El primer cribado entre los usuarios del Go Fit se salda con 3 positivos de 695 test

Una de las claves del protocolo -que lo elaboró el Lab Go Fit formado por científicos y expertos del ejercicio- es el control de asistencia. El centro sabe a qué hora ha entrado cada usuario, a qué clase ha acudido e incluso la plaza ocupada durante la misma. Ese registro ha sido clave para la trazabilidad de los casos y les ha permitido saber que «las personas contagiadas no habían tenido contacto entre ellas», explica Rubén Gude, director del centro por el que pasan en torno a 1.200 personas cada día.

El responsable garantiza que el espacio «es seguro» y para eso cuentan con medidas que «se evaluaron de forma exhaustiva y se revisan sistemáticamente», comenta Alfonso Jiménez, director del Go Fit Lab que añade otro mensaje: «Que la gente no deje de moverse. Estar activo refuerza el sistema inmunológico», subraya.

Tras el confinamiento, analizaron las formas de transmisión del covid y la máxima preocupación fueron los aerosoles. Por eso instalaron un sistema de filtración que «renueva el aire cada siete minutos», señala Jiménez. Además, el centro cuenta con sondas que analizan al instante los niveles de CO2. De manera que, «si se concentra demasiado, entra aire extra del exterior», añade. Ese mecanismo, junto con los 32 equipos de filtración, acaba con el «99,99% de cualquier patógeno». También miden la calidad del aire en tiempo real que una pantalla en la entrada se encarga de reflejar. La puntuación de ayer era de un 99%.

Un sistema similar garantiza también la higiene del agua de la piscina. En este caso funciona con unas turbinas y una serie de reacciones que «generan el cloro de forma natural y matan cualquier bacteria». El proceso sirve para reducir la cantidad de productos químicos utilizados.

Las medidas de prevención se suceden desde que el socio cruza la puerta del centro. Lo primero es desinfectar los zapatos, gel y toma de temperatura que se hace de forma automática antes de llegar a los tornos para pasar al gimnasio. La máquina «pita si alguien da más de 37,2 grados», explica el director. En tal caso se repite el proceso con un termómetro manual y si vuelve a superar ese límite, la persona se va a casa.

Pasadas las primeras medidas, la siguiente parada son los vestuario, que están repartidos en módulos individuales marcados por una letra y un número y separados por mamparas. Durante el recorrido uno no deja de toparse con botes de gel hidroalcohólico. ¿Cuántos hay? «Casi 200 repartidos por la instalación», cuenta el director.

Entre las máquinas, que se limpian con un nebulizador tras cada uso, también hay mamparas. La separación en las actividades dirigidas está marcada y la clase se desinfecta cada vez que finaliza el ejercicio. Y, terminado el día, se vuelve a limpiar todo el centro. Con más de 23.000 metros cuadrados, perderse por las instalaciones es complicado porque los vinilos y pegatinas colocadas en el suelo señalan las zonas y gestionan los flujos de usuarios.