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Estaban perdidos, completamente desorientados. Después de más de cincuenta horas atrapados en el interior de la montaña, Alfonso Urrutia y Paloma Bombín volvieron a ver en la tarde de ayer la luz del sol acompañados de los rescatadores del Greim de la Guardia Civil ... a su salida de la cavidad de Garmaciega-Sima del Sombrero, en Soba. «No está muy bien señalizada y no supimos dónde estaba la boca hacia el exterior», se justificó Urrutia en sus primeras declaraciones frente a un enjambre de micrófonos que lo esperaba al pie de la ladera. «Estábamos preparados, teníamos agua, comida y todo lo necesario». Eso los salvó de la hipotermia y de la deshidratación, porque de hecho pudieron salir al exterior por sus propio pie. Él se mostró sonriente a las cámaras; pero ella se ocultó directamente en una furgoneta para eludir la exposición pública.
Hicieron lo que tenían que hacer. Lo que dicta la primera norma de la espeleología: quedarse quietos en un lugar seco y esperar. Ahorrar fuerzas y recursos. Y pasada la una del mediodía de este lunes, más de cincuenta horas después de internarse en las profudidades de Soba, fueron localizados en buen estado de salud, acurrucados junto a la roca, protegidos por un vivac improvisado.
Esta suerte de aventura con final feliz comenzó el pasado sábado, cuando la pareja de espeleólogos de Castilla y León accedió a la cueva de Garmaciega-Sima del Sombrero a las doce del mediodía por la entrada de Garmaciega. Él, salmantino de 49 años, cuenta con gran experiencia en espeleología y no era la primera vez que se adentraba en esta ruta. Profesionalmente se dedica a trabajos verticales en edificios con lo que cuenta con preparación para manejarse en los grandes pozos que hay que atravesar en esta gruta. Ella, vallisoletana de 38 años, es aficionada a este deporte y profesora de Formación Profesional en Zamora. Ninguno avisó de sus planes al 112, un trámite obligatorio para entrar en cualquier cavidad de la región. Sí pagaron la tasa obligatoria -de 25 euros- que cobra la Fundación Espeleosocorro Cantabro (Esocan), que se encarga de mantener las instalaciones en el interior.
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La inquietud comenzó a las ocho menos cuarto del domingo, cuando un amigo de Paloma llamó desde Valladolid para comunicar que no recibía noticias de ella. Obedeció la orden que le había dado ella siguiendo el protocolo, pues siempre hay que dejar el aviso a una persona cercana para que alerte a emergencias en el caso de que no haya comunicación a una hora determinada.
Apenas unos minutos después arrancó el dispositivo de búsqueda que se prolongó durante más de cuarenta horas y que finalizó en la tarde de ayer con la buena noticia de que los deportistas se encontraban en buen estado de salud. Pero el 'durante' no fue nada fácil. El dispositivo se prolongó mucho más de lo esperado, se complicó por encima de lo que estaba previsto y se barajaron todas las hipótesis.
El peor momento llegó cuando tras la primera revisión de la cavidad, la tarde del domingo, varios equipos peinaron la ruta principal de la cueva sin encontrar rastro de la pareja. «Estamos desconcertados porque lo lógico era que hubiésemos visto algo pero no hay nada. Absolutamente nada», explicó Javier Allende, coordinador de Emergencias del 112. «Lo que contemplamos ahora es que se hayan adentrado en alguna de las rutas secundarias porque se hayan desorientado», agregó antes de que se notificara el aviso a la Unidad Militar de Emergencias (UME) a la que se solicitó ayuda para continuar con los trabajos de rescate.
Al menos 21 militares se trasladaron a Cantabria desde su base de León y entonces comenzó la operación con equipos conjuntos formados por especialistas del Ejército y también del Greim de la Guardia Civil. Se adentraron, cada vez, cuatro grupos de cuatro personas. Unos tuvieron la función de explorar la cueva, otros se dedicaron a instalar comunicaciones para agilizar la búsqueda. Fue la UME la que puso en marcha el conocido como genéfono (un tipo de teléfono con cable) y el sistema Tedra (que funciona con vibraciones transmitidas a través de la roca).
