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Birlar es, en el idioma de los bolos, lanzar hacia el castro de las nueve estacas la bola que previamente se había arrojado desde el tiro. Pero 'birlar' es también, nos advierte la autoridad que fija y da esplendor al castellano, «hurtar algo sin intimidación ... y con disimulo». Y es, por tanto, esta sabiduría metafórica del lenguaje lo que tenemos que examinar ante la infrecuente imagen del presidente del Gobierno de España 'birlando' en una bolera de Torrelavega.
Alcalde y concejales que aplaudían los birles de Pedro Sánchez dieron una rueda de prensa en abril de 2017 acusando al Gobierno de Mariano Rajoy de «olvidar, mentir y dar la espalda» a la ciudad del Besaya, y exigieron que los Presupuestos del Estado incluyeran a la comarca de Torrelavega como 'Zona de Urgente Reindustrialización o figura semejante', por ser «clave y necesario», y además con dotación de «8 o 10 millones de euros». Pues bien, llegado tras la moción de censura el Presupuesto del Estado para 2019 no sólo no había ningún concepto especial de reindustrialización de la ciudad, sino que incluso había desaparecido la partida para el Besaya establecida en el último presupuesto de Rajoy, el de 2018. Defensores tiene Torrelavega que reprochan al adversario lo que concede y disculpan al propio lo que deniega. Alabando restas y despreciando sumas, ¿no acabará saliendo negativa la cuenta?
No fue este el único birle que el nuevo jefe nacional jugó en los corros de Cantabria. Siendo la nuestra en su Presupuesto una de las poquísimas regiones donde caía la inversión, el caso se agravaba aún más por el total abandono en Castilla y León de la autovía A-73, Aguilar-Burgos, tan vital para el eje Santander-Torrelavega-Corrales-Reinosa. Fue opinión unánime de toda Cantabria, excepto de los postes repetidores de la señal monclovita: eran pésimos Presupuestos por lo poco que traían y por lo menos que auguraban. Acaba de publicar El Diario Montañés datos claros sobre la dramática caída de la inversión pública en Cantabria, especialmente del Estado, en los últimos años. Y aún faltan las estadísticas de un 2018 con «mucho de Boo y poco de Guarnizo». Y de un 2019 con Presupuesto prorrogado y múltiples procesos electorales. No hay por dónde cogerlo: vamos a completar uno de los períodos menos inversores de nuestra historia. Muy graves han debido de ser nuestros pecados, para merecer esta penitencia. (Otro día hay que analizar esto en el confesionario de papel).
En la reunión del pasado verano entre Sánchez y el presidente de Cantabria se dijo que había una gran sorpresa para el proyecto Comillas, y pudo pensarse que algo de esto hablaría el numen del Gobierno central en su visita. Pero no ocurrió: nueve meses después, los bebés han nacido, pero Comillas sigue en tal estado y los misterios anunciados no se han revelado ni ante la poderosa invocación de dos campañas electorales concatenadas. Se seguirá arreglando la iglesia del seminario, tras el desagradable paréntesis forzado por una defectuosa tramitación de las subvenciones. Seguimos en adviento.
Sobre la conexión ferroviaria con la Meseta, nada nuevo ha agregado Sánchez respecto de la cifra mágica de 2024 que ofreció su ministro-comisario Ábalos; una fecha que el proyecto presupuestario, por su endeblez, apenas permitía imaginar, ni siquiera en los ambientes más adictos a la metafísica. Bien fácil tenía el doctor ofrecer algún detalle adicional, por transmitir un poco más de confianza a los que ya vamos, por escarmentados, descreídos. Pero no lo debía de traer estudiado, quizá porque no quería tampoco ver al presidente de Cantabria. De hecho, a las pocas horas de expresar éste su ilusión de que en la próxima legislatura el tren Santander-Bilbao esté «en marcha» (metáfora para describir que se habrá movido algún papel de una mesa a otra), se tuvo que quejar de que el presidente del Gobierno español no le telefonea cuando viene a la región. El ciudadano se rasca la cabeza: ¿Cómo nos van a dar un tren con Bilbao si ni nos llaman por teléfono?
Porque la conexión por tren de altas prestaciones con Bilbao, que Zapatero presentó en 2009 en el PEIT, también ha sido objeto de birle ahora, cuando el colectivo Frankenstein ha remodelado el trazado del corredor transeuropeo. Una década después, la línea ya no está ni pintada en el mapa. Ni siquiera es una gloriosa promesa para incumplir: ha retrocedido fatídicamente del estatus de 'se hará' al de 'se estudiará'. Otro bolo que retingla y rueda por el áspero suelo.
El presidente se mostró muy preocupado por el sector primario. No es para menos. Es un sector que, 'gracias' a las negociaciones del PSOE con Bruselas para nuestro ingreso en el mercado común, concretamente con el 'camarada' François Mitterrand, presidente socialista de la lechera Francia, ha pasado de 23.000 productores de entonces a sólo 1.000 ahora, lo que está suponiendo la muerte demográfica de muchos pueblos de media y alta montaña de Cantabria. No parece tampoco defendible la gestión de la alternativa rural en energías renovables: otra legislatura termina, y van tres, sin que los socialistas hayan impulsado ningún parque eólico, lo que da un inapelable rosco en doce años. Y así todo, ¿le habrán informado al doctor presidente de que el PIB agrario es ya solamente el 1,6% de la economía cántabra, un tercio de lo que representaba al comenzar el siglo?
No olvidemos Altamira. Es muy positivo que el presidente se interese por el Paleolítico, aunque ya lo sospechábamos por su gran afición a Franco, pero hubiera resultado no menos estimulante verle en Santander prometiendo ayuda para el futuro Museo de Prehistoria, el museo local de bellas artes, o el proyecto del Reina Sofía-Archivo Lafuente. El PIB de actividades artísticas, de ocio y recreativas supone ya un 4,1% de nuestra economía regional y puede aportar más del doble si se organiza con cabeza.
Total, que no hacía falta que viniera a birlar a Torrelavega. Ya éramos bien conscientes de lo mucho que estaba birlando por toda Cantabria, no dejando en pie ni un bolo de los que estábamos armando tras la galerna alemana. El pueblo se lo premie al meter las papeletas en la urna, a la mano o al pulgar. 'Birlar' tiene, definitivamente, demasiados sentidos. Ha sido una jugada de riesgo, como todas las suyas.
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Ana del Castillo
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