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Buenos días, soy la doctora Ramos». Cuando esa frase se dice por primera vez ante un paciente, «ese momento no se olvida». Porque implica que después de seis años de carrera y uno de preparación del examen MIR (si todo ha ido bien), ha llegado ... la hora de la verdad. La del estreno. Y esta semana se están viviendo muchos de esos momentos para el recuerdo, de «nervios», de «muchísima ilusión» y, sobre todo, de «vértigo», como coinciden cuatro de los 129 jóvenes médicos que han comenzado su periodo de formación especializada en los hospitales de Cantabria -el 80% chicas y de otras comunidades-. Ainhoa es desde el lunes la doctora Ramos, aunque aún le suena raro presentarse así. Esta joven torrelaveguense, licenciada por la Universidad de Cantabria, se ha incorporado al servicio de Traumatología de Sierrallana, ocupando la única plaza de la especialidad incluida en la oferta MIR del centro comarcal.
«El lunes estaba súper emocionada», reconoce. Para ella, la elección fue redonda. Por la especialidad, «porque siempre había sido mi primera opción, aunque dudé también con Otorrinolaringología y Urología en Valdecilla, pero me gustaba que fuera algo totalmente quirúrgico, más manual, más resolutivo». Y porque, aunque su buena nota le permitía escoger entre múltiples destinos, Torrelavega suponía continuar en casa y «trabajar en un hospital más familiar, donde creo que me voy a sentir más arropada».
«Estos días iniciales han sido de toma de contacto con el servicio, con los compañeros, he visitado la planta, estamos conociendo el funcionamiento del programa...». Y también ha estrenado taquilla y uniforme: «De venir cargados con la mochila, en las prácticas como estudiantes, a ver que ya eres uno más», celebra con tono jovial tras su primera experiencia en Urgencias, de la mano de un médico adjunto y con el busca en el bolsillo. «Todavía no me he enfrentado sola a un paciente», decía en su segunda jornada en el hospital, aunque se mostraba «tranquila», porque «sé que no voy a estar sola, tengo el apoyo de mis compañeros, que me han recibido muy bien, estoy contenta».
Tanto como Blanca Camacho en el servicio de Pediatría de Valdecilla, que ya en las prácticas de 6º se dio cuenta de que este era su sitio. Ella también estudió en la Facultad de Medicina de Santander, aunque reconoce que «al principio» no le hizo mucha gracia tener que desplazarse a casi mil kilómetros de su Jerez natal para cursar la carrera. Pero esta joven gaditana, de raíces cántabras (su madre es santanderina), no tardó en cogerle gusto a Cantabria y, sobre todo, «a sus playas», destaca. Hasta el punto de que, a la hora de escoger plaza como residente (MIR), «he priorizado el sitio antes de ir a una gran ciudad», una vez confirmado que no entraba «en los hospitales más potentes de Madrid», que es lo que le hubiera hecho replantearse el destino. «Aquí ya me siento como en casa». Aunque eso no quita que los nervios hayan empezado con ella su andadura en Valdecilla. «Es súper emocionante, pero también da un poco de vértigo; nos toca pasar de la teoría a la práctica, aunque vamos a estar supervisados y con ayuda», declara Camacho desde el área de Urgencias pediátricas, donde los ya residentes veteranos se han encargado de explicarle el funcionamiento y los circuitos. «¿Miedo? Bueno, algo se tiene, porque supone enfrentarte tú sola por primera vez a un paciente, pero vamos a estar muy controlados», responde.
De momento, estas dos primeras semanas están muy marcadas por los cursos de formación, pero coincide con sus compañeras en las «ganas» por emprender esta nueva etapa, en la que resulta inevitable echar la vista atrás, «a los años de estudio intensivo que hemos pasado para llegar hasta aquí», como apunta Ana Wenting Hernández, MIR recién llegada desde Pamplona al equipo de Radiodiagnóstico de Valdecilla.
«En mi caso, me ha traído a Cantabria el propio hospital», que desde el principio encabezaba su lista de opciones. «Tuve la suerte de poder coger una de las cuatro plazas ofertadas en Rayos». Un traslado desde Navarra que ha compartido con su pareja, médico de familia natural de Tudela, que también realizará la residencia en paralelo en Santander. Ambos se inclinaban por el norte, lejos del «agobio» de las grandes ciudades. En ese contexto, la capital cántabra, que «ya conocía de veranear con la familia», encajaba a la perfección. «Acabamos de aterrizar en el hospital y aún estamos como pollo sin cabeza, con la adrenalina de conocer todo y con mucha ilusión», afirma Hernández, asignada de entrada a la sección de imagen de Urología, aunque «Rayos me gusta en general, desde la Universidad es una de las especialidades que me atraía» y de la que intentará «sacar el jugo» en estos años de MIR.
Y también ubicándose en «el laberinto de Valdecilla» está estos días la cántabra Belén Gutiérrez, que estudió en Madrid. Así que en su caso el MIR ha supuesto el retorno a la región, «al hospital que ya conocía», entre otras razones porque es donde trabajan sus padres -médico él y enfermera ella-. Tenía tan «clara» la especialidad a la que se quiere dedicar, la Cirugía Cardiovascular, como el centro donde formarse. Con la dificultad añadida de que «en Valdecilla solo se oferta una única plaza cada dos años». Y este año tocaba. «Hay que tener suerte hasta en eso», dice Gutiérrez. Aunque por si se adjudicaba antes de su turno, preparó más de un plan B, que no hicieron falta. «Este paso lo vivo como empezar otra carrera diferente, la verdad es que ya había ganas de que llegara», afirma.
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