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Con el brote de Castilla-Hermida ya controlado vuelve la calma a la sanidad cántabra, aunque es imposible predecir cuánto durará la tranquilidad. Y el propio consejero, Miguel Rodríguez, reconoce su «preocupación», sin perder de vista los puntos del mapa nacional marcados en rojo ... por la propagación del covid-19. Es consciente, y así lo declara, de que la posibilidad de que la situación se vaya de las manos de nuevo «siempre existe». Y existirá mientras el virus siga en circulación. Aunque Cantabria parte de una situación muy favorable para afrontar el verano, con menos de una treintena de casos activos y una sola persona hospitalizada esta semana, el consejero subraya que «el riesgo de tener un brote, teniendo en cuenta la movilidad nacional, existe y se puede producir en cualquier comunidad». Y ahí va implícito el aviso a navegantes: si se baja la guardia, el coronavirus gana terreno fácilmente, como ha ocurrido en Lleida y Lugo, los dos focos de contagio que más alarman, que han obligado a confinar a miles de habitantes.
«Tenemos que acostumbrarnos a convivir con el covid-19 y lo único que podemos hacer es insistir en las medidas de protección, detectar los casos rápidamente y aplicar medidas de aislamiento». Aunque puedan resultar «exageradas», como apuntó el martes en la charla coloquio de Executive Forum. En el primer 'ensayo' con un caso real en Santander, el del edificio de Nicolás Salmerón, el engranaje funcionó y el rastreo permitió identificar los positivos alojados en él y descartar otras infecciones en sus inmediaciones, donde se revisó al vecindario más próximo y a los establecimientos públicos.
El susto de ese primer brote, se tradujo en 16 positivos y el confinamiento de todo el inmueble de diez días. «Hay que ser duros con las medidas, no podemos correr riesgos», advierte Rodríguez, que cree que «la mayor parte de la población es consciente de esos riesgos y cumple con las medidas de distanciamiento y uso de mascarillas», de la misma forma que le llegan imágenes de ejemplos que dejan mucho que desear, con más frecuencia vinculadas a actividades de ocio.
«Lo que tenemos que hacer es colaborar todos para que el resto sea responsable. Nos jugamos mucho y es importante hacer entender a los que no cumplen que pueden perjudicar a todos». Y de hecho, lo que «más preocupa» al consejero es «que haya un brote y no seamos capaces de detectarlo a tiempo para cortar su transmisión», que es lo que ha pasado en la provincia de Lleida, donde el estallido de contagios ha devuelto la saturación a los centros sanitarios y ha dejado en evidencia la falta de personal. Un temor que expresa pensando «no sólo en las consecuencias sobre los dispositivos sanitarios, que están preparados, sino en términos de paralización de la actividad productiva». Desde el Servicio Cántabro de Salud se han reconocido las dificultades que atravesarán los centros de salud este verano, en el que se conjugan el déficit de médicos de familia y pediatras que arrastran desde hace años, agravado por las últimas jubilaciones y las vacaciones.
¿Podrá soportar la Atención Primaria un rebrote importante en estas condiciones? El consejero reconoce que «el problema fundamental del SCS en verano es la cobertura de los equipos de Atención Primaria, pero no creo que influya en la detección de casos porque los protocolos son claros». Es más, considera que «si se produjera un brote porque no hemos sido capaces de pararlo a tiempo, tampoco se vería condicionada la atención a los afectados, porque los requerimientos de casos con ingreso hospitalario están siendo mínimos».
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