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VIOLETA SANTIAGO
Lunes, 4 de marzo 2019, 10:37
Cuando María Ángeles Ruiz-Tagle, Luli Peredo y Ana Bolado empezaron a salir a la calle por el 8 de marzo para llamar la atención ... sobre la situación de las mujeres (subordinadas en todos los planos de la vida) había tan poco quorum sobre la idea que defendían -que ellas han de tener exactamente los mismos derechos en todo que los hombres- que la manifestación del 8 de marzo no merecía ni el nombre: se quedaba en concentración de chicas y señoras detrás de una pancarta. En los años 80 la afluencia continuó siendo flaca. Tanto, que ni había que pedir autorización a la Delegación del Gobierno, porque las que marchaban lo hacían «por la acera, sin más, y la gente no nos seguía». Aun así, la jornada cosechaba recelos entre los espectadores. «Nos increpaban, nos ridiculizaban», rememora Luli Peredo. «Qué mamarrachos sois, nos decían».
Nada que ver esas estampas del pasado con la última manifestación de Santander por el Día Internacional de las Mujeres, cuando la ciudad tomó, literalmente, la vía pública. Cuando la cabecera alcanzó la plaza del Ayuntamiento, había gente que no se había movido de la de Numancia. «Movilización sin precedentes», «Manifestación histórica» fueron los titulares de El Diario Montañés. ¿La noticia? Que 22.000 personas, mujeres en su mayoría, habían colapsado la columna vertebral de la capital para reclamar la igualdad real. Familias enteras, mujeres con hijas, grupos de universitarios, de adolescentes, abuelas emocionadas. Y eslóganes sin medias tintas ('Queremos la mitad de todo') o de respuesta a ('No recuerdo que las feminazis exterminaran hombres, pero sí que nos quemaban por pensar').
«No permitimos que los hombres nos digan lo que tenemos que hacer». Las feministas que vienen de atrás tienen claro que los hombres son bienvenidos «como acompañantes» en las batallas de las mujeres, pero no son partidarias de que entren activamente en sus circuitos. «Es que, en cuanto tienes un hombre en una reunión, te lo explica. Lo hemos visto muchas veces», ironiza Luli Peredo, que rechaza que los varones nos puedan decir «lo que tenemos que hacer o cómo tenemos que pensar». Es consciente de que ellos, ahora, «están descolocados». «Nosotras presionamos tanto que no saben cuál es su sitio».
«Hay que estar en todos los ámbitos para frenar las discriminaciones». Sande pone un ejemplo de discriminación de la que fue testigo hace unos 15 años y que consiguió frenar. En un tribunal médico en Valdecilla, donde ejerció su carrera, varios candidatos varones competían por un puesto con una mujer que sobresalía por su currículum. A ella se le preguntó si estaba casada y si tenía hijos, pregunta que no se hizo a los hombres. Ruiz-Tagle amenazó con impugnar el proceso selectivo y la médica consiguió el puesto. «Por eso tenemos que estar en todas partes, para poder actuar contra las injusticias».
«Cuánto hemos trabajado hasta llegar aquí es un momento para celebrar». Ana Bolado reflexiona sobre lo mucho que las mujeres como colectivo hemos trabajado «para llegar hasta aquí», hasta un 8 de marzo que combina «la lucha por los derechos con la celebración por todo lo que hemos conseguido». La Asamblea de Mujeres se movilizó cuatro años (del 2000 al 2004) cada día 25 del mes por la Ley contra la Violencia de Género. El pasado octubre retomó estas concentraciones cada día 25, en respeto por las asesinadas por la violencia machista. «Si acabamos con la esclavitud, podremos acabar con esta violencia».
No ha sido fácil pasar del escenario de un puñado de mujeres en los 70-80 muy marcadas políticamente (las manifestantes eran siempre afines a partidos de izquierdas y sindicatos) a la ola humana de 2018 en la que había personas de todos los colores, tipos y edades. Las tres entrevistadas (Ana Bolado, portavoz de la Comisión 8 de Marzo, Luli Peredo, vicepresidenta de la Asamblea de Mujeres, y María Ángeles Ruiz-Tagle, más conocida por Sande, presidenta de la Asociación Consuelo Berges de Mujeres Separadas y Divorciadas) cuentan que por medio ha habido mucha reunión, mucha lucha en la calle y en las instituciones, mucho trabajo voluntario y muchísima labor con los hombres de su entorno. «Que nadie se llame a engaño: nosotras nunca hemos adquirido derechos por evolución. Los hemos ido sumando porque detrás hay empeño y constancia», avisan Bolado y Ruiz-Tagle.
Ana Bolado | Portavoz de la Comisión 8 de marzo
Ninguna de las tres recuerda cuando empezó su militancia en el feminismo, una palabra que llevan como bandera, por todo lo positivo que lleva consigo. «Ser feminista significa querer mejorar toda la sociedad, la igualdad de todos. Ahora estamos detrás del permiso parental igual para los padres y lo vamos a conseguir». Luli se ve guerrera desde «el instituto», donde ya se postulaba como delegada de clase. Hija de sindicalistas y con un padre que siempre apoyó las aspiraciones de sus cuatro hijas, empezó pronto en la militancia política. Sande nació en una familia donde el padre dirigía la fábrica de cigarros de Sevilla. «Un director feminista», recalca, en años en que no era habitual. Como no lo fue la madre de Ana, una mujer que se separó en el año 60 y que, «sin un discurso feminista (sino con uno que nacía de la justicia), educó a dos hijas entre grandes dificultades para que no dependiéramos nunca de un hombre».
