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María José Sáenz de Buruaga vaticinó la pasada semana que para este lunes, «como muy tarde», ya estaría cerrado el acuerdo con el PRC ... para que sus ocho diputados se abstuvieran en la votación de investidura y propiciaran que Cantabria tenga por primera vez una mujer como presidenta autonómica. Entonces no pareció un arrebato de optimismo de la líder de los populares a tenor de los avances entre las partes y de la buena predisposición que habían mostrado el partido de Miguel Ángel Revilla. Pero la cosa se torció el viernes, cuando los regionalistas remitieron al equipo de Buruaga un documento de cinco folios con 30 puntos, una serie de exigencias que el PP consideró que excedían con mucho el planteamiento inicial sobre el pacto. «En vez de un pacto de investidura, parece de gobierno», resumían los populares por la cantidad y el detalle de las condiciones que les pusieron sobre la mesa. Este martes día 13, pasada ya esa fecha límite del lunes de la que habló Buruaga, las dos partes se volverán a encontrar –la cita es en el Parlamento regional a las 10.45 horas– con un documento alternativo redactado esta vez por el PP. Un PP que vuelve a ser optimisma pese al choque del viernes –hubo comunicado y contracomunidaco en noto no del todo amigable– y que espera salir de la reunión con un acuerdo. Si no directamente con la firma estampada, al menos sí con el camino allanado para que estampen la rúbrica más adelante los líderes de PP y PRC.
El documento alternativo de los populares será mucho más reducido que el de los regionalistas. Resolverá todo el acuerdo en menos de una decena de epígrafes. Y, desde luego, no bajará a los detalles del texto que aprobó la dirección de Revilla. Ni hablará de acciones específicas, ni de plazos concretos para acabar con las listas de espera o sacar adelante el PROT, como sí figuraba en el primer borrador. La negativa del PP a los 30 puntos que desgranó el PRC no es tanto porque no estén conformes con el contenido –por ejemplo, aparecía la eliminación del Impuesto de Patrimonio, que aparecía en el programa de Buruaga–, sino porque no quieren que sea una imposición. Quieren tener las manos libres para gobernar solos y con total autonomía.
El asunto más polémico es la relación con Vox. El PRC había reclamado, literalmente, que el PP garantizara que «los acuerdos de gobernabilidad no se verán amparados ni sometidos a fuerzas políticas que, como Vox, no consideran el sistema autonómico como un marco válido». Una «línea infranqueable», dijeron los de Revilla cuando el PP replicó que no aceptaría «en ningún caso, que se limite su capacidad de dialogar con el resto de las formaciones políticas que obtuvieron representación parlamentaria en las pasadas elecciones». Porque aunque Buruaga no quiere a Vox para alcanzar la Presidencia, sí está dispuesta a llegar a acuerdos puntuales durante los cuatro años de legislatura.
En lo que sí coinciden las partes es que ni uno ha pedido ni el otro aceptaría excluir la posibilidad de realizar comisiones de investigación o auditorías en departamentos como Obras Públicas, como se desprendió inicialmente de las palabras de Revilla.
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