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P or nosotros no va a quedar’, aseguran en el Gobierno regional y en las cúpulas del PRC y del PSOE para reafirmar su propósito ... de alcanzar con Podemos un acuerdo presupuestario alternativo al ya apalabrado con el diputado Juan Ramón Carrancio y así quedar exonerados del pecado del transfuguismo que amenaza con perseguir lo que queda de legislatura a los partidos del Ejecutivo de coalición. También en Podemos conviven distintas sensibilidades sobre la oportunidad del pacto y sobre el nivel de exigencia en la negociación.
Las cábalas presupuestarias anidan en el Ejecutivo regional desde el verano, cuando estalló con estrépito la fractura en Ciudadanos. Muy pronto quedó claro que el diputado Carrancio estaría muy dispuesto a prestar el voto que marca la mayoría parlamentaria si el dictamen del Parlamento amparaba sus privilegios, como así fue. Tampoco tardaron mucho en asumir PRC y PSOE que un acuerdo de esa naturaleza agitaría en su contra la controversia del transfuguismo.
Así que hace ya tiempo que en el Gobierno exploran el plan B para un acuerdo presupuestario con Podemos, que ya permitió la investidura de Miguel Ángel Revilla en 2015 y la aprobación de las cuentas de 2016. El problema era la creciente agresividad de la formación morada con Revilla desde que el pacto primigenio saltó en pedazos. O sea, más o menos como ahora, con las camisetas impresas con las opiniones del presidente sobre el transfuguismo que los tres diputados de Podemos lucieron en el debate de las enmiendas a la totalidad. O el repaso a la hemeroteca que preparan para la sesión plenaria de mañana cuando la Cámara vuelva a abordar el ‘caso Carrancio’.
El nuevo PSOE que comanda Pablo Zuloaga está muy volcado en la búsqueda del acuerdo con Podemos, también para diferenciarse con la etapa de enfrentamiento directo bajo el liderazgo de Eva Díaz Tezanos. Zuloaga, que ya sabe lo que es pactar con Podemos en el Ayuntamiento de Bezana del que es alcalde, salió razonablemente optimista de una primera reunión en la que sus interlocutores presentaron una batería de prioridades presupuestarias de amplio espectro: de la renta social básica al polígono de Las Excavadas, de los impuestos al Mupac y el puerto de San Vicente.
Quizá fue una falsa percepción, el caso es que la expectativa quedó defraudada. Los socialistas creen que lo concedían casi todo y los podemitas que no obtenían casi nada. A la hora de la verdad, una enmienda a la totalidad y una rotunda descalificación de Podemos a los Presupuestos, y a esperar acontecimientos. El PSOE no cejará en la negociación; también el PRC, con menos fervor. Los dos dudan: ¿Podemos está interesado de verdad en llegar a un acuerdo o sólo quiere marear la perdiz y desgastar al Gobierno?
Es una buena pregunta. Para empezar, en Podemos también hay una fuerte división que afecta a toda su política. En el Consejo Ciudadano pocos han rechazado frontalmente la negociación con el Gobierno, pero nadie está dispuesto a ser condescendiente en el trato. Ya hubo que dar muchas explicaciones a las bases sobre el pacto de 2015; más habría que dar ahora si no hay una jugosa contrapartida política que justifique el respaldo presupuestario. De momento, Podemos quiere añadir a su propuesta inicial otras demandas en el ámbito rural, en alquiler de vivienda o I+D+i.
El acuerdo con Podemos eliminaría algunos riesgos colaterales para la coalición PRC/PSOE que empiezan a trascender. Por ejemplo, el de dejar en evidencia a sus representantes en el Ayuntamiento de Santander, tan beligerantes con los concejales que han apuntalado el gobierno del PP antes y después de abandonar Ciudadanos. El portavoz regionalista, José María Fuentes-Pila, considera a Carrancio tan tránsfuga como a su concejal afín, David González, y exige a su partido dignidad en la negociación presupuestaria. El portavoz del PSOE municipal, Pedro Casares, advierte diferencias en un caso y otro, pero está claro que los dos resultan muy contaminantes.
Hay tiempo de sobra para maniobrar hasta la votación definitiva de los Presupuestos del 22 de diciembre, sobre todo para este Gobierno que se ha mostrado tan versátil en sus alianzas y en la búsqueda de soluciones imaginativas para superar su minoría parlamentaria. Si finalmente tiene que tirar por la calle del medio con Carrancio, en la coalición conviven dos visiones diferentes. La más benigna es que se habría hecho todo lo posible para buscar un socio homologado para aprobar las cuentas. El PP se niega como siempre y hasta vota la enmienda a la totalidad de Podemos. El único diputado de Ciudadanos, Rubén Gómez, dice que está dispuesto a negociar, pero no le creen porque siempre se alinea con el PP. Podemos tampoco quiere un arreglo o exige lo imposible. O sea, todos contra el Gobierno, menos Carrancio, que vota por libre.
El relato feliz tiene como moraleja que lo importante para los ciudadanos es que se aprueben los Presupuestos en tiempo y forma, poco después dejarán de importar los detalles. Una versión mucho más dañina es que el pacto con Carrancio convertiría al transfuguismo alentado por el Gobierno en un eje principal del debate político hasta las elecciones de 2019.
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