobre el que van apoyando los candelabros, para introducirles después los pernos por dentro (una estructura rígida con la que se enganchan al paso). Así, uno por uno, con los 62 candelabros de distintas alturas. A estos se suman 16 en los arbotantes delante y otros 14 en los traseros, y solo hace falta sumar para imaginar el brillo tintineante que harán las velas cuando los pasos avancen a lomos de los costaleros que irán debajo.
En ese paso de palio se ubicará la 'dolorosa', que este sábado salió en su primera procesión. Debajo de la Virgen, la devoción de diez cofrades empujará con su fe una estructura de 2.750 kilos por las calles de Santander, a la vista de todos. Pero hasta entonces, como el paseo que han hecho desde la Iglesia de San Francisco hasta la carpa de La Porticada, van cubiertas con un manto que evita ser vistas. «Van cubiertas por respeto a las imágenes», dice Carlos Nodar, mayordomo de la cofradía de los Dolores y uno de los jóvenes que dirige a un equipo de decenas de personas que se mueven con el nerviosismo del que lleva un año esperando un momento de celebración pública. Como mayordomo, Carlos se encarga de los cultos internos (via crucis, misas, cuidar el patrimonio y los hábitos que usan los cofrades) y externos (las procesiones). Llama la atención la edad de los que trabajan en ese instante: «Más de la mitad de los cofrades tienen menos de 30 años», dice, «y la cuadrilla de costaleros tiene menos de 30 años». De hecho, el cofrade más joven tiene dos años (su propio hijo).
¿Hay entonces relevo generacional en esta tradición? «Por supuesto», y en su caso, añade, se debe a que «a los jóvenes de nuestra cofradía nos dan dado voz y voto desde hace 20 años y, ahora, muchas de las iniciativas que llevamos a cabo las proponemos nosotros, y aunque luego tienen que aprobarse en la Junta de Gobierno, lo cierto es que somos parte de lo que pasa en la cofradía. Por ejemplo, formar la banda, reformas del paso del Cristo del Amor con sus sistema hidráulico...». De hecho, añade, el Domingo de Ramos por la tarde sale la procesión infantil, medio centenar de hasta 13 años que salen descubiertos. La tradición, por tanto, forma parte de ellos, de sus padres y abuelos, de una forma espiritual de vida, una tradición que hace que Santander huela a incienso.
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