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La Sociedad Cántabra de Filosofía (Socfía) presenta a finales de mes su nuevo equipo directivo, una renovación que coincide con su 15 aniversario y que ... responde a un «profundo cambio generacional». Se mantiene Esteban Ruiz, su presidente durante la última década, que ahora estará acompañado por Esther del Valle en la vicepresidencia.
¿Qué definirá el proyecto de ahora en adelante? «Le va a caracterizar un intento de ampliación, una mayor sensibilidad con determinados aspectos de la cultura contemporánea, como las tecnologías de la información y la comunicación, y una mayor presencia en la sociedad cántabra», resume Ruiz. Así, Socfía quiere ofertar nuevas actividades para alumnos y docentes –cursos, conferencias o foros de debate–, quiere abrir un canal de intercambio y diálogo a través de las redes sociales y mantener la organización de la exitosa Olimpiada Filosófica. ¿Hay cantera en la región? «Sí que se puede decir en la medida en que los resultados del alumnado de Cantabria en la Olimpiada Filosófica de España son cada vez mejores y está empezando a formarse cierta cantera de estudiantes de Secundaria con valía filosófica, con independencia de que luego vayan a dedicarse o no» a esta disciplina, valora Ruiz.
Más allá de la especialización universitaria, la formación en asuntos filosóficos empapa –o habría de empapar– la educación obligatoria y el Bachillerato. «El sentido del estudio de la filosofía es que sea útil para muchas materias y disciplinas científicas distintas, relacionadas con las ciencias sociales o naturales. La filosofía puede ayudar a elaborar teorías acerca de la naturaleza, reflexiones sobre la política, la estética o la ética. Y puede proporcionar conocimientos puramente filosóficos al alumnado y también destrezas especialmente desarrolladas por los filósofos, como la capacidad de argumentar, de definir o de establecer conexiones lógicas entre conceptos».
Esa es la estela académica que deja esta disciplina, pero ¿la Lomloe la potencia? En Bachillerato, con dos materias comunes, «la situación es buena», dice Ruiz. En ESO, con la asignatura de Valores Cívicos y Éticos, obligatoria en 3º curso, «la situación sería, desde luego, mejorable». Las dos optativas que Cantabria introdujo en el currículo de Secundaria haciendo valer su capacidad de maniobra dentro de la ley educativa «son bienvenidas, pero no acaban de resolver el problema». Porque todo esto repercute en las posibilidades laborales de los licenciados: al decaer las horas lectivas, se ha dado «cierta pérdida de masa de trabajo para los profesores de Filosofía, especialmente, los interinos. Nosotros compartimos esa preocupación».
Con la Lomloe, el currículo se abre al estudio de las filósofas, en palabras del presidente de Socfía, se abre a «ampliar la perspectiva de la historia de la filosofía». Esto se verá a partir del curso que viene, cuando el alumnado podrá asomarse finalmente al pensamiento de María Zambrano, de Hannah Arendt, de Simone de Beauvoir o de Mary Wollstonecraft. Si bien la Lomce exhibía un «currículo bastante cerrado» y sin pensadoras de por medio, la nueva ley sí que incluye en sus saberes básicos a filósofas pertenecientes a todos los periodos de la historia, explica Ruiz.
La filosofía actúa como palanca para una formación crítica y responsable. Puede sonar a frase hecha, «pero tiene todo el sentido», constata Ruiz. «La filosofía favorece la actitud crítica de las personas. Se supone que la filosofía tiene que ser siempre reflexión crítica sobre la realidad, y a la vez reflexión sujeta a la propia autocrítica. Y también favorece la formación de ciudadanos responsables en la medida que exige siempre responder de la propia posición. Y eso es lo que significa ser responsable: ser capaz de responder con el propio criterio».
Es crucial, por tanto, garantizar un espacio a la filosofía y a las humanidades en las aulas. ¿Lo tienen? «No creo que las humanidades en el sistema educativo se encuentren en situación alarmante porque todavía existe bastante dotación horaria. Casi es más preocupante su situación en la sociedad», advierte Ruiz. «¿Hasta qué punto la sociedad valora los conocimientos humanísticos, los relacionados con la historia, la literatura, con el arte…?», se pregunta a continuación.
Se trata de un cuestión más general y no únicamente educativa, que tiene que ver con la presencia y el significado de las humanidades en la sociedad, donde se llega a prescindir de ellas como si fueran «un saber antiguo», y donde se imponen «planteamientos totalmente pragmáticos o relacionados con la tecnología entendida como un fin en sí mismo». Se desatienden así cuestiones que nos llevan a entender las relaciones humanas o la formación de los sujetos, entendida esta como la formación de una «identidad compleja y matizada».
¿Y qué consecuencias podría tener ese arrinconamiento? «Prescindir de las humanidades significa prácticamente la destrucción de la cultura tal y como la hemos entendido hasta ahora», entiende el presidente de Socfía. Prescindir de las humanidades «hace a la sociedad más acrítica, mecanizada, instrumentalizada, más manipulable y servil. Porque las humanidades y la filosofía sirven para producir una opinión pública más sólida de la que existiría si no hubiese ese tipo de disciplinas».
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