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Desde fuera crecía la ansiedad porque lo atípico era no tener noticias una vez peinado todo el recorrido. Comenzaron a sopesarse otras posibilidades, como que los espeleólogos hubieran logrado salir al exterior por alguna de las bocas alternativas y estuvieran perdidos e incomunicados en el monte. Por eso, también, se movilizó al helicóptero del Gobierno de Cantabria y a los drones de la Guardia Civil para recorrer la superficie en busca de alguna señal que pudiera ayudar a dar con el paradero de la pareja castellanoleonesa.
Entre tanto, en el interior de la cueva, el periplo de los rescatadores continuaba. Equipados con todo lo necesario por lo que pudiera pasar, sin conocer el estado de salud de estas dos personas, caminaban en silencio, haciendo sonar el silbato, a la espera de tener noticia de los desaparecidos. Así durante kilómetros de galerías, adentrándose en zonas inexploradas, barajando por qué lugares pudieron haberse adentrado por equivocación, o tal vez por curiosidad.
A las once de la mañana de este lunes el primer equipo de la UME y el Greim regresó al exterior sin novedades y la moral de todos los efectivos del dispositivo caía por los suelos. Hasta 113 personas trabajaron a destajo y contra reloj durante todo el fin de semana y también este pasado lunes. Entre tanto, la consejera de presidencia, Isabel Urrutia, atendió a los medios para contar las novedades. Pero básicamente, no hubo ninguna.
«Estamos movilizando todos los efectivos necesarios, incluidos los de otras comunidades», afirmó cuando explicó que los trabajos se trasladaban al exterior, en el monte. «Tenemos indicios de que pudieran haber salido», avanzó. Las dudas de los periodistas le obligaron a dar más detalles. «Hay vegetación rota al lado de una boca de la cavidad. Pudiera ser que ellos hubieran salido por ese lugar y estuvieran perdidos en el monte; aunque también podría ser que lo haya producido un animal», explicó, somera.
Pasadas las once de la mañana una segunda tanda de equipos tomó el relevo. Accedieron al interior de la montañas con órdenes de recorrer algunas de las galerías secundarias que todavía no se habían pisado y tuvieron más suerte. Era la una y cuarto del mediodía cuando el silbato que sonaba en la oscuridad tuvo respuesta. «A lo lejos escuchamos la voz de una mujer. Ya estaba. Eran ellos», cuenta Allende. Se acercaron a la zona, en la galería de la Fonda, y los encontraron.
A la luz de los frontales de los cascos pudieron identificar a la pareja acurrucada junto a una roca, oculta bajo una manta térmica. Se encontraban a apenas 200 metros de la salida, justo bajo la Sima del Sombrero. En su ascenso por ese pozo vertical no repararon en la baliza que indica el camino hacia la salida, se adentraron en una red de galerías sin salida y comenzaron a dar vueltas en círculo. «Nos contaron que caminaban y caminaban y volvían siempre al mismo punto. Se dieron cuenta de que estaban perdidos», relatan los rescatadores.
Cuando Paloma vio la luz de sus rescatadores llegando al lugar de reunión, se emocionó. Tanto ella como Alfonso estaban bien. Tenían todo lo necesario para sobrevivir; pero las dudas por el tiempo transcurrido sin que nadie fuera en su ayuda comenzaban a hacer mella. Todavía hubo que esperar tres horas para que se escucharan los aplausos en el exterior. Era el tiempo que tardaron en comunicar que la misión estaba cumplida. Que estaban vivos y en buen estado.
A partir de ese momento, los rostros que habían estado sembrados de dudas y temores mostraban amplias sonrisas, como la que dibujó la cara de Alfonso cuando las cámaras le retrataron en su salida al exterior. Paloma evitó a los medios de comunicación y optó por ocultarse rápido en una furgoneta que la trasladó al puesto de mando.
Afuera aguardaba la realidad a la que habían sido ajenos. Un mundo donde ellos eran los protagonistas de una historia que ha estado en todos los periódicos e informativos nacionales. Sus familias los esperaban también en el puesto de mando del 112. Allí habían recibido incluso asistencia psicológica porque hubo un momento del día, a lo largo de este pasado lunes, en que se temió incluso porque pudieran haber sufrido un fatal accidente. Todo quedó en un susto. Hubo final feliz.
