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Todavía son muchas las incógnitas que rodean al plan de ahorro energético que entró en vigor esta medianoche. ¿Quién sancionará a aquellos comercios o establecimientos que no lo acaten?, ¿habrá ya hoy inspectores in situ?, ¿a cuánto ascenderán las multas? En medio de esta vorágine ... de preguntas, a las que se suman las críticas de algunos consejeros autonómicos del PP, el Gobierno de Cantabria ha querido trasladar un mensaje claro: «Seremos rigurosos y severos con nosotros y flexibles con los demás». Son las palabras con las que el consejero de Industria, Javier López Marcano, anunció que las instituciones acatarán las obligaciones a las que les somete el decreto-ley a partir de este miércoles (control de temperatura, apagón de edificios públicos...), mientras que en el caso de los comercios se les permitirá más margen, dando a entender que no habrá un férreo control o importantes sanciones en la puesta en marcha del plan.
El titular de Industria explicó que la Consejería ya trabaja en un plan renove para «paliar el gasto derivado de la aplicación del decreto ley». No desgranó los detalles, pero sí dejó claro que el objetivo es que los «sectores claves en nuestra recuperación -industria, turismo y comercio- no sufran», al mismo tiempo que puntualizó que muchos de los negocios «no son precisamente multinacionales», sino más bien «economías de subsistencia», de forma que necesitan de estos mecanismos para sufragar las inversiones necesarias.
Máximo 27 grados Hasta el 1 de noviembre: El límite del termostato en edificios públicos, espacios comerciales y culturales será de 27 grados en verano y de 19 para la calefacción en invierno. En bares, restaurantes y gimnasios el límite asciende hasta 25 grados.
Escaparates a oscuras Desde las 22.00 horas: Escaparates y edificios públicos deberán estar apagados.
Cartelería Desde el 2 de septiembre: Los locales afectados por limitaciones de temperatura deberán informar de las medidas aplicadas.
Puertas automáticas Desde el 30 de septiembre: Los locales y edificios con acceso desde la calle deberán contar con un sistema de cierre de puertas que evite el despilfarro.
Como ejemplo, dijo que estas ayudas servirán para que los comerciantes instalen puertas automáticas y aseguró que su cartera pondrá en marcha «líneas de incentivos y mecanismos correctores ante la obligación solidaria y responsable de acatar una norma europea que nos afecta a todos». «No es una cuestión caprichosa», remarcó a lo largo de su intervención en relación a las medidas y recordó que el deseo de la Unión Europea era reducir el consumo de gas en un 15% y que finalmente el compromiso con Bruselas será disminuir un 7% porque España fue uno de esos países que dijo que esa primera propuesta era «excesiva».
En cuanto a las acciones en materia de climatización, Marcano recalcó que en Cantabria «seremos disciplinados», y puntualizó que «no es lo mismo aplicar estas medidas en Andalucía que en Cantabria». En este sentido, especificó que en «muchísimos casos», la región «no va a tener dificultades para cumplir» con las temperaturas recomendadas y reconoció que poner en marcha estas medidas «implica unos gastos inevitables sobrevenidos», aunque son «menos en Cantabria». También añadió que su departamento prepara un decálogo de mensajes «muy claros y transparentes» para que no «cunda el pánico ni se disparen las alarmas».
El propio consejero admitió que el decreto-ley tiene «lagunas»: «No tiene un código sancionador, no dice a quién corresponde la tarea inspectora, cosa que sabemos parcialmente, ya que muchos de los aspectos se verán afectados por el RITE (Reglamento de instalaciones térmicas en los edificios), es decir, sabemos que hay una parte que corresponde a Industria».
No parece, en todo caso, que el Gobierno vaya a iniciar ya mismo esa labor inspectora: Marcano aludió a la «sobrecarga de trabajo» del departamento de Industia, que, según dijo, ha desarrollado «más de 50.000 expedientes». «Asumimos nuestras competencias, las que están definidas, y de las demás hacemos preguntas», zanjó.
El Ejecutivo autonómico, además, fue el primero en predicar con el ejemplo, y sus edificios empezaron a cumplir con el apagón en la medianoche, o al menos así estaba previsto, salvo error u omisión. El Palacio de Festivales, el de Sobrellano y el Museo Marítimo, por citar tres ejemplos, figuraban en la lista de inmuebles a oscurecer. No interpretaron de igual manera el decreto-ley del Ministerio en el Ayuntamiento de Santander, que mantuvo iluminada toda la noche la fachada de la casa consistorial, al entender que el interruptor debe bajarse a partir de las 22.00 horas de este miércoles. Precisamente la alcaldesa, Gema Igual, se quejaba de que la orden del Gobierno es «muy difícil de interpretar». Mucho más puristas, las entidades bancarias Santander y CaixaBank apagaron sus rótulos luminosos a las diez de la noche de este martes, tanto en sus sucursales como en sus edificios corporativos, además de sus pantallas de vídeo.
