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Los pescadores cántabros debieron sentir una envidia sana este pasado domingo cuando vieron como sus vecinos asturianos lograron sacar el 'campanu' apenas una hora después de que se abriera la temporada en el Principado. Aunque las condiciones de los ríos asturianos y cántabros no ... son comparables -pero la problemática por la escasez de ejemplares es equiparable-, es inevitable que los aficionados de una y otra comunidad sigan con atención el desarrollo de las respectivas campañas.
10.000 alevines de salmón soltó el Gobierno de Cantabria el mes pasado en el río Asón.
En Cantabria, a pesar de que la campaña empezó dos semanas antes, el 'campanu' se sigue resistiendo. «Si no ha salido hasta ahora es algo circunstancial, En el río Pas se han escapado dos salmones, con lo que ya podía haber salido», apuntaba ayer el presidente de la Sociedad Cántabra de Fomento de Caza y Pesca, Manuel Borbolla.
Sin embargo, hay un trasfondo y es que la tendencia de los último años lleva a la conclusión de que cada vez «hay menos salmones y entran más tarde en los ríos (el año pasado el 'campanu' cántabro salió a las seis semanas y se capturaron 34 ejemplares en todo el año)». «El cambio climático nos afecta y al final hay que tener un contador en cada río para saber los peces que entran. En diciembre igual sabemos que hay 200 salmones en cada cuenca, pero es algo anecdótico», apunta Borbolla, que piensa que igual es conveniente ajustar las fechas de la temporada y retrasarla. «Es complicado».
Juan Cobo
Centro Ictiológico de Arredondo
Tan complicado que incluso entre los colectivos de pesca no hay unanimidad sobre la respuesta que habría que dar a una problemática «global». Mientras que los conservacionistas como Fario abogan por la veda total del salmón desde hace ya cuatro años, en la línea de colectivos nacionales partidarios de incluir al salmón dentro del catálogo de especies protegidas, el Lespre, hay quienes apuestan por una intervención en las riberas de los ríos y un aumento considerable de la repoblación de ejemplares.
En este último grupo se encuadra el colectivo Fomento de Caza y Pesca. «Las medidas que se están tomando son las adecuadas pero son insuficientes. La Consejería tendría que hacer un esfuerzo mayor en el repoblamiento de los ríos y control de otros factores, como es la captación de agua de Santander, que se coge del Pas directamente. Es la única ciudad de España que no capta el agua de un pantano», afirma Borbolla.
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Tal es el éxito, a su entender, de la repoblación de los ríos, que uno de los dos primeros salmones que fueron capturados el domingo en Asturias carecía de aleta adiposa (es producto de repoblación). «En vez de echar 2.000 peces en cada cuenca hay que echar 200.000. Y después hay que hacer hincapié en controlar a los depredadores, porque es absurdo hacer repoblación cuando los cormoranes no se controlan (comen entre 290 y 400 gramos de salmónido a diario). Hay que eliminarlos de los ríos, que no quede ninguno. Ahora se está haciendo perfectamente, pero los controles son insuficientes. Cada vez hay más. Es como los plumeros de las autovías: si no los controlas es una especie invasora y acaban con todo», sostiene el representante de Fomento de Caza y Pesca.
Como la comparación es inevitable, Borbolla asegura que en Asturias repueblan «diez veces más que nosotros». En este sentido, asegura que la labores del Centro Ictiológico de Arredondo «está muy bien, pero es muy pequeño». «Tenemos que hacer una inversión y tendría que haber un centro de este tipo en cada cuenca si queremos recuperar la especie. De que sirve tener una cuenca en la que suelten 30.000 salmones. Hay que soltar 300.000 alevines en cada una. Llenar los ríos de alevines. Si sueltas un millón y te llega uno por cada mil, tienes cien salmones», razona.
34 salmones
se pescaron la temporada pasada, el tercer guarismo más bajo en veinte años.
Frente a este planteamiento, Juan Cobo, responsable del Centro Ictiológico de Arredondo, que ha soltado este año en el Asón 10.000 alevines, asegura que la problemática del salmónido es una tema «muy complejo» que «no tiene solución a corto plazo». «Llevamos trabajando con la especie las últimas tres décadas y los avances son muy lentos», apunta Cobo, que hace mención a un «problema global» que tiene que ver con el cambio climático. «Esta especie está expuesta a viajes más largos y a condiciones climáticas más adversas para lo que es su ciclo biológico. La subida de la temperatura del agua les afecta muchísimo», explica.
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