«No sé lo que le habrá pasado, pero del tema controla y mucho. No sabría decir si es muy experto o experto a secas, pero desde luego sabe mucho de espeleología. Cuando hablaba del tema con nosotros se notaba. Hablaba mucho de sus salidas a las cuevas y ha había estado en esa misma cueva de Cantabria», explica al otro lado del teléfono un excompañero de trabajo de Alfonso Urrutia Heredia, el hombre de 49 años que a primera hora de la tarde de ayer fue localizado en la cima de Garmaciega tras pasar 40 horas desaparecido en su interior junto a su pareja, Paloma Bombín Mosquera, aficionada también a este deporte y, al igual que Urrutia, una gran apasionada del monte y de la montaña. También de Cantabria.
Según informaron ayer fuentes de la búsqueda cuando todavía no había noticias sobre el paradero de ambos, Urrutia es una persona con «nivel alto» de espeleología, aunque entre la información disponible no figura que esté vinculado a ningún club. Ambos tienen su propio equipo, un material «muy potente» y que en varias ocasiones ya han utilizado en esta y otras cavidades de Cantabria. A pesar de que la pareja no avisó al 112 de que iba a realizar esta actividad, como marca el protocolo, sí hicieron uso de sus conocimientos una vez que se percataron de que estaban perdidos. Así, permanecieron quietos en un punto a la espera de ser rescatados.
Alfonso Urrutia es natural de Salamanca y se dedica profesionalmente a la realización de trabajos verticales -ha pasado por distintas empresas-, donde realiza trabajos de limpieza o rehabilitación de edificios. Por su parte Paloma Bombín, vallisoletana de 38 años, se dedica a la docencia.
Según han informado fuentes cercanas a la mujer a los medios de comunicación de Castilla y León, Bombín es profesora de Formación Profesional. Está pendiente estos días de la resolución de su traslado como docente para entrar a formar parte del claustro de profesores del instituto Ribera de Castilla, donde ya ha impartido clases con anterioridad. En la actualidad, y desde hace cinco años, es profesora técnica del ciclo de Formación Profesional Básica de Carpintería y Mueble en el centro de adultos de Benavente (Zamora).
Sus intereses siempre han estado vinculados con el monte y el patrimonio forestal, tanto desde el punto de vista académico, como laboral y de ocio. Así, en su currículum figura su participación en la elaboración de la cartografía digital de los cotos de caza de León (como técnico en el Servicio de Caza y Pesca de la Junta de Castilla y León). También fue técnico de apoyo en incendios forestales en Soria. De hecho, estudió el grado de Ingeniero Técnico Forestal, en la especialidad de Explotaciones Forestales, Ingeniería Forestal, en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.
Nada más terminar la carrera, en el año 2012, se matriculó en el módulo de Técnico Superior de Producción de Madera y Mueble, en el instituto Ribera de Castilla. Y, a continuación, en 2015, completó el máster de profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional e Idiomas (especialidad de tecnología agraria, forestal y alimentaria), en Palencia.
Su trabajo de fin de máster fue precisamente el diseño de la programación didáctica de las tutorías para ese ciclo de FP Básica de Carpintería y Mueble del IES Ribera de Castilla, donde estuvo como profesora en prácticas en la primavera de 2015. Mantiene una estrecha vinculación con este centro del barrio pucelano de La Rondilla, donde tiene previsto regresar el próximo curso, ya que ha solicitado el traslado en comisión de servicio, tal y como explicaron ayer sus compañeros del instituto.
Desde 2017 es obligado avisar al 112 antes de acceder a una cueva o sima. Además, en algún caso, donde existe valor patrimonial por tener restos arqueológicos, es preciso un permiso especial. En el caso de la cavidad Garmaciega-Sima del Sombrero, en Soba, no es necesario solicitar dicho permiso pero sí poner en conocimiento del 112 la intención de acceder:día, hora, tiempo estimado de permanencia y hora aproximada de salida. Otra medida de seguridad consiste en dejar otro aviso a una persona cercana de confianza que pueda dar la alerta a emergencias en el caso de que no tenga noticias de los espeleólogos a una hora determinada. La pareja castellanoleonesa no avisó al 112 y eso está contemplado como uno de los elementos punibles que podrían llevar a que les cobraran el rescate. Lo que sí hicieron los espeleólogos de la comunidad vecina fue pagar la tasa de 25 euros a la Fundación Espeleosocorro Cántabro (Esocan), que se ocupa del mantenimiento de la cueva.
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