Mientras, en el lado de los negocios afectados por las medidas, se preparaban el martes para cumplirlas, en algunos casos sin tener muy claro a qué atenerse y temiendo que el ahorro les salga caro.
En un día de sol radiante y caluroso como el de este martes, entrar en la peluquería Eduardo & Pilar Pescador del Paseo Pereda resultaba un alivio. «Estamos a 25 grados», aseguraba la encargada del establecimiento, Patricia Domínguez, sin saber muy bien si esa será la temperatura mínima que podrá tener. «Creo que como en las peluquerías se trabaja con secadores ese será el límite, pero tampoco estoy segura. Esta mañana he estado viendo las noticias y todo el mundo anda igual».
«Nosotros mantenemos esa temperatura, más o menos: la verdad es que si pones la máquina a menos de 24 es molesta. Se trata de tener una temperatura agradable, que la gente no pase ni frío ni calor. Normalmente tenemos la puerta cerrada, obviamente cuando está puesto el aire, pero si hay una temperatura agradable fuera la abrimos».
Esa era, además, la recomendación hasta hace unos meses, cuando el covid aconsejaba mucha ventilación; ahora parece que toca lo contrario. «Pues qué quieres que te diga: estamos bastante hasta el moño de tantos cambios, tantas adaptaciones, tantos esfuerzos... Lo que ves es que la gente está harta de todo, de tanto engaño, de tanto control. A mí lo que me parece es que todo esto son excusas para despistarnos de otras cosas que debían solucionar».
María José Baldonedo, en la recepción del Hotel Don Carlos, en el Sardinero, compartía idéntica opinión: «Es una manera de entretener a la gente: nos quieren engañar con cuatro tonterías de recorte de energía. Que se preocupen un poquito más de atacar a las eléctricas, que son las que se están haciendo millonarias a costa de nosotros. Y que se aprieten el cinturón ellos».
Todo eso a pesar de que los topes del aire acondicionado apenas afectan a su negocio: ni siquiera lo tenían en marcha, cuando fuera los termómetros marcaban 26 grados. Con las puertas abiertas, la corriente refrescaba el ambiente y no se echaba en falta. «Aquí tenemos la ventaja de que no nos da el sol en la recepción, y no lo estamos poniendo, ni tampoco en la cafetería, y hasta el momento no hemos tenido ninguna queja de nuestros clientes por el tema de la temperatura».
En Godofredo, en cambio, el sol pega de lleno «ocho horas al día». En este comercio tan santanderino como la bahía, su propietario, Jorge Sáez, hacía este martes pruebas de temperatura, y a 27 grados se notaba calorcillo. «Es muchísimo».
«Todo lo que sea ahorrar energía tiene sentido, pero igual son demasiado estrictos. Un error que yo veo es que han metido en el mismo paquete a todas las autonomías, cuando la situación no es la misma: en Sevilla, si están a 40 grados en la calle, dará gusto entrar en una tienda con el aire a 27, pero en Santander, que cuando no hay ola de calor, como ahora, puede haber 22, la gente se va a salir de los comercios. Eso pasaba antes, en la tienda antigua: no teníamos aire acondicionado por mi padre, con problemas de bronquios, y había quien entraba y se iba porque hacía un calor horroroso».
En cuanto a la iluminación del escaparates, que este miércoles deberá apagar a las 22.00, Sáez sería partidario de prolongar un poco el horario. «Yo en verano lo alargaría hasta las doce, y en invierno sí es más razonable, porque igual a esa hora ya no pasa un alma por la calle».
Tomás Merendón daba por hecho que cuantos más grados haya en el interior de su restaurante, la Posada del Mar, más clientes optarán por la terraza. «El covid modificó nuestra forma de comer, se impuso la terraza y la gente parece que le ha cogido cariño, porque es donde más segura se encuentra. Lógicamente, preferirán estar fuera, a una temperatura más agradable, que dentro con calor». Reconocía, no obstante, sentirse más preocupado por los 19 grados de temperatura máxima durante el invierno: «En Santander, con la humedad y la lluvia, 19 grados en el interior va a ser una temperatura baja para comer».
Además, se supone que hosteleros y comerciantes deberán instalar puertas automáticas, que es igual que decir que para ahorrar tendrán que gastar. Rocío Espinosa, en el Café Suizo, no lo veía nada claro. «Mira qué muro tenemos, es de piedra: si nos obligan a poner una puerta automática imagínate la obra», y acto seguido señalaba a la heladería que hay justo al lado: «Mira, esa heladería tiene puerta corredera y está abierta. Entramos y salimos quinientas veces cada día, así que ¿cuál es la solución? Para los que trabajamos en el exterior no la hay». Lo más parecido que ha tenido han sido los cambios del vestuario de este año: un mandil más fresco y el cambio de la camisa, que ahora es de manga corta.
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