M. Ángeles Ruiz-Tagle (Sande) | Pta. de la Asociación Consuelo Berges
De su juventud tienen batallas para aburrir. «Se nos olvida que todos nuestros derechos son muy recientes», subraya Sande. Ana, por ejemplo, se fue a estudiar a Madrid con 18 años (en los años 70) y guarda memoria nítida de una compañera que quería ser taxista y que no podía: no lo permitía la ley. Ruiz-Tagle estudió Medicina y, en la facultad, eran 200 alumnos de los cuales solo siete eran chicas. Ella se presentó a delegada y resultó elegida. Pero enseguida descubrió que la habían votado para hacerle «la vida imposible» y dimitió. «Hoy hubiera aguantado», asegura. Luli se inició en las movilizaciones en Barcelona, donde estudió en el Instituto de Teatro, y recuerda que, al volver en los 80 a Santander, le sorprendió que «aquí se organizaban actos y éramos cuatro monas».
Luli Peredo | Vicepresidenta de la Asamblea de Mujeres
Esas cuatro mujeres se repartían en unas pocas organizaciones. Dos de ellas eran la Asamblea de Mujeres (desde 1980) y la Asociación de Mujeres Divorciadas y Separadas 'Consuelo Berges', la primera ahora dirigida por Bolado y la segunda por Sande desde 1995. Que siguen portando el estandarte del debate feminista, junto a otros muchos grupos más grandes y más pequeños, y que ven con alivio cómo infinidad de «jóvenas» han cogido el testigo.
En todos estos años, han sido infinidad los frentes de reivindicación. Primero, dentro de las organizaciones mixtas, señala Peredo, «porque incluso los hombres de izquierdas no tenían ni idea de qué hablábamos cuando pedíamos lo nuestro. Nos decían que esperásemos, que primero había que hacer la revolución. Les contestábamos: ¡Pero si la revolución somos nosotras!».
Luli Peredo | Vicepresidenta de la Asamblea de Mujeres
Sande comparte la idea. Formaba parte activa del PSOE, «y nosotras siempre éramos las últimas. Antes de la democracia, estuvimos codo a codo», pero llegó la hora de hacer política y listas «y se olvidaron de nosotras». Ella participó en la Coordinadora del Lobby Europeo de Mujeres, que fue la que peleó por los porcentajes de féminas en las candidaturas de los partidos. «Primero el 25%, luego el equilibrio del 60-40 y luego ya la paridad». Detrás hubo un trabajo de acción conjunta en redes de mujeres. «A unas nos descalificaban en los despachos y a otras en la calle», resume entre risas, «aunque no hemos parado nunca. La vida de una feminista es esto: no parar, no callar». En las organizaciones e instituciones debe haber mujeres con conciencia feminista. «Si no, no hacemos nada», sostiene.
M. Ángeles Ruiz-Tagle (Sande) | Pta. de la Asociación Consuelo Berges
Ni pararon ni callaron cuando se debatieron los términos del divorcio en España, ni cuando llegó la primera ley del aborto y la siguiente, ni la despenalización de los anticonceptivos o del adulterio y el amancebamiento (porque la vida en pareja estuvo penalizada hasta 1978). Ni cierran la boca cuando se habla de brecha salarial, de cuotas, de violencia machista, de desigualdad.
De todas las barricadas a las que han ido, Luli alude a la guerra contra la Ley del Aborto de Gallardón como la que le pareció más importante. «Este señor quiso que volviéramos para atrás y no se podía consentir. Con Gallardón descubrí que nos podían dar un hachazo a todo lo conseguido». Sande no elige un momento más importante que otro porque «todos los pasos lo han sido, todos». Por eso insta a las mujeres «a no rendirse, a no cansarse y a enseñar a hijos y nietos todo lo que hemos hecho y lo que queda por hacer». Ana cree fundamental que cada avance que logran las mujeres «se convierta en ley. Las leyes son mejorables, pero trabajamos para mejorarlas, día a día. Ahora tenemos al fascismo a las puertas del Congreso... y vienen a por nosotras».
¿Cómo viven estas veteranas hoy un 8 de marzo que se ha convertido en multitudinario? Con emoción, con emoción y con emoción. Luli: «el año pasado vimos el relevo en las jóvenes». Sande : «Yo no podía ni dormir de la impresión tras la manifestación. Tantos años en esto y nunca pensé que vería lo que vi». Ana: «Pensé en las mujeres extraordinarias que nos precedieron. En Clara Campoamor y otras tantas a las que se ninguneó».
Ana Bolado | Portavoz de la Comisión 8 de marzo
Este año, están «expectantes». Creen que los medios de comunicación «están menos volcados» con la causa.
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