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Hay ocasiones en las que un nudo en la garganta no te permite pronunciar palabra. Por mucho que lo intentes, la emoción no lo permite. Es exactamente lo que le ocurrió esta noche a Ana Conde, vecina de Santillana del Mar, cuando vio a ... su hija con un cartel de bienvenida en la puerta de llegadas del Seve Ballesteros. No era para menos. Aún le costaba creer que el viaje que inició el pasado jueves con dos amigas terminara en «horror». «Hemos sentido pánico. Estábamos desamparadas. No teníamos ni una botella de agua durante la noche del terremoto. Ha sido como una película de terror. Pero estamos vivas y en casa», comentaba muy emocionada sin despegarse de su hija. Con el susto aún en el cuerpo y muy conmovidos, aterrizaron anoche en el aeropuerto de Santander los primeros cántabros que volvían de Marrakech tras ser testigos del seísmo.
Conde voló el pasado jueves a la conocida como ciudad rosa junto a Mari Cruz Giménez y Teresa Marquillas. «Un viaje de amigas». Lo que no se imaginaron al pisar Marrakech es que su recuerdo de este periplo sería «una pesadilla», contaba Ana sin soltar la mano de su hija. En algún momento del viaje pensó que ese mal trago podría no volver a repetirse. «Estamos en casa y hemos sobrevivido», añade Mari Cruz. «La pena es los que se quedan allí. Que lo han perdido todo. Hay que vivir el horror en primera persona para entenderlo», añade.
Lágrimas, abrazos eternos, pancartas e incluso flores. Este domingo en el Seve Ballesteros se respiraba una emoción diferente a la habitual. Reencuentros en los que sobraban las palabras. «Solo abrázame. Por favor», le espetó una madre a su hijo. El vuelo de Marrakech aterrizó en la capital cántabra con poco más de media hora de retraso, algo que provocó aún más nerviosismo, si cabe, entre los familiares que esperaban su llegada. Conchi Crespo, vecina de Noja, estaba dormida el viernes cuando recibió la llamada de su hijo, Baltasar Torre. «Nos dijo: 'poned la tele que ha habido un terremoto en Marrakech'. Fue un susto tremendo. Cómo han podido tener tan mala suerte», se preguntaba. Al verle, junto a su pareja, Andrea Vasallo, salió veloz. «Ya estáis en casa», les dijo mientras les abrazaba. «No veía el momento de llegar. Menos mal que nos hemos librado. Fue horrible. Estuvimos hasta las siete de la mañana en la calle sin nada», añadió Vasallo, que tampoco pudo contener las lágrimas recordando ese momento.
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Entre las decenas de personas que llegaron a Santander se encontraba Gustavo Gutiérrez, un geólogo cántabro que acudió a Marrakech a la XX Conferencia Internacional sobre Geoparques Mundiales de la Unesco, junto a otros compañeros, para presentar el proyecto de Costa Quebrada. «Allí nadie se esperaba un seísmo de esta magnitud. De hecho, nosotros estábamos con expertos en terremotos a nivel mundial y a todo el mundo le sorprendió bastante esa magnitud del seísmo», relata. Y añade: «Claro que nos asustamos. Pero intentamos mantener la calma».
El miedo, la tensión y el cansancio acumulado de dos días sin dormir se podían percibir entre los viajeros recién aterrizados. Es el caso de Johnny Bear, Alba García y Arancha Rivas, tres vecinos de Santander a los que el seísmo les pilló en el centro de la ciudad. «Salimos corriendo. Pero sin rumbo. No sabíamos qué hacer. Al final ese día dormimos en la calle», explica Johnny. Una experiencia que seguramente no podrá olvidar. «Era el Apocalipsis. Escombros por el suelo y mucha angustia. El edificio de atrás nuestro se cayó de repente», relatan. «Es algo para toda la vida».
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