Los nueve miembros del tribunal popular coincidieron en la culpabilidad de la acusada, aunque tres de ellos se mostraron en contra de aplicarle la eximente incompleta de alteración psíquica que plantea la Fiscalía.
Ahora será la Sección Tercera de la Audiencia Provincial la que dicte sentencia y fije la pena a imponer a Pracelis, que desde el primer momento quiso evitar la celebración de este juicio. De hecho, en la primera sesión en la que tuvo que prestar declaración aseguró que quería que declarase su abogada en su lugar. Descartado este deseo, lo primero que hizo fue reconocer que mató a su cuñada, pero con sus propios matices y sin reconocer el relato de hechos del Ministerio Fiscal y la acusación particular.
«Un científico me dijo que tenía que matar a mi marido y a mi cuñada. Tiene mi mente en una computadora. Está cerca de mí para programarme y que haga lo que él diga». Esta fue la kafkiana explicación que dio para justificar los hechos. «No me lo estoy inventando», añadió cuando la fiscal se sorprendió porque hasta el momento no había hecho referencia a ese científico. Pero no se quedó ahí, puesto que afirmó que el científico le llegó advertir que «si no mataba a alguien, él acabaría con mi vida».
Después se negó que asestara más de una veintena de puñaladas a la víctima –«fueron tres o cuatro»– y que intentara quemar la casa donde se produjeron los hechos y el cuerpo sin vida de su cuñada. «Me sentía mal con lo que había hecho y me di candela (fuego) a la ropa». Aunque ella no presentó quemaduras cuando los policías intervinieron. «No tenía nada contra ella», llegó a decir antes de aceptar la pena de 14 años y nueve meses que solicita la Fiscalía (su abogada también reconoció los hechos relatados por el Ministerio Público ya en la penúltima sesión del juicio).
Durante la vista oral, tanto los familiares de la víctima, como los agentes que intervinieron en el lugar de los hechos y los forenses han descrito con detalle el perfil de la acusada. «Su comportamiento era provocador, desafiante y era 'superdesconfiada», afirmó la sobrina de la fallecida. «Estaba obsesionada con mi tía y la tenía manía», añadió uno de los sobrinos de la finada, que llegó a decir a una amiga que «Pracelis me ha amenazado con un cuchillo y me ha dicho que nos va a matar a mí y a mi hija».
Cinco horas después de haber acabado con la vida de su cuñada y tras haber sofocados los bomberos el fuego que provocó, los policías que evacuaron de la vivienda a Pracelis aseguran que la vieron «tranquila», aunque más tarde, cuando fue trasladada al hospital para que la atendieran de unos cortes en la mano (posiblemente con la navaja que usó para cometer el crimen) se mostró «más agitada y alterada».
Trastorno psicótico
Desde el punto de vista clínico, los forenses que la han evaluada aseguran que la acusada tiene un trastorno psicótico no específico, que es una enfermedad mental grave que se caracteriza por una distorsión de la realidad y donde aparecen una serie de síntomas como alucinaciones y delirios. «Lleva diagnosticada de este trastorno desde hace varios años y ha requerido ingresos hospitalarios como consecuencia de esa patología. Esos ingresos, generalmente, han sido producidos por una serie de desencadenantes, de factores estresantes». Tras los ingresos hubo un tiempo que se mantuvo «estabilizada», pero con un seguimiento de la Unidad de Salud Mental y en tratamiento psiquiátrico basado en antipsicóticos, antidepresivos y benzodiacepinas.
Según señalan los forenses que practicaron una pericial durante el juicio, meses antes del suceso, Pracelis, que continuaba yendo a su psiquiatra y a su psicólogo, refiere una situación «muy estresante» por un problema de convivencia con su cuñada. «Presentaba un estado de ansiedad muy importante que estaba derivando en un insomnio considerable». Dos días antes acude a Urgencias mostrando un importante estrés emocional en relación con el conflicto con su cuñada.
Aunque los forenses no pudieron evaluarla en el momento de producirse el crimen, cuando lo hicieron vieron que tenía «ideas delirantes de tinte paranoide y alucinaciones auditivas». «Ella relataba que tenía la idea que de la iban a deportar a su país, que la querían echar de casa. Si que es posible que haya una base real, pero es compatible con una magnificación, una distorsión o mala interpretación de los hechos».
A la vista de sus antecedentes y evaluación psiquiátrica, los forenses concluyen que tras los hechos pudo tener una afectación grave en sus capacidades cognitivas. «Pracelis no presenta anuladas sus capacidades. Es consciente de la gravedad de los hechos que ha llevado a cabo, a nuestro parecer, por un pensamiento condicionado erróneamente con las interpretaciones que ella hacia a los estímulos que recibía en el domicilio, que consideraba que eran ataques personales. Todo esto la desestabiliza a nivel emocional. Pero es consciente para discernir entre lo que es bueno o malo. Trata de eximir esta responsabilidad. De hecho, el día del suceso coge el arma, lo esconde, lo limpia, genera dos focos de fuego cuando se ve acorralada».
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