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Si continúa creciendo como hasta ahora, antes de llegar a mediados de septiembre el número de contagios detectados después del confinamiento superará al de la ... primera ola, es decir, que la suma de infecciones diagnosticadas en julio, agosto y la mitad del mes corriente será mayor que la correspondiente a marzo, abril, mayo y junio (3.061 en total). El dato gana interés cuando se ponen en relación estas cifras con el aspecto más dañino de la epidemia, las hospitalizaciones, los ingresos en la UCI y, por supuesto, las muertes. La conclusión es clara: la proporción de casos graves y fatales en ambos periodos de la pandemia no tienen nada que ver.
La razón de este cambio hay que buscarla en la generalización de pruebas PCR: si en el arranque de la crisis solo se practicaban a quienes presentaban síntomas, ahora alcanzan a quienes aparentemente no padecen la enfermedad, con lo que las estadísticas se nutren también de estos positivos que antes permanecían ocultos. Considerando que un 56% de los casos son asintomáticos, se aprecia la magnitud del cambio.
El regreso con fuerza del virus tras el confinamiento -mucho más notorio a partir de agosto, que empezó contando nuevos positivos diarios por decenas y terminó llegando al centenar-, ha hecho saltar todas las alarmas ante la posibilidad de que se repita la situación de los primeros momentos de la pandemia. No obstante, hay un hecho que permite albergar la esperanza de que algo así no volverá a ocurrir: la escalada imparable de contagios no ha puesto en jaque la capacidad de atención hospitalaria en Cantabria como sí ocurrió en marzo.
403camas de hospital estaban ocupadas por pacientes de covid el 30 de marzo, el día que marcó el máximo de enfermos ingresados, con otros 45 atendidos en la UCI.
180es, hasta el momento, el máximo de contagios diagnosticados en una jornada. Sucedió el 25 de marzo. El aumento en el número de infecciones en las últimas semanas está marcando cifras cercanas: el pasado jueves fueron 146.
131contagios por cada 100.000 habitantes se registraron durante la peor semana de la pandemia: fue la del 23 al 29 de marzo. La media de pacientes que permanecían hospitalizados era de 316. Los peores datos tras la conquista de la 'nueva normalidad' corresponden a la semana del 24 al 30 de agosto, con 107 casos por 100.000 y 30 pacientes ingresados.
La curva de contagios tiende a dibujar una 'U' que en esta segunda parte de la enfermedad aún no ha alcanzado la misma altura: no ha llegado al pico de los 180 diagnosticados el 25 de marzo, pero los 146 detectados el pasado jueves ya se le acercan. El resto de variables ni se parecen.
El momento de mayor presión asistencial de la pandemia se vivió el 30 de marzo: con 1.114 casos activos se ocupaban 403 camas de hospital y 45 puestos de UCI. En cambio, en los últimos tiempos no se ha vivido nada parecido: el 1 de septiembre, el día con peores registros, se contaban 1.151 casos activos, pero había 47 personas ingresadas y 5 en la UCI.
Más que los picos, interesa observar la incidencia acumulada por semanas: la del 23 al 29 de marzo marcó máximos, con 131 contagios por 100.000 habitantes y una media diaria de 316 hospitalizados. La semana siguiente (30 de marzo a 5 de abril), aunque la incidencia bajó a 63 por 100.000, la media diaria de atendidos en hospitales fue más alta, 358.
Tras la conquista de la 'nueva normalidad', la peor semana (a falta de conocer los datos de la que acaba de concluir), es la del 24 al 30 de agosto, con 107 casos por 100.000 habitantes y una media de 30 pacientes ingresados, una presión sobre la capacidad asistencial doce veces menor que la vivida en los momentos más complicados de la primera fase.
Porcentajes de letalidad ajustados
más contagios, menos ingresos
Como es lógico, la mayor gravedad de la situación también se tradujo en víctimas, con un total de 211 muertes hasta el final de julio y 'solo' 10 desde entonces hasta el día 3 de septiembre. Analizando la letalidad del virus por meses, en marzo supuso la muerte de casi el 5% de los contagiados, un porcentaje que creció hasta el 10% en abril. En agosto se redujo hasta el 0,4%.
En opinión del doctor Ángel de Francisco, catedrático de la Universidad de Cantabria, y que ocupó el puesto de jefe del Servicio de Nefrología de Valdecilla, las curvas de los contagios en el comienzo de la pandemia y ahora «no se pueden comparar» por la diferencia en la realización de test. En cambio, sí pueden hacerse predicciones sobre el incremento del porcentaje de positivos en las pruebas PCR de las últimas semanas. «Este aumento de los contagios es preocupante porque las muertes que veremos después son un reflejo de los contagios de hace tres o cuatro semanas, y es de esperar por tanto que a más contagios -aunque la gran mayoría sean asintomáticos y solo una parte mínima requiera hospitalización-, haya más ingresos y muertes en las próximas semanas».
Frente a estos malos augurios, el doctor De Francisco apunta una serie de factores que ayudarán en la lucha contra la pandemia. «Estamos mejor preparados. Hemos aprendido a hacer tests e interpretarlos, tenemos ya una práctica de rastreo y la población está más concienciada con los mecanismos de protección». También dice que el personal sanitario ha aprendido a protegerse mejor del virus, como también sucede en las residencias, y hay más experiencia en el manejo del paciente.
Respecto a la vacuna, cree que hasta que no llegue, ni se conozca hasta qué grado inmuniza, no pasa de ser una esperanza. Mientras, los pacientes recuperados contribuirán a esa progresiva inmunización colectiva, sin desdeñar la defensa que pueden plantear ante el virus quienes hayan estado en contacto con otro similar, aunque no sea el covid 19.
empeoramiento
sanidad-economía
Así, y hasta que no llegue una solución contra la pandemia, De Francisco plantea media docena de medidas. «Hay que recordar que las medidas recomendadas -mascarilla, higiene de manos, distancia, espacios abiertos, test y rastreos-, funcionan. También hay que vacunarse contra la gripe; se debe exigir una coordinación centralizada sanitaria que unifique y legisle la actividad de las comunidades autónomas, y hay que focalizar y sectorizar aislamientos y cuarentenas cuando la incidencia de nuevos casos suba de la cifra acordada por el Ministerio. Respecto a la escuela, debemos tratar de hacer lo mejor que podamos para que los niños vuelvan a ella, por las consecuencias negativas de mantenerlos fuera del colegio. Por último, el equilibrio sanidad-economía ha de ser riguroso, aunque sea muy difícil: no podemos dejar tierra quemada cuando ganemos la batalla al virus».
El doctor Jesús Mozota, jefe de Medicina Preventiva en la Clínica Mompía, como antes lo fue en Valdecilla, opina que la letalidad del virus se mantiene. «En personas mayores y con patologías asociadas, la letalidad se mantiene. En números absolutos puede haber descendido, pero si se pone en relación con pacientes ingresados y que cumplen esas condiciones, sigue siendo similar. Se han descrito a nivel mundial algunas mutaciones del virus, pero esencialmente pertenecen a las mismas cepas, las dos iniciales. No creo que el virus haya perdido fuerza, sino que ahora lo vemos actuar en huéspedes más resistentes».
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