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El 21 de junio del pasado año cientos de personas desfilaron por su capilla ardiente en el Parlamento regional y compartieron sentencia: «Fue un gran político, pero sobre todo fue una gran persona». Rafael de la Sierra, que se erigió como pilar básico del PRC, partido que fundó junto a Revilla, falleció la noche del miércoles 19 de junio de 2019. Fue presidente del Parlamento, portavoz del Grupo Regionalista en la Cámara, vicesecretario del partido, consejero de Educación, Cultura, Juventud y Deporte, y melómano empedernido. Durante su etapa como consejero inauguró el Palacio de Festivales y personificó como nadie la imagen de concordia sin importar las siglas.
Por Miguel Ángel Revilla
Hoy se cumple un año de la muerte de Rafael de la Sierra. Ni un sólo día he dejado de recordarle. Frente a la silla donde me siento en mi despacho, en el centro de la mesa, tengo una fotografía de gran tamaño en la que aparecemos los dos sonrientes en algún lugar de Cantabria. Esa imagen me acompañará hasta que me llegue a mí el final del tránsito por esta vida.
La despedida cariñosa de los seres queridos, los familiares y amigos, es norma de comportamiento cívico, pero lo que ocurrió hace un año con Rafa fue más allá y se convirtió en algo excepcional. Pocas personas han recibido más elogios a su trayectoria vital. Miles de personas, de toda condición social y adscripción política, desfilaron por el Parlamento de Cantabria ante su féretro para dar su último adiós a un hombre que dejó una huella imborrable en todos los que lo conocieron.
Sus valores se agigantan hoy frente a tanta crispación y cainismo político como estamos viviendo. Rafa fue un hombre de principios, honesto, riguroso, tolerante y, por encima de todo, amante y defensor de Cantabria.
El tiempo borra a veces la imagen de los grandes hombres una vez que desaparecen. No es ese el caso de Rafa, a quien no sólo los regionalistas mantenemos en la memoria colectiva.
Mi propia trayectoria política no se puede concebir sin él. Pasamos más de cuarenta años unidos con un afán común: recuperar para siempre el nombre de Cantabria para nuestra tierra y consolidarla como comunidad autónoma dentro de la nación española. En los últimos días de su lucha contra el cáncer, que soportó con una actitud extraordinaria, le dio tiempo a conocer el extraordinario éxito electoral del partido al que dedicó más de media vida.
Pocas veces tuvimos discrepancias en la larga trayectoria que compartimos. Pensábamos de manera similar y ni siquiera necesitábamos consultarnos a la hora de tomar decisiones ante situaciones complicadas. Sabíamos de antemano la postura del otro.
Algunos días en los tremendos últimos tres meses, aislado en el despacho de la calle Peña Herbosa, miraba la foto de Rafa y tomaba decisiones con la seguridad de que él las hubiera compartido de haber estado a mi lado.
Quiero enviar un abrazo a su esposa, Carmen, y a sus hijas Susana y Silvia. Siempre he dicho que la mejor herencia que podemos dejar a los nuestros, por encima de los bienes materiales, es una trayectoria ejemplar. Carmen, Susana y Silvia reciben constantemente el reconocimiento al comportamiento impecable que distinguió la vida de Rafa. Aunque el dolor de su ausencia no desaparecerá nunca, tienen el consuelo reconfortante de saber que su esposo y padre fue un hombre ejemplar y dejó una huella imborrable en todos los que tuvimos la suerte de conocerlo.
Rafa, te echo, te echamos, mucho de menos, pero seguimos intentando conducirnos con tus mismas pautas de conducta, esas que crearon para muchos una auténtica escuela de comportamiento.
Por Susana de la Sierra
Resulta extraño referirse a un padre por su nombre propio, pero es una forma de integrar en esta evocación a quienes recordamos, un año después, a Rafael de la Sierra. Como si acabara de suceder, nos viene a la memoria una noche del 19 de junio, en la que, con elegancia, nos dejó un vacío que sentimos muy presente. Es difícil encontrar palabras que reflejen el discurrir de la vida en su ausencia, pero hemos querido componer unas líneas como testimonio de nuestro recuerdo y para honrar su memoria. Probablemente en este tiempo le hemos conocido incluso un poco más. Actos y homenajes nos han brindado la posibilidad de ofrecer diversos aspectos de una persona cuya presencia es constante aun hoy. Nos hemos descubierto los unos a los otros anécdotas, experiencias, conversaciones.
Hemos echado en falta a un interlocutor con quien compartir impresiones ante una realidad tan convulsa. Un analista fino y humano, con oído atento y juicio sensato, lecturas de fondo y de actualidad, verbo siempre preciso. Inevitable preguntarse cómo habría enfocado esa sucesión vertiginosa de avatares de diversa índole. Imposible también no recordar su serenidad ante cambios e imprevistos.
Hemos echado en falta consejos, si bien curiosamente no se aprestaba a darlos, desde el respeto a las decisiones de cada cual. Un golpe de teléfono frustrado, una consulta al aire y de nuevo el silencio.
Hemos echado en falta un marido, un padre, un abuelo, un hermano, un tío, tantas facetas, en cenas, encuentros, viajes, también celebraciones. Esa ausencia tan presente nos ha debilitado a veces y nos ha hecho fuertes en otras. Le hemos sentido cerca en momentos felices, sabiéndole partícipe, apretando los dientes al mismo tiempo. Y hemos recordado con nostalgia y tristeza su lugar, el que físicamente debía ocupar y el que todavía ocupa.
Le hemos llorado y le lloramos. Un año desde entonces, sólo un año, ya un año. Como si fuera ayer, le echamos de menos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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